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La depresión de dos campeones

La memoria del fútbol es mucho más corta de lo que desearían los principales artífices de este deporte, desde los profesionales hasta los dirigentes. Hoy hay aires de vendetta junto al Manzanares por aquella profunda herida que un Sevilla que se reinventó en el Camp Nou como campeón, reverdeciendo laureles no tan lejanos, dejó en la lona a un Atlético que acababa de reescribir su penúltima página de gloria. De eso hace menos de un año, pero casi nadie lo recuerda ya, aunque hoy se sentirán las ganas de revancha en las gradas del Calderón.

Aquella primaveral noche del 19 de mayo, el Sevilla de Antonio Álvarez, quién lo diría a estas alturas, fue capaz de tumbar con rabia, y también con la mediación de dos canteranos, Jesús Navas y Diego Capel, toda la vitola de favorito que otro campeón llevaba hasta el final de la Diagonal. Sólo una semana antes, el 12 de mayo en Hamburgo, el Atlético de Quique Sánchez Flores volvió a sentir después de muchos años, 14 concretamente, la gloria de ser campeón. Se hizo con la Liga Europa ante el Fulham gracias a dos goles de Forlán. Y el recuerdo del doblete de 1996 sobremotivó a los atléticos, bien pertrechados detrás de las trincheras mediáticas madrileñas y de esa decisión de la RFEF de llevar la final hasta Barcelona, donde la infantería sevillista estaba en minoría. Pero el recuerdo de Puerta no sólo igualó las fuerzas, las multiplicó a favor de los blancos.

Aquello fue una auténtica fiesta del fútbol cuyos ecos parecen perderse en la desmemoria del tiempo. Hoy, menos de un año después, Sevilla y Atlético, que tendría que esperar a la Supercopa de Europa (2-0 sobre el Inter) para lograr su deseado doblete, viven una situación cercana a la depresión. Sus dos entrenadores están cuestionados por los respectivos aficionados y entornos mediáticos. Ambos necesitan ganar para engancharse de algún modo a la pugna por los puestos europeos de segunda clase, ni siquiera por la Champions. Y los dos siguen teniendo en sus filas a estrellas de primer nivel mundial en el constante rumor de una fuga a un club de mayor fuste. Atlético y Sevilla han de demostrar que no viven por encima de sus posibilidades, que cualquier tiempo pasado no fue mejor, y deben hacerlo en la cruda y poco rutilante rutina de la Liga. Es la dictadura de este deporte, en el que vivir del pasado es morir poco a poco de depresión.

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