Opinión cofrade

El domingo era de ella

Cada año sucedía como algo mágico que esperábamos al principio de cada primavera. Solíamos comer en casa de abuelo, en la plaza Rivero, para que los nervios fueran quemándose en aquellos inmensos patios de mármol bañados por el sol más claro del año.

Después sonaban las bandas, que en ordinaria, se acercaban a San José para anunciar la inminente salida de la borriquita. La sorpresa de los primeros nazarenos con las capas blancas y capirotes azules llenaba de emoción nuestros ojos de niños cuando nos peleábamos por abrir el pequeño postigo secreto del portón desde el que contemplábamos a la ciudad despertándose en su fiesta mayor.

Desde el balcón del cuarto de tío Manolo veíamos el paso del Señor y luego bajábamos a la casapuerta, ya que la Virgen bajo palio no se podía ver desde arriba. Así pasaba la Estrella con la alegría del Domingo de Ramos envolviéndola en forma de marcha de Semana Santa y de incienso libre ya de los canceles de las iglesias.

Y allí empezaba todo cuando ella, nos ponía los abrigos y nos echaba a la calle para ver las otras cofradías de la jornada. De esta manera, 7 u 8 primos de distintas edades recorríamos jerez para conocer parte del alma de esta ciudad. Primero nos llevaba a la calle Ancha para ver el transporte y sus "armaos" y de allí a Bizcocheros para comprender que las leyes de la física se podían romper cuando había un paso de palio por medio. Finalmente en la calle honda contemplábamos el silencio de las Angustias para volver tras obligado recuento a la plaza Rivero y esperar el regreso de las hermandades que por allí se recogían. De esta manera, al aparecer el reflejo de los faroles de guía de la borriquita de nuevo nos llevaba a la calle para desesperación de nuestros padres, que comprobaban que su aguante e ilusión no tenía límites.

Aprendimos el Domingo de Ramos de su mano y eso es algo que no podremos olvidar. En los últimos años venía al palco con nosotros y disfrutaba como la que más con nuestros hijos arreglándole las bolas de papel de plata para recoger la cera o en el resto de los días cuando los perseguía sin descanso para hacerles fotos una vez los localizaba en sus respectivas hermandades.

En diciembre pasado, en vísperas de la Esperanza te fuiste al cielo sin avisar dejándonos el corazón helado. Hoy me doy cuenta que te seguimos teniendo tan cercana como cuando estabas con nosotros.

Por eso, tía Lola, este Domingo de Ramos llevaremos a nuestros hijos a conocer la jornada como tú lo hiciste tantas veces con nosotros. Sin que se pierdan nada pero rezándole a la Virgen en cada esquina como tú nos enseñaste. Nunca te olvidaremos porque no se puede olvidar a aquella que nos enseñó la luz que nace en la tarde más bonita del año. Un beso muy muy fuerte de tus niños y de los niños de tus niños que ya disfrutan con la alegría de tu Domingo de Ramos.

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