Sociedad

La crisis y el paro son perjudiciales para la salud y el sistema sanitario

  • Los desempleados acumulan factores de riesgo para su salud física y mental y registran mayores tasas de mortalidad y suicidio · La angustia por la inseguridad laboral hace aumentar las terapias psicológicas.

A estas alturas de la crisis económica, nadie duda de que resulta perjudicial para la salud -física y, sobre todo, mental- y, de rebote, para el sistema sanitario. Así lo refleja un reciente informe de la Asociación Internacional de la Seguridad Social (AISS), que ve avalada esa tesis por numerosos estudios en todo el mundo. Y en la misma dirección apuntan otros realizados en España que confirman los quebraderos de cabeza provocados por dos síntomas típicos de la crisis: inseguridad laboral y desempleo.

Las preocupaciones ya se habían dejado sentir antes del desbarajuste financiero en 2007, pero se han acentuado hasta adquirir perfiles casi obsesivos. Como apuntaba la psicóloga María Jesús Álava al recoger en su libro Trabajar sin sufrir (2008) su experiencia profesional en la primera etapa de la crisis, el trabajo aparecía en el trasfondo de la mayoría de problemas y conflictos que llegaban a su consulta. Y, significativamente, en dos años habían aumentado un 50% los trabajadores que necesitaron terapia psicológica por su angustia ante la posibilidad de perder su empleo o sus condiciones laborales conseguidas tras años de esfuerzo.

A finales de 2010, un estudio de la Fundación Pfizer confirmaba la tendencia: por culpa de la crisis, el 44% de la población sufría más estrés y tensión que dos años antes. La correlación trabajo-salud se reflejaba en el 28% que atribuía su retroceso de calidad de vida a menores ingresos o mayores achaques. Y sus perspectivas no eran mejores: el 44% confesaba su miedo a perder su empleo en el año siguiente (el 86% de los parados no esperaba encontrar pronto un empleo aceptable), y el 70% temía un deterioro de la sanidad a corto y medio plazo.

Ese escenario quedaba ratificado por esas fechas en una jornada sobre las repercusiones de la crisis en la salud mental, que señalaba un doble 15% de aumento en las consultas de atención psicológica y los diagnósticos de trastornos de adaptación. El perfil típico lo dibujaban pacientes que habían perdido su trabajo, u otros que aún lo tenían pero sentían la amenazante sombra del despido. Tal incertidumbre laboral y los apuros económicos son, como ha quedado claro en el reciente Día del Sueño, motivo de crecientes casos de insomnio.

Pero el insomnio es solo un efecto insano de la crisis, que deja otras huellas, desde la ansiedad o la depresión hasta problemas dermatológicos y somatizaciones de origen emocional y psicológico. Según el informe de la AISS citado al principio, el paro es un claro factor de riesgo para sufrir problemas psicológicos, que alcanzan al doble de personas sin trabajo (34%) que con empleo (16%). Y cuanto más se alarga el desempleo, peor es la salud mental, que además causa daños en cascada -estrés y tensiones- en el ámbito familiar.

En niveles de máximo riesgo están los suicidios (un estudio en 26 países europeos registró un 0,79% más entre 1970 y 2007 por cada 1% de aumento del paro), hipótesis que se confirmó en la crisis asiática de los 90 y en los últimos años en Grecia. Y todo indica que las crisis conllevan un incremento de mortalidad general, no solo por la pérdida de ingresos -que suele traducirse en peor alimentación, alojamiento e higiene-, sino también por el deterioro de los servicios de protección social y sanitaria y el consecuente descuido de las medidas preventivas en salud. La caída y declive económico del bloque soviético llevó en pocos años a tasas de mortalidad hasta un 20% más elevadas.

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