Sociedad

Fritzl elegía a los niños que lloraban para vivir en la casa familiar

  • Los niños más tranquilos vivían con su madre en el zulo de 60 metros cuadrados por 1,70 de altura.

El estado de salud y su inclinación a llorar eran los criterios por los cuales el violador austríaco Josef Fritzl escogió a tres de los seis hijos que tuvo con su hija para adoptarlos junto con su esposa.

Así lo afirmó hoy Leopold Etz, inspector jefe de la Oficina regional contra el Crimen de Baja Austria, en base a los primeros interrogatorios de Fritzl, un septagenario que durante 24 años mantuvo encerrada en un sótano a su hija Elisabeth, a quien violó sistemáticamente y le hizo siete hijos, uno de los cuales murió.

Según Etz, el destino de los tres niños más tranquilos fue permanecer con su madre en el sótano, sin ver la luz natural hasta ser liberados el sábado pasado.

Fritzl había subido del calabozo a tres bebés de pocos meses de edad en los años 1993, 1994 y 1997, alegando ante su familia que la hija, supuestamente desaparecida en una secta, los había depositado delante de la puerta de su casa.

Estos niños crecieron en la casa familiar como si fueran nietos y luego fueron adoptados por Fritzl y su esposa Rosmarie, quien al parecer no sabía nada de los crímenes cometido por su marido.

Y mientras que los tres menores disfrutaron de una educación ejemplar, incluyendo instrucción musical y deportiva, los otros tres hermanos malvivieron en el calabozo de unos 60 metros cuadrados y 1,70 metros de altura.

Una de estas chicas, Kerstin, que hoy tiene 19 años, tuvo que ser hospitalizada de urgencias el pasado 19 de abril por sufrir de una grave enfermedad, que podría ser causada por una malformación genética debido al incesto.

La enfermedad de Kerstin fue el desencadenante para que las autoridades detuvieran el pasado sábado a Josef Fritzl, junto a su hija, en las inmediaciones del hospital de Amstetten.

Un séptimo hijo, nacido bajo tierra en condiciones infrahumanas murió poco después de nacer en 1997 y fue incinerado por el propio Josef Fritzl en el horno de su casa.

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