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Que el final no sea un dolor

  • Clavo ardiendo El Sevilla tiene la obligación de agarrarse a sus opciones de seguir en Europa a través de la Liga para no quedarse en aguas muertas Lesión Palop, centro de las miradas por sus últimos fallos, es baja.

Llegado a este punto, al Sevilla no le queda otra que darle el rango de final a cada encuentro que le marque el calendario. La verdad es que fue así de un tiempo a esta parte, desde que siempre se está jugando algo, porque miedo da pensar qué pasaría en esta ciudad, con este entorno y con esta afición, el día que el club que consiguió los títulos -y no hace ni ocho meses que alzó el último- se quede en la competición liguera en aguas de nadie. Porque la Liga es casi lo único que le queda de no mediar una proeza en Oporto...

Sería muy doloroso y provocaría estallidos de imprevisibles consecuencias que el Sevilla se quedara sin objetivos, si ni siquiera esa Europa League -que es el premio menor que ahora mismo se acepta ya como animal de compañía- quedara al alcance del equipo de Gregorio Manzano con meses aún por completar hasta la llegada de las vacaciones. Porque serían unos meses de arder en el infierno y, la verdad, esta entidad no está acostumbrada a ello.

Pero para que eso no ocurra, el Sevilla debe apelar a ese buen juego que no ha dejado de estar al lado del equipo para espantar los fantasmas de los errores en defensa y también -por qué no- de ese mal fario que castiga sus últimos esfuerzos por rebelarse, por remontar y por parecer vivo ante tanto golpe encajado. El aire fresco que han traído Medel, Fazio, Sergio Sánchez y, sobre todo, Rakitic en las labores de creación tiene que ser suficiente argumento para acabar con la nefasta racha que entre otras cosas ha impedido recortar seis puntos con el Villarreal en las últimas dos jornadas, las mismas que lleva el equipo amarillo sin puntuar. Pero esto, visto lo visto, es una mera anécdota porque la Champions se ha convertido para el Sevilla en una lucha que ya ve tan lejos como la que puedan librar Barcelona y Real Madrid por el título. La zanahoria, como en los tiempos de Luis Cuervas, está ahora en ese séptimo puesto que da derecho a disputar de carambola la segunda competición continental, ahora llamada Liga Europa o Europa League, según se quiera más glamour o menos. Pero para llegar a esa meta no puede permitirse seguir pisando terreno resbaladizo. La visita del Hércules puede ser una ocasión propicia. O no, porque este equipo ya le ha dado disgustos a su afición con rivales de parecida índole y hasta peores números. Si se ha llevado el triunfo del Sánchez-Pizjuán hasta el lucero del alba (Getafe, Mallorca, Almería, Espanyol en Liga; Real Madrid en Copa y Braga, PSG y Oporto en Europa), quién dice que no lo puede hacer el rival que echó a Antonio Álvarez hace justo una vuelta. Los alicantinos, con un entrenador listo que sabe dónde tiene que agarrarse, es un mal visitante. Cierto. ¿Pero es el equipo de Manzano un local de garantías con ocho derrotas, en el Sánchez-Pizjuán, ¡ocho! desde que comenzó el curso?

Se acogió con sorpresa en la convocatoria de Manzano la ausencia de Palop, un hombre que era foco de muchas miradas por sus últimos errores, pero no es el portero y capitán un hombre de quitarse de enmedio y si su baja no obedece a temas físicos responsabilidad será -así como los daños colaterales- del entrenador que así lo haya decidido. Es cierto que lleva tres partidos cometiendo errores que le han costado caro al equipo (Riazor, Santander y el jueves ante el Oporto), pero también que el gemelo le provoca pesadillas de vez en cuando, así que será otra vez el turno para Javi Varas.

Para el resto del once, Manzano tiene ya donde escoger, aunque hay quien empieza a pensar -y quien ya lleva tiempo pensándolo- que las rotaciones que está haciendo en la defensa, movidas por ese nivel parejo que tienen todos sus centrales, ayudan a esa indefinición que tantos problemas está dando al equipo. Si el Sevilla aún no ha repetido con los mismos cuatro hombres en la zaga en lo que va de temporada, ayer se quedaba fuera uno de los titulares ante el Oporto y que no jugó ni un minuto en Santander, Sergio Sánchez.

Como se anunciaba una célebre chirigota del Carnaval de Cádiz, el que la lleva la entiende, y todo se le perdonará a Manzano si los tres puntos se quedan hoy en Nervión. Porque cuando acabe la jornada se habrá cumplido una vuelta desde la llegada del jiennense y lo que ha provocado es la depresión absoluta de la que ahora hay que escapar.

La racha es preocupante y también, que todo hay que decirlo, que la afición le empiece a dar la espalda al equipo como hizo el jueves en la cita ante el Oporto. Y es que lo único que le podía faltar al Sevilla es que se quedara sin objetivos con todo lo que queda hasta mayo. Sería una situación dolorosísima...

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