Provincia de Cádiz

Aquella noche en el Congreso

  • "El 23-F fue una prueba de fuego a la democracia recién nacida. Y se superó"

Esta mañana tomando café me han contado en el bar que alguien vio por Málaga a Tejero paseando y que 20 periodistas iban tras él para preguntarle, pero él no dijo ni una sola palabra. Me he acordado que hoy hace nada más y nada menos que 36 años de aquel golpe de Estado, cuando asaltó el Congreso de los Diputados con un grupo de guardias civiles engañados dando tiros. De resultas fue condenado a 30 años de cárcel, de la que salió al haber cumplido la mitad y completamente libre en 1996.

No es hora ya de volver a aquel drama, pero sí de recordar algunas cosas, cuando por algunas partes se echa humo y hasta candela sobre aquellos años de la Transición. Lo primero, que gracias a aquella democracia, aún en la cuna, Tejero no fue fusilado al amanecer, como había ocurrido otras veces en nuestra historia por golpes de Estado, en la Guerra Civil a tantos militares de uno y otro bando y más atrás a los significados generales liberales Riego en Madrid, Torrijos en Málaga y Jurado en Vejer en el XIX.

"Quienes ahora maldicen aquella Transición, no saben de la misa la mitad""Los diputados teníamos la convicción de que a la mañana siguiente seríamos expurgados"

Aquel 23 de febrero fue un día aciago por lo que significaba una vuelta atrás, el pretendido control de la milicia, como árbitro de la Patria, sobre el poder político votado y elegido por el pueblo. Era la expresión de nostálgicos aún en el rescoldo del régimen anterior y respuesta a las convulsiones que por el cotarro público existía con los crímenes de ETA y las intromisiones externas e internas de diversa índole. La Transición fue un parto, pero se dio a luz a una democracia que, con todas sus espinas, es la mejor y más justa manera de gobernar un país moderno.

En cuanto la radio y la televisión dieron la noticia y los diputados estaban por los suelos a la sombra de los subfusiles, en pueblos y ciudades cundía la alarma o la expectación. Sé que en algunos pueblos de nuestra provincia las derechas duras y puras brindaron con champán y salieron a la calle algunos hasta con escopetas y e incluso otros fueron al cuartel de la Guardia Civil a ofrecerse. Y por la otra cara, hubo alguna orden de Comité Provincial para que se eliminaran las fichas de los afiliados, recordando lo que pasó en 1936, y que permanecieran a la espera de los acontecimientos y en expectativa para huir hacia Gibraltar ( verídico). Incluso algún barquito estaba preparado para saltar hacia Marruecos.

Tengo que decir con orgullo y satisfacción que en Vejer la Corporación municipal en pleno (UCD y PSOE). bajo la dirección del teniente de alcalde Manuel Rendón, se reunió en sesión urgente y aprobó por unanimidad, cuando todavía estábamos secuestrados, una moción condenando el asalto al Congreso y exigiendo la inmediata liberación del Gobierno y los diputados.

Quienes ahora con el babero quitado y las ínfulas de profesores vanguardistas maldicen aquella Transición, no saben de la misa la mitad. Cierto es que aún queda mucho camino por andar, pero no con la vuelta atrás ni de un signo ni de otro. Que no se trata de revueltas y de totalitarismos o populismos de uno u otro signo sino de trabajo serio y responsable. Hay que recordar el espíritu que avivaba a la clase política, la cortesía parlamentaria, la primacía del interés público sobre las divergencias de partido, la concordia para elaborar leyes y proyectos entre todos salvando las discrepancias ideológicas...

