Celta-Sevilla

Fazio obliga a la heroica (1-1)

  • El Sevilla se tiene que conformar con sacar un solo punto en su visita al Celta tras la absurda expulsión del argentino en el minuto 25 Carriço llegó a adelantar a los sevillistas.

Sensaciones contradictorias para el Sevilla. El conjunto de Unai Emery sigue, una jornada más, sin ganar fuera de casa y eso se convierte en un pesado lastre a la hora de luchar por llegar a los puestos que dan derecho a disputar la próxima Liga de Campeones, pero sería muy injusto obviar el eximente de la temprana expulsión de Fazio. El argentino, en su retorno a la entidad nervionense, se convirtió en el principal enemigo de los suyos. Su ingenuidad en la entrada que sirvió para que viera la segunda cartulina amarilla fue digna de la mayor de las censuras tanto por los analistas del juego como por sus propios compañeros, obligados a un esfuerzo casi heroico para salir invictos de Balaídos, cosa que finalmente consiguieron.

Es seguro que ni el propio Fazio querría mirarse al espejo en los vestuarios de Balaídos. El central en el que tanto confían Unai Emery y los futbolistas que habían coincidido con él en su anterior etapa hizo una cosa incomprensible en su retorno. Presa de los nervios, fue incapaz de sobreponerse a esa presión y cometió una falta flagrante en una jugada sin peligro ninguno. Corría el minuto 25, Velasco Carballo le mostraba la tarjeta amarilla y él parecía conforme, pero lo asombroso es cuando le enseña la preceptiva roja, al ser la segunda, y Fazio pone una cara de no creerse nada. Hay que aclarar el porqué, es evidente, y éste tiene que ver con el error en el minuto 3 del trencilla cuando le muestra la cartulina a Rami por error y ante las protestas del francés después se dirige a su pareja en el centro de la zaga para explicarle que se había equivocado y que la amonestación era para él. Velasco, incluso, le vuelve a mostrar la amarilla a Fazio.

¿No se enteró el futbolista?, ¿tan nervioso estaba en su retorno al Sevilla? Ambas cosas pueden ser posibles y son igualmente criticables para el futbolista. Fazio le hizo un flaco favor a los suyos, que habían partido con muy buenas sensaciones en este segundo asalto contra el Celta y los obligó a un esfuerzo sobrehumano para no salir derrotados en una cita tan trascendental en la lucha por pelear la cuarta plaza del campeonato liguero.

Pero este Sevilla, desde la reaparición de Carriço, no tiene nada que ver con el amanerado equipo que tan pobres sensaciones ha dejado cada vez que salía fuera de Nervión. Los ayer rojiblancos, que ya le habían dado un susto al piropeado Celta a través de una internada de Mariano que no encontró rematador cuando lo más fácil parecía hallarlo, apretaron los dientes a través de retrasar la posición de Carriço y de pelear todos de una manera harto solidaria. Era, además, una especie de ensayo general sobre lo que no debería suceder el jueves si el Sevilla no quiere ningún susto en su deseo de estar en otra final de la Copa del Rey. Uno de los primeros mandamientos es acabar el partido con 11 y si existiera alguna expulsión jamás debe acontecer con tanto tiempo por delante, pues en la teoría es la única manera de que el Celta pueda volver a creer en sí mismo para remontar.

Con Unai en la grada por su segundo partido de sanción junto a Óscar Arias jurando en arameo de incredulidad ante la acción que había protagonizado Fazio, los sevillistas cerraron todas las vías al Celta, pero no se limitaron a ello. El Sevilla quería acabar con esa racha de no ganar fuera de casa y siguió peleando por lograrlo, tanto que Carriço ya avisó con un intento de chilena en una acción de estrategia en el que el balón fue prolongado. Era el primer aviso de los visitantes de que no se conformaban con llegar empatados al final sino que buscaban el triunfo. Después llegaría un paradón de Sergio Álvarez a Reyes tras perder el guardameta local un balón por la pelea aérea de N'Zonzi.

Y en el tercero de ellos, en un saque de esquina fruto del dominio que ejercían los forasteros pese a llevar ya un buen rato con diez jugadores, llegaría el gol. Cabezazo de Fernando Llorente saltando por encima de rivales y de Rami incluso, Beauvue deja el balón muerto en el área pequeña y Carriço está de lo más oportuno para introducir la pelota en la jaula. El Sevilla, en inferioridad, había sido mejor que el Celta y por eso se iba por delante en el marcador al intermedio.

Está claro que la ilusión se multiplicó en ese afán de ponerle el punto final a una mala racha que ya se prolonga en exceso como visitante, pero era tan complicado que casi nadie creía en que se pudiera llegar al final con esa ventaja sevillista en el marcador. Ni siquiera el hecho de que el Sevilla saliera con la misma disposición tanto táctica como volitiva pudo evitar que el Celta cada vez se moviera más cerca de Sergio Rico y que sacara provecho de los contrapiés y de los resbalones para crear ocasiones claras. Beauvue falló un gol clarísimo en el minuto 53, pero acertó apenas diez después con un excelente golpeo en un pase de Wass hacia atrás. Emery acababa de introducir a Banega por Reyes en busca de un mayor control en un cambio que coincidía con uno doble de los vigueses. El resultado fue el empate en la acción posterior.

Quedaba aún mucho para llegar al final y cada vez era más evidente que los sevillistas necesitarían de la heroica para no caer derrotados en Balaídos. La defensa era ordenada, cierto, pero ni Banega ni Vitolo conseguían darle salida a los suyos, entre otras cosas porque el esfuerzo ya iba pesando en las piernas de todos y era imposible. Tampoco lo conseguiría Gameiro, pero el Sevilla, por Sergio Rico, como en la parada final a Guidetti, o por su espíritu combativo, sí conservó el 1-1 hasta el minuto 94. Un empate casi heroico por culpa de una acción que ni Fazio será capaz de explicarse a sí mismo...

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