Salud y Bienestar

"Si no se trata al niño desnutrido hipotecamos su futuro y el de su país"

  • La presidenta de MSF valora positivamente la reciente cumbre alimentaria celebrada en Madrid y señala la importancia del acceso a la salud para el desarrollo de las sociedades más desfavorecidas

Desde niña Paula Farias tuvo claro que dirigiría su profesión hacía la ayuda humanitaria, por eso tras hacerse médico de familia se especializó en medicina tropical. En 1999 entró en la organización no gubernamental Médicos Sin Fronteras donde ha trabajado en conflictos como los de Kosovo, Irak, Congo o Sudán. Así como ha asistido en terreno las emergencias nutricionales o epidemiológicos de los países más olvidados. En el año 2006 sus compañeros la eligieron presidenta de la ONG.

-¿Cuál es el perfil del sanitario que se incorpora a MSF?

-A nivel profesional se exige dos años de experiencia y el control de idiomas, inglés o francés. Pero sobre todo lo que se exige es mucho compromiso, gente indignada que de alguna manera tenga ganas de convertir la indignación en compromiso, en acercarse a los demás. Es casi lo más importante.

-Entre vuestras prioridades está la atención de niños y mujeres. ¿Cuántos niños mueren y cuáles son las enfermedades causantes?

-Mueren demasiados y de una forma injustificada. Los niños se mueren de desnutrición, de enfermedades respiratorias, de diarreas, de enfermedades vacunables como el sarampión, y luego de malaria, que es quizás la única que tiene un componente exótico entre comillas. El resto de las causas de la mortalidad infantil son absolutamente tratables y prevenibles y, desde luego, de las que en este mundo nuestro occidental no se muere ningún niño. Al final, el resumen es que los niños y los no niños, los adultos, mueren de pobreza y de abandono. En cuanto a cifras, alrededor de 10.000 niños al día fallecen por desnutrición, unas cifras que personalmente me parecen intolerables. O de sida unos 300.000 menores cada año, unas cifras casi inexistentes en Occidente.

-Entre las responsabilidades gubernamentales, ¿qué valoración hace de la reciente cumbre alimentaria en Madrid a la que han asistido 95 países?

-Estamos satisfechos porque en la cumbre se ha hablado mucho sobre las causas de la desnutrición, y se ha dicho que es un problema agudo que requiere un tratamiento ya. Y es que no basta con el slogan de que hay que enseñarles a pescar, el que tiene hambre y se está muriendo necesita asistencia urgente, y en esta asistencia hacemos incidencia, sobre todo, en los menores de 5 años para que salgan de la espiral de la desnutrición, si no es ahora tienen hipotecado su futuro y en consecuencia el de su país. El hambre tiene esta doble mirada: hacia las causas, y hacia el tratamiento sanitario.

-¿Qué otros agentes públicos o privados pueden participar del compromiso con la salud?

-Fíjate, pese a la crisis el número de socios este año ha sido un record y esto es bueno para recuperar la confianza en el género humano. A las duras parece que también somos capaces de volver la mirada hacia los que están peor que nosotros. Desde MSF lo que tratamos de alguna manera es enfrentar a cada uno con sus responsabilidades. Por ejemplo, los laboratorios farmacéuticos evidentemente no son ONGs, son compañías creadas para ganar dinero, pero no puede ser que la investigación y el desarrollo estén únicamente definidos por criterios comerciales.

-¿Cómo de importante es la salud para el desarrollo de un país?

-En un país pobre las estructuras no funcionan y la salud es una de las primeras víctimas del fracaso del sistema social. Pero además se produce un círculo vicioso porque una población que crece sin acceso a la salud tendrá carencias , y como consecuencia dará generaciones a las que les va costar remontar ese fracaso social sanitario de su país. Con lo que la salud tiene este doble aspecto en el desarrollo: es una causa y una consecuencia.

-A menudo la salud en los países en conflicto se convierte en un instrumento político para ejercer presión, ¿cómo lo ideáis para poder ofrecer asistencia?

-Nos encontramos con problemas prácticamente de todas las partes en conflicto y con todas ellas negociamos, con unos y con otros para poder entrar porque lo que nos mueve es asistir el sufrimiento de las personas. No juzgamos las causas ni analizamos políticamente la situación porque no nos corresponde a nosotros.

-Pese a la neutralidad, ¿cuántos de vuestros compañeros han muerto ejerciendo la medicina?

-Lamentablemente bastantes. Sin ir más lejos, el pasado domingo uno de febrero murieron dos compañeros en Pakistán cuando conducían una ambulancia de MSF, una de las pocas organizaciones autorizadas para operar en la zona. Pero claro, de sus muertes no se han hecho eco los medios de comunicación porque no eran occidentales, eran pakistaníes.

-Sobre omisiones habla el informe que lanzasteis el pasado enero bajo el título Las diez crisis humanitarias más desatendidas de 2008. ¿Cuál destacarías especialmente?

-Me quedo con Congo y, sobre todo, con Somalia porque es un país que lleva 18 años de guerra, con unos indicadores sanitarios absolutamente catastróficos. En Somalia hay un 80% de la población que no tiene acceso a la salud, lo que quiere decir que 8 de cada 10 somalíes no van a ver nunca en su vida a un médico aunque estén enfermos. La esperanza de vida es de 45 años, y uno de cada cuatro niños menores de 5 años muere por falta de acceso a la salud, por desnutrición, por toda una serie de factores. Además es una país sometido a una espiral de violencia desde hace 18 años de la que no se habla. De Somalia se dice mucho de los tribunales islámicos, de las tropas etíopes que van y vienen, de los piratas, de los pesqueros, de intereses básicamente comerciales, pero no se habla de la población civil que está sometida a esa violencia y que está atrapada en las ciudades o huyendo de un país a otro.

-¿Cuando finaliza una misión?

-Nosotros trabajamos la emergencia y cuando deja de serlo y se convierte en una situación basal, normalmente, solemos terminar las operaciones y dejamos el campo a otras organizaciones.

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