Aquella tejerada fue trágica, por suerte y milagro sin sangre salvo algunos heridos en la tribuna de visitantes, y quedan en el recuerdo muchas anécdotas vividas en el hemiciclo, la actitud valiente de Carrillo, Suárez y Gutiérrez Mellado de no ir a tierra, la chulesca actitud de Tejero intentando tirar al suelo al digno general. Sé que cuando sale el tema, te preguntan con suma curiosidad sobre aquellas circunstancias. Nosotros teníamos la convicción de que, a semejanza de los que pasó en la Guerra Civil o en la Chile reciente con Pinochet, íbamos a la mañana siguiente a la Plaza de toros o similar, donde íbamos a ser sacados y expurgados según circunstancias al fusilamiento o a la cárcel, por ser los responsables de aquella España. Por eso cuando después sacaron aquellas sevillanas escatológicas ridiculizando a los diputados, yo recordaba lo que le pasó a aquel que iban a fusilar una mañana y pidió a sus verdugos permiso para hacer sus necesidades porque estaba descompuesto.... Que nadie sabe lo que es estar en capilla o pensarlo, sin haberlo sufrido. En verdad aquella noche fue la noche más negra de nuestra vida, por el dolor y el sentimiento de que todo aquel esfuerzo se iba a venir abajo, porque se volvía a las andadas y también porque somos humanos. Mi madre me contaba una anécdota ilustrativa. Cuando fueron a fusilar a nuestro gran paisano escritor don Pedro Muñoz Seca, los fusileros quitaban a todos los penados cuanto poseían: relojes, dinero, medallas . Al llegar a él les dijo: "Hay una cosa que no me podéis quitar". "¿Qué es?", le preguntaron. Y él respondió: "El miedo que tengo".

Por citar algunas cosas... cómo nos encomendábamos los hijos con el compañero de al lado, por si uno no salía vivo y el otro quedaba libre; cómo con mi compañero de Cáceres musitando y por lo bajini especulábamos la manera de escapar, él decía que por la frontera con Portugal y yo optaba por un barco de un amigo de Barbate hacia Marruecos; cómo me animó un cabo de la Guardia Civil que me conoció; cómo le dio un infarto al revolucionario canario Sagaseta; cómo nos entró el canguelo cuando de madrugada vimos entrar en el hemiciclo a la Policía Militar, o cuando oímos ruidos de aviones; cómo que se fue la luz y rompieron los asientos de algunos sillones amontonando allí mismo la crin para hacer fuego, y Tejero ordenó a los guardias se pusieran en las bocas altas de salida con la orden de disparar si alguien salía por ellas; cómo el ministro de Justicia, Íñigo Cavero, a medianoche se alzó en acto espontáneo y trágico, diciéndole a Tejero que disparara contra su pecho, o Fraga igualmente gritándole que él era amigo del general Milans del Bosh y era imposible que ayudara al golpe; cómo aquel guardia regordete que nos apuntaba en el hemiciclo, al oír charlas y susurros, decía muy ufano y tocando su fusil "¡que esto funciona!"; cómo nos abrazábamos a la salida, cuando fuimos liberados con alegría desbordante y cómo me abrazó el portero de mi casa, cuando me vio entrar tras el secuestro en el zaguán...

Todavía hay quienes ven fantasmas y colaboraciones ocultas en aquella asonada. Pero el tiempo va decantando que todo fue una conjunción de intereses y de nostalgias mal digeridas. El Rey Don Juan Carlos fue protagonista ejemplar y decisivo para abortar lo que pudo ser una tragedia en la España reciente. Gracias a él se cortó en seco y con la mayoritaria voluntad del pueblo se consolidó el régimen democrático.

Todo esto es agua pasada. Lo importante es que fue una prueba de fuego a la democracia recién nacida. Y que se superó como otras tantas cosas de aquel tiempo. El verdadero mensaje es que, pese a todo, la democracia triunfó y que hoy vivimos en una sociedad libre y solidaria. Y que la solución a todos los problemas actuales no se arreglan defenestrando aquellos postulados y aquella época, sino construyendo con los ladrillos de la democracia, de la solidaridad y de la justicia un mundo mejor. Sin alharacas ni cantinelas pretendiendo que la calle y el asambleísmo sean el foro de la política sino con trabajo, cabeza y tesón.

No quede por tanto como recuerdo de aquella fantochada la imagen de aquel mal militar apuntando con su pistola la sien del presidente de las Cortes, Landelino Lavilla, ni el mismo zancadilleando a su general Gutiérrez Mellado, sino cómo la democracia superó el rescoldo troglodita de la vieja España y cómo todos los españoles y sus partidos políticos fueron capaces de superar una dictadura, abriendo camino a un futuro nuevo con diálogo, concordia, solidaridad y justicia.

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