Domingo de Resurrección

Mañana de Resurrección fría y tarde de multitudes

  • El Resucitado y, excepcionalmente, El Transporte pusieron ayer el fin a nueve días de procesiones desde el Jueves de Pasión, que cerró entre multitudes Madre de Dios de la Misericordia.

El Domingo de Resurrección tuvo dos caras diferentes, la mañana con la Hermandad del Resucitado y la tarde con el regreso a la basílica de Nuestra Señora de la Merced de la Hermandad del Transporte, que dejaba así el primer templo diocesano tras una semana de permanencia en él desde que el Domingo de Ramos se refugiara a causa de la lluvia.

El epílogo de la Semana Santa arrancó con una mañana entoldada y lluviosa, como ya se anunciaba en los partes meteorológicos, que obligó a la Hermandad del Resucitado a retrasar la salida de la procesión, prevista para las 9,15 horas. A las 9,45 anunciaba que saldría al desaparecer el riesgo de precipitaciones. Desde ese momento iniciaba el recorrido previsto con muy poca gente en las calles, tal vez como consecuencia de lo desapacible de las primera horas que hizo pensar a los habituales a esta cita que este año el Resucitado se quedaría en la Catedral. Ciertamente, esta cofradía no mueve multitudes en su salida pero en los últimos años ha conseguido arrancar del sopor post-semanasantero a un buen número de cofrades que han acompañado el transcurrir de la hermandad en la jornada culminante de las procesiones en la ciudad.

Ayer fue el segundo año en el que los hermanos de la cofradía vistieron la túnica de nazareno blanca de antifaz y capa del mismo color, y cíngulo celeste; y también fue la segunda vez que salía en la procesión la Virgen de la Luz, que volvió a ocupar el paso que fue de Cristo Resucitado, mientras que esta imagen fue en un paso de nueva hechura cuyo canasto se presentaba terminado en el trabajo de carpintería.

El acompañamiento de hermanos fue discreto en número, tal vez algo más que en 2015. Se sumaron como es costumbre las hermanas vestidas con mantillas blancas, a juego con la flor que adornó ambos pasos. La Agrupación Musical San Juan puso la música en el misterio y la banda del Nazareno de Rota volvió tras la Virgen de la Luz. Todo concluyó al filo de la una de la tarde con la recogida subiendo el reducto y entrando por la puerta principal antes del inicio de la misa pontifical de la Resurrección.

La tarde presentó un panorama bien diferente con un gran ambiente en las calles, incluso multitudinario en algunos instantes. La Hermandad del Transporte fue capaz de reunir a su alrededor a centenares de personas, no pocas llegadas de otras ciudades, para revivir el Domingo de Ramos o, mejor dicho, culminar lo que no pudo hacer el día de su salida procesional, que se vio truncada a causa de la lluvia.

El cortejo contó con una buena participación de hermanos, sin embargo la atención estuvo centrada en el caminar del gran misterio del Consuelo y del palio de Madre de Dios de la Misericordia. En el primero, el concurso de la banda del Rosario de Cádiz fue fundamental para engrandecer la tarde con la calidad que ha alcanzado esta formación musical. La simbiosis banda y cuadrilla funcionó bastante bien con el paso trabajando las marchas con cambios y aguantando arriba las interpretaciones. Cerrando el cortejo fue en su inmaculado paso de palio La Reina del Transporte, como es conocida esta dolorosa, con las rosas blancas que hace una semana lució orgullosa en su alrededor. Detrás volvió la banda de música de Palomares de Trebujena.

Los momentos más vistosos se alcanzaron cuando la hermandad entró en calles como Sedería, Plateros y Tornería, vías en las que las cofradías se engrandecen y la 'gente de abajo' se gusta mientras que los pasos empujaban con mimo la gran bulla que arrastraban en sus frontales. Pero en el itinerario elegido había para mucho más que esos instantes de la Tornería.

San Marcos, Compañía y Francos fueron testigos también de intensos momentos cofrades, de saber hacer en llamadores y en trabajaderas para superar las estrecheces pero al mismo tiempo saber hacerlo de forma acompasada a la música y a los ritmos que ya estaban muy metidos en las almas de los que llenaban por completo estas calles del Jerez añejo. Ritmos, compases, bullas, retumbar de tambores y cornetas al aire, que ayer vinieron a poner un precioso y excepcional final a la Semana Santa, vestido todo de blanco, desde por la mañana hasta la tarde y la noche.

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