Las Angustias

Con 'Selu' en el recuerdo

  • Las Angustias tuvo muy presente al recordado José Luis Dormido, tantas veces delante del martillo de la Señora

Se echó muy en falta allá por la antigua capilla del Humilladero al querido Selu Dormido, tanto por la mañana en la misa de hermandad como ya por la tarde en la estación de penitencia, donde muchas oraciones fueron dedicadas a su memoria, precisamente a escasos días de cumplirse un año de su fallecimiento aquella madrugada  santa de 2010.

Sería por eso que a eso de las seis menos cuarto, cuando se abrían las renovadas puertas de la capilla, tañía la campana de una manera más fúnebre si cabe.

Altos capirotes negros, nazarenos de mirada al frente, cinturones de esparto y cirios al cuadril. Las Angustias da el toque austero a una jornada de carácter eminentemente alegre. El cortejo, amplio y bien formado, enfila poco a poco la calle Higueras. ‘Prima inter Omnia’, la primera entre todas, reza el banderín que recuerda que esta hermandad fue la primera, allá en 1974, que sacó su paso cargada por hermanos costaleros. El pendón de los siete cuchillos, una verdadera obra de arte del Siglo XVII y los atributos pasionales, la corona de espinas y la esponja, también destacan dentro del rico altar de insignias que saca a la calle la hermandad.

Al filo de las siete de la tarde, la escolanía del Oratorio Festivo comienza a entonar el stábat mater y se hace un poco el silencio, sólo roto por algún que otro grito risueño de los niños, los grandes protagonistas de esta jornada de Domingo de Ramos.

Joaquín Bernal llama a sus hombres aún dentro de la capilla. La dolorosa luce su manto negro y el paso, sus tradicionales claveles rojos. Detrás, la cruz todavía luce a la altura de la Virgen ya que de lo contrario no cabría por la puerta. Un nuevo sonido llena la plaza, el del racheo de las sandalias de los costaleros en el momento que pisan la rampa. No hay aplausos en el momento de la salida del paso, respeto absoluto. Los niños, esos que antes gritaban, ahora preguntan curiosos a sus padres, que les explican el significado del misterio que están presenciando.

El paso se viene abajo. La cruz se eleva. Detrás, los costaleros de relevo guardan silencio y junto a ellos, un nazareno porta el libro de hermanos difuntos. Joaquín Bernal vuelve a tocar el martillo y el paso se pierde por la calle Higueras. Todo ha pasado en un abrir y cerrar de ojos. Los niños vuelven a hablar y a gritar.

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