La Paz

Pasión con sabor a barrio

  • Casi dos centenares de nazarenos hicieron estación de penitencia con la cofradía

CINCO minutos faltan para las cinco de la tarde, la hora torera por excelencia que cantara Federico García Lorca en su elegía cuando se abrieron las puertas de la Parroquia de Fátima e hizo su aparición la Cruz de Guía de la Hermandad de la Paz, hasta el pasado año la más joven de las que conforman la nómina de cofradías que hacen estación de penitencia al primer templo de la ciudad. Aquellos niños que en los ochenta jugaron a ser cofrades en un barrio donde no había otro aliciente mayor en nuestra Semana Santa, se han ido haciendo mayores de la mano de Don Ventura, su párroco, y, tras no pocas horas de trabajo y esfuerzos, han logrado poner en la calle una cofradía con una elegancia que cada año les da más hechuras de cofradía grande de barrio.

Los primeros tramos de un cortejo formado por casi 200 nazarenos, ataviados de manera elegante con túnica y capa blancas y antifaces de color carmesí, comenzaron a desfilar antes de que las andas del Señor de la Paz, que este año han estrenado el tallado de los respiraderos laterales del canasto, obra del maestro sevillano Antonio Ibáñez, hiciera su aparición por la puerta trasera del templo que hace de sede canónica a esta joven y, a la vez, dinámica Hermandad. Como cada año, con exorno floral de clavel rojo y calzando cuarenta costaleros a las órdenes de Jesús Caro, su capataz de siempre y "alma mater" de esta Hermandad, y a los sones de la marcha "Espérame en el cielo", interpretada por la Agrupación Musical Nuestra Señora de Valme en recuerdo de Enrique Bellido y Pepe Sevillano, dos hermanos señeros de esta corporación que nos han dejado hace unos meses, hizo su aparición el paso del Señor de la Paz bajo el dintel de la puerta del moderno y funcional templo que diseñara, allá por 1966, Fernando de la Cuadra Durán.

Detalle a reseñar en este espectacular paso de misterio fue la presencia de una pañoleta del Grupo Scout de Nuestra Sra. De Fátima en uno de los candelabros delanteros, un guiño al cielo en memoria del bueno de Enrique, hermano número uno de la cofradía, que, de manera casi inesperada, nos dejó el pasado febrero.

Digna es de reseñar, la total identificación, casi simbiosis, de esta Hermandad con los Bomberos de Jerez, hermanos de honor de la misma: antes de salir la Cofradía a la calle, cinco nazarenos se dirigieron al Parque de Bomberos a solicitar la venia para que miembros de este cuerpo con uniforme de gala se hicieran presentes en el cortejo dando escolta a los Titulares y acompañando con su banderín a la Cofradía. Hermoso detalle a reseñar fue la ofrenda floral que, como cada año, y desde el vehículo autoescala, brindan al Señor de la Paz y a la Virgen del Refugio estos hombres y mujeres que día a día arriesgan sus vidas en beneficio de todos.

Y por fin Ella, la Madre del Refugio, con treinta costaleros a las órdenes de José Luis Lobato. La hermosísima dolorosa que saliera de las gubias de Elías Rodríguez Picón aparecía radiante, llevando por vez primera un manto en color carmesí, el color de la cofradía, que hace que aparezca aún más bella si cabe que con el manto azul que ha llevado en años anteriores. Antes de salir, y mientras recorría su templo, la Banda de Música Alvarez Quintero de Utrera interpretó "La Madrugá", nuevamente en recuerdo de los hermanos que ya no están. Cabe reseñar que la Reina de la Constancia llevaba prendido en su pecho, junto a la medalla del Cuerpo de Bomberos de Jerez (¡otra vez sus bomberos!), un broche de la Virgen de la Merced con un lazo rosa ofrecido por la agrupación "Rompiendo Barreras" que apoya a las mujeres enfermas de cáncer de mama y que corresponde al apoyo que esta joven Hermandad les ha brindado.

Y se llegó al culmen de la elegancia y del sentimiento cuando, a los sones de "Desamparo," de Germán A. Beigbeder, la Virgen comenzó a andar por Tornería, camino ya de su templo, al que llegaría pasada la medianoche, no sin antes, bendecir con su presencia al barrio de la Albarizuela.

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