Por segundo año consecutivo, el Lunes Santo comenzó con dudas y con vistazos a los partes meteorológicos en las distintas hermandades que hacían ayer estación de penitencia hasta la Catedral. En la hermandad de La Viga, las decisiones a tomar son siempre muy meditadas. No en vano, tienen la responsabilidad de sacar a la calle la talla de Cristo más antigua de toda nuestra Semana Santa, con todo lo que ello supone, y ya no sería la primera vez que el agua cogiera fuera de su templo a esta valiosa imagen. Sin ir más lejos, en 2010 a la hermandad le pilló la lluvia en el entorno de la Catedral.

Así y todo, a la hora de salida, las 18.10, los partes eran muy favorables, ya que hasta bien entrada la madrugada del Martes Santo no había peligro de agua, lo que permitió que Jerez entero pudiera volver a contemplar la estampa del gótico doliente cruzando el dintel de la puerta catedralicia a los sones de la marcha que Francisco Orellana le dedicara, interpretada por la banda de música de Nuestra Señora de las Angustias, de Sanlúcar La Mayor, un lustro ya acompañando a esta hermandad. A la finalización de la marcha, sería el rachear de los costaleros el único sonido que acompañaría al crucificado, que este año lucía en su paso el bastón de mando de la ciudad, recuperando una tradición que se había perdido hace cuatro décadas.

Detrás, la copatrona de la ciudad, Nuestra Señora del Socorro, que re estrenaba los faroles de cola que ya pudieran verse hace unos meses en su salida extraordinaria.

Destacó el caminar de la hermandad por el entorno de la Catedral a su ida a la Carrera Oficial, por Carpintería Baja y Carmen, donde la austeridad que transmite el Cristo de la Viga, añadido a la estrechez de las calles, el aroma del incienso y el grajeo de las golondrinas a modo de saetas improvisadas, creó un halo especial para todos aquellos que lo contemplaron en estos viejos rincones del Jerez antiguo.