Provincia de Cádiz

La dictadura del agua

  • Los temporales arrasan buena parte de la red provincial de carreteras y obliga a la Diputación a acometer obras de emergencia

La imagen, dantesca y apocalíptica, le deja a uno con la boca abierta. La fiereza de la naturaleza, la dictadura del agua, aparece ante nosotros en su máxima expresión. Estamos en la carretera Olvera-Coripe (CA-9101), camino de la sierra de Líjar y de La Muela. De repente, a la altura del kilómetro 5, ya no hay asfalto. El Guadalporcún, atestado de agua, sedimentos, arena, matorrales e incluso árboles de cierto porte, se ha llevado por delante unos 150 metros de carretera. Así, de un plumazo. Era imposible que tanta cantidad de agua pudiera ser canalizada a través del puente que fuera inaugurado en junio de 2010, por lo que el río, altanero como pocos, optó por coger el camino más corto en búsqueda de las inmediaciones del peñón de Zaframagón y de su posterior confluencia con el Guadalete. Y allí mismo, en Olvera, firmó la sentencia de muerte de una carretera antigua, sí, poco transitada, también, pero esencial para los amantes del parapente y del cicloturismo.

Con más de 30 años de experiencia en el servicio de Vías y Obras de la Diputación, el ingeniero Aurelio Martínez, coordinador de este departamento, mira el panorama mientras explica los daños al vicepresidente segundo de la Diputación, Bernardo Villar, y al también diputado provincial Eduardo Párraga. Y allí, sobre el terreno, reconoce que hará falta una actuación de cierta enjundia para conseguir restablecer el tráfico en esta carretera comarcal que une las provincias de Cádiz y Sevilla. Pero Martínez es optimista. Entre octubre y noviembre, calcula, la Olvera-Coripe volverá a estar operativa y, de paso, volverá a estar expuesta a los caprichos de la naturaleza.

Los desperfectos en esta carretera son los más importantes que han ocasionado los temporales de este primer trimestre del año en la red de carreteras que depende de la Diputación, en especial en la comarca de la Sierra. Pero, lamentablemente, no son los únicos. Hasta en medio centenar de puntos de dicha red viaria -que suma 807 kilómetros- el agua ha impuesto su dictadura arrasando con todo lo que se ha ido encontrando: carreteras, fincas, olivares y otras tierras de cultivo. Ello ha obligado a la Diputación a aprobar un primer paquete de obras de emergencias que incluye trabajos de reparación en una docena de puntos repartidos en cinco carreteras provinciales. Después, pronto, vendrá una nueva partida de obras de emergencias y luego, cuando estén los proyectos técnicos concluidos, habrá que actuar de nuevo en estos y en otros enclaves para restituirlos a su estado primitivo. En total habrá que invertir entre cinco y siete millones de euros, según los cálculos del gobierno de la Diputación.

Para determinar cuáles son las actuaciones prioritarias, el criterio principal ha sido restituir el tráfico en aquellos lugares en los que el cierre de la carretera en cuestión obliga a los vecinos afectados a dar rodeos más grandes. Y también se busca prestar asistencia urgente a aquellas empresas que se han quedado aisladas. Es el caso, por ejemplo, de una explotación ganadera ubicada en un margen de la Olvera-Algodonales (CA-9109). Hasta hace pocos días la leche tenía que ser sacada del lugar a mano, por los destrozos habidos en el asfalto; hoy, aunque con ciertas dificultades, el camión puede entrar y salir de la explotación mientras operarios de una de las cuatro brigadas de Carreteras de la Diputación trabajan a destajo y bajo un sol abrasador para allanar el camino en esa misma vía.

Esta carretera Olvera-Algodonales registra tres de las primeras doce obras de emergencia que han sido aprobadas. Las demás se localizan en la CA-9113 (El Gastor-Setenil), la CA-6107 (Algar-El Bosque), la CA-6108 (Algar-Puerto Galis) y la CA-8201 (Jimena-Puerto Galis) que es la principal conexión entre la Sierra y el Campo de Gibraltar y también la vía que más quebraderos de cabeza ocasiona a los responsables de Vías y Obras de la institución provincial.

El objetivo es abrir estas carreteras al tráfico lo antes posible pero sólo cuando la seguridad de conductores y peatones esté garantizada al cien por cien. Pero, junto a ello, hay otro elemento menos tangible al que Aurelio Martínez da mucha relevancia. "La red secundaria de carreteras tiene la característica de que está muy pegada al terreno y a los pueblos. Forman parte de la vida cotidiana de los vecinos y nuestra obligación es que las obras que hagamos no alteren esa esencia", reflexiona con cierto aire de romanticismo.

Algunas carreteras han tenido peor suerte porque en ellas no caben obras de emergencia. Sus destrozos son tan graves que los técnicos ya han advertido que no hay apaño posible, que su solución pasa por redactar un proyecto y acometer unos trabajos más complejos y concienzudos que arranquen desde el mismo subsuelo. Es el caso del tramo de la Olvera-Coripe antes referido pero también de otros muchos como, por ejemplo, del conocido como el Carril del Duende, una carretera secundaria (CA-9111) que conecta la vía El Gastor-Setenil con la Olvera-Algodonales. En esta carretera el agua cayó ladera abajo como si de una cascada se tratara destrozando fincas, filtrándose por el subsuelo, causando corrimientos de terreno y arrasando el asfalto, los quitamiedos, las señales y todo lo que se pusiera en su camino.

Los seis ingenieros que conforman el servicio de Vías y Obras de la Diputación trabajan, tanto sobre el terreno como sobre el papel, para ultimar cuanto antes el proyecto y el presupuesto de la obra que habrá que acometer tanto en esta carretera como en otras muchas. La idea es que todos estos trabajos puedan ir desarrollándose durante el verano para que estén ultimados entre el otoño y el invierno próximos. Pero, ¿qué seguridad tienen esas actuaciones de que evitarán que aparezcan nuevos destrozos en los próximos años? Aurelio Martínez responde con contundencia: "Ninguna". Y es que la naturaleza manda y la dictadura del agua es incontestable. Por donde quiera pasar pasará y más si, como ha sucedido este invierno, los cauces de los ríos y los arroyos continúan obturados. Torre Alháquime, que aún mantiene visibles los daños ocasionados por el cercano Guadalporcún, puede dar fe de ello.

En un punto de la carretera El Gastor-Setenil operarios de la Diputación adecentan la vía. Manuel Zambrana aguanta estoico el cartel que regula el tráfico mientras otro compañero, Paco Badillo, retira con una excavadora la arena caída sobre el asfalto, convertido en un peligro latente. En este enclave dos imágenes llaman la atención: la primera, una señal de prohibido adelantar semienterrada por el lodo; a su lado, y pese a que hace ya más de dos semanas que no llueve, un chorro de agua se hace visible en la ladera, donde ha abierto muchas oquedades. Y es que el agua sigue ahí, campando a sus anchas por cualquier rincón de la Sierra. Los destrozos de su dictadura siguen amenazantes.

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