Tribuna Libre

El nombre de Jesús

 LA esencia que todo pueblo guarda en los recovecos de su alma, hace tiempo ya que ha sido superada, enterrada por ese burdo prosaísmo reinante que abotarga y deja en suspenso la emoción de un tiempo que ya es, absolutamente, pretérito. El presente deja mucho que desear por las imposiciones de una sociedad cada vez más desafecta a los sentimientos y a la historia de un pasado del que sólo se tienen escasos ecos. Dicen las leyendas y lo corroboran - quizás con demasiada poca contundencia - los ilustres voceros de nuestra Semana Santa que, ésta es la transmisión de una tradición. Dialéctica, pobre discurso sin fundamento alguno. Nuestra Semana Santa, la de aquí y la de otros sitios, ha perdido casi toda la esencia. Lo que existe son postulados de enteradillos que sólo pontifican, de oídas, con lo que sus cortos alcances han escuchado de palabrería lejana. Casi todo - no todo - lo que se nos ofrece en Semana Santa es discurso de advenedizos poco preparados. Hay cosas que se ven en nuestras cofradías que si a la historia se le pudiese otorgar el don de su defensa, harían sonrojar a los advenedizos pontificadores de la nada, a tanto burdo regidor de alguna corporación nazarena y a los equivocados mayordomos de tales sinrazones, y encerrarlos, para siempre, en un ostracismo penitente. Pero lo que tenemos es lo que es y lo que se nos impone, a veces, con argumentos equívocos; sólo nos queda seguir recordando y echando de menos lo que nuestros queridos antepasados nos contaron y que, ya, es sólo, como en los versos de Federico, "viva moneda que nunca se volverá a repetir". 

Con todo esto no quiero satisfacer las conciencias de los pusilánimes: hay cosas que se están haciendo muy bien por gente preparada - los menos - y que nos están dando muestras de muy buen hacer y con mucho respeto por los cánones de una Semana Santa, que no es, ni mucho menos, como la que los interesados planteamientos de unos pocos nos quieren hacer ver. Hay muchas penosas manifestaciones de poca trascendencia, pero existen registros muy respetables que van a pasar al imaginario de una Semana Santa muy necesitada y a la que le sobre mucho y muchos. 

Por eso, hoy Jueves Santo, vísperas de esa noche que tiene nombre propio, por historia, tradición y trascendencia, hay que recordar a la hermandad de Nuestro Padre Jesús Nazareno, historia viva de algo que ha sido trascendente a lo largo de ese Jerez pueblo que nunca ha debido perder su norte. Los hermanos - el genérico incluye a esa importantísima nómina de hermanas jerezanas de Jesús - de esta Corporación son los valedores de una historia que sigue manteniendo intacta y sin fisura la herencia que el tiempo y los sentimientos han dejado como legado intangible de un pueblo que necesita mucho de una hermandad, como esta, para seguir manteniendo la esencia de una historia que nunca debe perder su norte. 

Siglos de historia de un Jerez viejo que supo argumentar una realidad que, todavía, no tiene vuelta de hoja. Hoy, como ayer, y quiero pensar que como siempre, el Jerez se hace eterno junto a la imagen de un Jesús que ha roto el tiempo para acaparar la mirada penitente de una ciudad, necesitada, se recordar el pueblo que fue.

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