REPASO HISTÓRICO

La feria más larga

  • Los jerezanos se han entregado durante siglos a una celebración única. Primo de Rivera consolidó una feria lúdica y comercial que continúa aún hoy

En esto de la fiesta, el jerezano es un privilegiado. Lo prueba el que, hace más de quinientos años, la ciudad ya disfrutara de dos ferias, las dos festivas y comerciales. Las dos se movieron de un lado a otro, porque esta feria, además de milenaria, es nómada. Y hasta tres había en el XIX, la más importante en los llanos de la antigua Caulina, que pudo presumir de hipódromo. Así somos en Jerez. Más tarde, un sanluqueño, Julio González Hontoria,  a la sazón alcalde de la muy noble ciudad, cedió personalmente los terrenos donde se asentaría la feria que hoy conocemos. Y, por fin, un vasco, cómo no, le imprimió su carácter diferencial e internacional, el del caballo. Fue Miguel Primo de Rivera, nieto del general y sobrino de José Antonio, el fundador de la Falange Española. Se educó con el príncipe y luego rey Juan Carlos, fue consejero nacional del Movimiento, hombre importantísimo en la transición y alcalde honorario de Jerez,  trajo aires de modernidad a la adormecida ciudad gracias a sus influencias y su enorme amistad con Franco. Con buen ojo, asumió la Semana del Caballo que organizaba el recordado Álvaro Domecq y Díez a la fiesta de la primavera y creó la que, hoy día, es la Feria del Caballo.

La glosó un gaditano internacional, aunque ligado a Jerez por vía matrimonial, José María Pemán, que confesó en alguna ocasión que nunca se separaba “de la Monarquía, El Divino Impaciente y la Feria de Jerez”. Y desde 1976, se viene pregonando esta celebración única. El jurispoeta Benito Pérez fue el más original: Brindó hasta seis veces por Jerez, por la primavera, por el caballo, por la democracia, por la feria y por la amistad.

El espíritu de aquellas ferias medievales condicionaron el desarrollo de la fiesta. Importantes deberían de ser, si consideramos que hasta aquí acudían mercaderes de Francia, Bretania e Inglaterra, atraídos por la compra de nuestros vinos y caballos, aunque su interés claramente económico no impidió que, desde un primer momento, estos eventos fuesen también punto de diversión para el pueblo. Jesús Caballero Ragel nos habla de trovadores y actores que entretenían al público, además de espectáculos, luchas  o torneos. Los más pequeños ya accedían a las golosinas del momento: vegetales, altramuces, aceitunas, pan y miel... Hasta la época moderna de la ciudad el caballo no tomará un especial protagonismo en las ferias jerezanas, cuando los distintos bandos nobiliarios rivalizan con sus corceles por la Corredera; los antiguos juegos de lanza se consolidan, mientras los monjes de La Cartuja desarrollaban la cría del caballo hispano-árabe.

El alcalde corregidor Manuel Vivancos Menchaca ‘plantó’ la feria principal de Jerez en Caulina en 1868. A unos cuatro kilómetros de la ciudad, hubo que habilitar gran número de carruajes  y caballos –que ya eran adornados por entonces– para que la población pudiera trasladarse al recinto, que albergaba casetas de madera cubiertas de lona decoradas en su interior con farolillos de papel y cartel, guirnaldas y flores; una amplia zona se estableció para el ganado que se comercializaba y la venta de aperos agrícolas. Se organizaban cucañas y rifas, además de tablaos con orquestas. El flamenco aún no estaba presente en la fiesta, denostado por la entonces burguesa sociedad jerezana de la Restauración, aunque el vino ya era bebida de uso corriente. Las carreras de mulos y caballos obligaron a levantar un hipódromo y también se hizo preciso un coso taurino. Pero lo que más pirraba al público eran los acróbatas del circo del Príncipe Felipe de Madrid y el circo de Mr. Prince, famoso domador de fieras.

“El Excelentísimo Señor Alcalde, así como los concejales que suscriben, atendiendo a la general opinión respecto a las ventajas que para el interés público han de resultar  con la traslación de la Feria de Caulina al sitio llamado Era de Morales, vienen desde algún tiempo atrás ocupándose de dar cima a un pensamiento que consideran de la mayor importancia...”   Era el 3 de febrero de 1888, una fecha importante para la feria de Jerez: Se unificaba la llamada feria-venta de la dehesa de Caulina  con la que hoy se conoce  por feria lúdica. La unificación se trasladó a la Era Morales o parque González Hontoria, el grandioso recinto que desde 1903 sigue acogiendo la feria de la primavera jerezana. En 1966, Miguel Primo de Rivera agrupó bajo el nombre Feria del Caballo todos los actos de diversión, espectáculos hípicos y las exposiciones de ganado y maquinaria agrícola. El caballo se convirtió en el verdadero protagonista de la feria jerezana, que consiguió hacerse con un sello propio que aún hoy la hace distinta a las de su entorno. En los años de la democracia, la Feria no sólo se consolidó, sino que llegó a alcanzar un prestigio espectacular.  Con algún que otro retoque, el alma de la feria inventada por el joven alcalde vasco sigue igual. La historia y la tradición forjaron la actual feria de Jerez y el firme apoyo popular hizo que ésta perdurase a través de los siglos, desde prácticamente la conquista cristiana de la ciudad.

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