Caridad

Sones militares y paso marcial para escoltar a Jesús muerto en la cruz

  • La Legión imprime su fuerte carácter a la hermandad de San Francisco

Un, dos, un, dos. La banda de tambores y cornetas del Tercio Gran Capitán Primero de la Legión enfila la calle San Fernando en busca de la iglesia de San Francisco. Un, dos, un, dos. Ritmo marcial. Los tambores retumban y las cornetas ensordecen. Un, dos, un, dos. Los niños tararean El novio de la muerte, golpean tambores de juguete y desfilan entre el bullicio con la mirada erguida y el paso firme.

El tercio de la Legión avanza con prisa por la calle San Fernando, pisadas fuertes y cantos con voces graves, arrancando aplausos de la multitud y miradas de expectación mientras el viento arrastra los nubarrones. La amenaza de la tormenta también obligó a la Real Hermandad y Cofradía del Señor de la Caridad a pedir media hora de prórroga a la Agrupación de Cofradías, que fue consumida a ritmo militar por el público que se agolpó en los alrededores del Compás de San Francisco para ver desfilar a los legionarios.

La procesión de la Caridad, al final, se atrevió a salir a la calle, acompañada por cantos militares y cientos de flashes de fotógrafos aficionados ávidos de Semana Santa. Tal era el cúmulo de público en las primeras calles del recorrido de la Caridad, que muchos no pudieron ver el desfile, sólo oyeron los cantos militares, las cornetas y los tambores tocados con brío y el ruido de las piruetas de las armas. El Cristo de la Caridad, muerto en la cruz, avanzó rodeado por el incienso, con la escolta de varios cientos de nazarenos con túnicas negras de luto y capirotes rojo sangre.

La muchedumbre se agolpó en las calles Romero Barros, Lucano, en la plaza del Potro, en la calle San Fernando, siguiendo los sones militares y el avance pausado de la Caridad bajo el cielo despejado de la noche. La lluvia, al final, no interrumpió el desfile, que solventó sin problemas un incidente en el itinerario.

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