la viga

Gótica arquitectura muerta

  • Los tambores destemplados de Agripino Lozano aportan el redoble musical al Socorro

El Cristo de la Viga se perfila en la puerta principal de la Catedral de Jerez haciéndose a la luminosa tarde de ayer.

El Cristo de la Viga se perfila en la puerta principal de la Catedral de Jerez haciéndose a la luminosa tarde de ayer. / pascual

Se acercaban las seis de la tarde del Lunes Santo y en el primer templo jerezano se respiraba devoción. A la apertura de puertas de la Santa Iglesia Catedral ya estaba el cortejo de La Viga dispuesto para elevar su cruz de guia por primera ven este 2018 y empezar su estación de penitencia, la cual estaba prevista que se prolongara durante casi seis horas. Cabe destacar que en la presidencia estuvo el Gobierno local con la alcaldesa, Mamen Sánchez, al frente.

Unos minutos más tarde, comenzaban a sonar las primeras notas musicales de 'La muerte no es el final' que indicaban que la cofradía de La Viga ya tenía su primer paso en la calle. Aunque el misterio de la hermandad no lleva acompañamiento musical, tras sobrepasar el dintel de la puerta principal de la Catedral, la Banda de Música Maestro Agripino Lozano, de San Fernando, lo acompañó con la marcha de Cesáreo Gabaraín. Ésta ha sido un año más la corporación encargada de acompañar musicalmente a la imagen de la copatrona jerezana Nuestra Señora del Socorro.

Un pececito de plata cofradiera recordó al pequeño Gabriel en el paso de palio

Sonaba el golpe de llamador del capataz, Eduardo Salazar, y comenzaba una de las primeras revirás hacia el Reducto Alto del Santísimo Cristo de la Viga. Al igual que años atrás, el exorno del paso estaba compuesto por espinas y un monte de piedras que fue estrenado el pasado 2016.

El sonido producido por las bambalinas y el olor a incienso indicaban ya que el palio guiado por Álvaro Barba estaba a escasos metros de ver la luz de Jerez. Cuando comenzaba a sonar 'Cristo de la Viga', de Francisco Orellana, se confirmaba. La copatrona de Jerez, Nuestra Señora del Socorro, estaba en la calle y salía un año más con su corona procesional enriquecida de medallas y rodeada de rosas rosas y flores moradas. Junto a ella, un pececito de plata cofradiera recordó al pequeño Gabriel.

En la estación de penitencia acompañaban a la hermandad casi 200 nazarenos, todos con el hábito unificado de túnica y antifaz negros y la capa y el fajín en color púrpura.

Al paso de la cofradía por Carpintería Baja, enclave de marcada estrechez y repleto de público, se comenzaban a encender los cirios color tiniebla y blanca del misterio y palio, respectivamente.

El Cristo, imponente, seguía el paso firme y devocional de sus costaleros y, Nuestra Señora, se deslizaba cuidadosamente a los sones de unas marchas escogidas a la perfección mientras se dirigían hacia la carrera oficial.

Si la recogida de la hermandad en su templo estaba prevista el lunes para las 23,50, una hora y media antes ya comenzaban a llegar jerezanos y turistas a las inmediaciones de la Catedral. El protocolo de seguridad estaba ya preparado y la multitud se empezaba a emplazar para presencial la recogida más peculiar de la Semana Santa en la ciudad.

El momento se acercaba. Las bengalas comenzaban ya a consumirse entre aplausos mientras el misterio recorría la rampa catedralicia dejando una estampa digna de admirar.

El entorno del primer templo jerezano se encontraba envuelto en un humo rojo que creaba belleza y destacaba a los titulares de la cofradía de La Viga. Minutos más tarde, la puerta principal de la Catedral se cerraba y se iniciaba una vez más la cuenta atrás para un nuevo Lunes Santo.

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