La Historia es neutra. Cuenta lo que pasó y analiza las causas de los acontecimientos y sus consecuencias. No puede obviarse. Hay historias buenas y malas y la consideración ética del comportamiento de sus protagonistas, o de sus secundarios o de sus mamporreros, no es estrictamente histórica. Ahora bien, que la historia sea una, desprovista de juicio moral, no implica, bajo ningún concepto, que haya que celebrarla poniéndole el nombre de cualquier malvado a una calle.

En nuestro país y en nuestra comunidad tenemos leyes de memoria histórica que deben cumplirse. Las tenemos por dos motivos: porque se aprobaron legítimamente en el Congreso y en el Parlamento y porque hubo una guerra civil a la que sucedió una dictadura, preñada de represión, razón última que las justifica. El siglo XX está lamentablemente repleto de excesos y de enfrentamientos y son muchas las democracias europeas que lastran su historia con personajes abyectos. Los tuvieron, los sufrieron y los estudian, pero no los reconocen.

Es impensable encontrar en Alemania una calle dedicada a cualquier nazi, o en Italia a cualquier fascista, o en Francia a cualquier colaboracionista. No hay más: es un debate estéril. Y pocas formaciones que aspiren a ser mayoritarias se atreven a cuestionar esa decisión lógica, razonable y, sencillamente, de pura y simple normalidad democrática. Es torpe mantener la equidistancia porque no debe existir entre la represión y la democracia.

Córdoba retirará de su callejero los nombres de quince personas con una vinculación acreditada al golpismo y la represión franquista. Probablemente no es una decisión ni urgente ni vital. Desde luego: han pasado cuarenta años desde el fallecimiento del dictador y apenas deben quedar ya represaliados vivos; prisa no ha habido. Pero no nos rasguemos las vestiduras porque esta ciudad ya tuvo una Avenida del Generalísimo, una plaza de José Antonio y no sé cuántas calles más de próceres del régimen que, al llegar los ayuntamientos democráticos y valientes, desaparecieron y cambiaron sus nombres o los recuperaron, Ronda de los Tejares, Tendillas, arrebatados antes por quienes usurparon todo, hasta el tuétano, sin más ley que la de su victoria. Entonces, mucho más reciente la dictadura y más vivos los recuerdos, e incluso vivos quienes hoy ya están muertos, no hubo tanto revuelo; hace gracia ver cómo se cuestiona hoy la retirada de los segundones, porque hay cosas más importantes, que las hay, cuando no abrieron el pico al limpiarlas de los nombres de los gerifaltes.

Salvar el nombre de las calles de la ciudad de personajes que tuvieron un papel histórico vil e ignominioso no soluciona nuestros problemas, sin duda, pero tener la casa con desconchones no impide limpiarla de suciedad ordinaria. Y, después, a navegar.

MÁS ARTÍCULOS DE OPINIÓN Ir a la sección Opinión »

Comentar

0 Comentarios

    Más comentarios