Días de arte

Lunes Santo de muchos matices

LOS esplendores del día iniciático, con la ilusión atemperada por lo vivido en un Domingo largamente esperado, dan paso a un Lunes tranquilo donde el sentido cofradiero adquiere una dimensión distinta. Es día de matices, de muchos matices, que se encuentran en un universo ciudadano donde lo laboral de la jornada impone su potestad y la Semana Santa patrocina una realidad justificada por hermandades con sello personal, alejadas de lo tumultuoso y de las alharacas impuestas por las modas, la vanidad y la soberbia de las que se creen superiores. Lunes de un barrio que se adueña de un Jerez expectante, de lección penitencial suprema con tintes distintos, de historia jerezana perdida en los albores de los tiempos, de exuberancias costaleras y de novedades festivas. Lunes Santo que explica el verdadero sentido de lo que es la realidad de la Semana Santa de Jerez. Un Jerez que prefiere mirarse en los poco preclaros espejos foráneos y abandonar la esencia de un pueblo que se deja llevar por lo fácil y esquivo de allende y olvidarse de una historia que patrocina infinitamente más.

Como siempre ocurre en esta Semana Santa según el pueblo, la realidad está definida por los postulados que marcan unos pocos. Por eso, en el organigrama de este Lunes Santo, el hecho incuestionable de una afición incontestable hacia todo lo que rodea al mundo de los costaleros marca los intereses de un día en el que muchísimos se abandonan a las bellas circunstancias de un discurrir procesional que atrae y deja en suspenso otras muchas realidades. El paso de la Sagrada Cena Sacramental posibilita un espectáculo determinante que ha creado fortuna y que ha fomentado una afición cada vez mayor, yo me pregunto si tiene mucho que ver con lo que realmente se representa. Lo cierto es que el supremo andar de la gente que manda un capataz ya con nombre de leyenda en ese paso que saliera del taller de Castillo Lastrucci es asunto que supera la religiosidad para convertirse en algo más, fenómeno social en esta Semana Santa según el pueblo. El capataz jerezano ha creado escuela, ha impuesto unos modos a los que muchos quieren mínimamente llegar sin conseguirlo, unos lo imitan burdamente en la distancia, otros lo denostan con envidia y entre todos lo elevan a una categoría especial que lo convierten en caso único en esta fiesta de complejos, mediocres e intereses espurios.

En el otro eje de las coordenadas semanasanteras de este Lunes, se encuentra el intimismo penitencial, totalmente hacia dentro, de la Hermandad de Amor y Sacrificio. Máximo y mínimo, a la vez. Extremos imposibles de una realidad que llega a la cima en un acto penitencial único y que es sima de espectacularidad cofradiera al uso.

Lunes Santo de historia viva jerezana. Dos imágenes que marcan puntos equidistante en el discurrir de un Jerez antiguo que vive nuevas realidades. Aquella Virgen del Socorro, que fue copatrona en las glorias populares y que ha trascendido en imagen dolorosa, de exquisita belleza y especialísimo sentido iconográfico, es hoy modelo a seguir; estancia viva de una religiosidad sin alharacas y con mucho de supremo intimismo. Y, además, la doliente realidad de una imagen antigua que atrapa, que intimida, que promueve y que hace comulgar con un tiempo sin fronteras. Un Cristo de la Viga que ha roto esquemas artísticos y que ha desarrollado a lo largo de los siglos una mágica lección de estética piadosa.

Y para terminar, el capítulo de popularidad que exige esta Semana Santa, según Jerez. El pueblo se hace presente desde un barrio que, esta tarde, es más barrio y que, desde el cuarto domingo de cuaresma cuenta con un nazarenito platense nacido en tierras extremeñas y que plantea el futuro de una hermandad con vocación de futuro. Nazareno de la Plata y la Virgen de la Candelaria, esquemas de un sentimiento pasional que recrea la espiritualidad de un barrio lleno de argumentos. Y en los mismos planteamientos, la novedosa realidad de una cofradía nueva que estrena ilusión, que entra en una historia desde la humilde sencillez de la gente de la Constancia, vieja barriada – que no barrio – de entrañables connotaciones jerezanas y que comienza la andadura con un discurso de cofraderismo esencial y único pero preñado de expectativas. La Paz de Fátima y la Virgen del Refugio, iniciática vida en este Lunes Santo de matices imposibles, de señales inequívocas de que la realidad de la Semana Santa se ofrece en un presente y en un pasado mirando hacia un futuro de tintes esperanzadores.

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