De frente

Solo frente a la hojarasca

 MIENTRAS la hojarasca, movida por las modas, busca casi con desespero las estrecheces de un ‘barco’ dorado de incontables trabajaderas que roza fachadas y balcones en Tornería y Carpintería Baja, a  mí me da por transitar por otros parajes. Así, cuando unos se embelesan con la cuerda de trompetas de la agrupación que más pita mientras se marca el izquierdo con cierta altanería, opto por la tranquilidad de acompañar a la Amargura de vuelta a Los Descalzos; por los ‘racheos’ de silencio de la Encarnación en plena Madrugá; por contemplar  como se aleja el manto juanmanuelino del Desconsuelo rumbo a San Mateo; o por ver en cualquier rincón la profunda mirada de La Estrella iluminada por una candelería encendida. Tal vez peque de raro pero, en estos tiempos donde los misterios con cautivos, romanos y caballos marcan la pauta, sigo prefiriendo la sencillez barroca de un palio, el sonido de la bellota sobre el metal y los acordes de Font de Anta o del Maestro Beigbeder —por cierto, cada vez más difíciles de disfrutar ante la propagación del virus de la ‘pacololada’—. La hojarasca seguirá buscando la corneta y el solo; el solo que yo busco, en cambio, lo encuentro en un altar de doce varales.  

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