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Sociedad

El desastre de la nave 'Progress' golpea a la industria espacial rusa

  • Tras el final de los transbordadores norteamericanos, las naves rusas estaban destinadas a ser las sucesoras · El accidente puede afectar a la Estación Espacial Internacional

El fallo de la nave automática Progress, que por primera vez en más de tres decenios de existencia se estrelló el miércoles en Siberia, pone en jaque el programa espacial ruso en un momento decisivo para los compromisos internacionales y las metas propias. La catástrofe de la nave Progress M-12M, que se estrelló poco después del despegue, salpica el hasta ahora intachable prestigio de los cargueros automáticos soviéticos y rusos, el primero de los cuales fue lanzado el 20 de enero 1978.

Este lanzamiento fallido era uno de los muchos previstos para los próximos meses tanto para cumplir objetivos civiles y militares propios de Rusia como para abastecer la Estación Espacial Internacional (EEI).

La NASA no prevé que la pérdida del carguero ruso Progress afecte a la tripulación de la EEI.

El director del programa, Mike Suffredini, indicó en una rueda de prensa que se evalúan opciones de cara a los próximos lanzamientos pero "no estamos preocupados puesto que la estación está en buena forma logística".

El pasado julio, la EEI recibió la visita del transbordador estadounidense Atlantis, que en su última misión antes de que la NASA los retirara del funcionamiento, llevó más de 4.000 kilos de suministros y equipos, incluidos 1.100 kilos de comida.

Si bien en promedio Rusia lleva a cabo uno o dos lanzamientos al mes, para septiembre están previstos cuatro y para octubre otros cinco. De hecho y debido a que por ahora los cargueros de algunos países europeos no desempeñan un papel que pueda ser considerado importante, las progress son en estos momentos el único medio de abastecer la Estación Internacional tras terminar los vuelos de los transbordadores estadounidenses.

Rusia, por tanto, no puede permitirse siquiera detener los lanzamientos hasta que se aclaren las causas de la catástrofe.

No obstante, tampoco son necesarias largas investigaciones para percatarse de la causa que provocó el fallo de la tercera etapa del cohete portador Soyuz-U, uno de los vectores más seguros en la historia de la conquista del espacio cuyo prototipo, el legendario R-7, llevó a la órbita el primer satélite artificial de la Tierra, el Sputnik, y al primer hombre, Yuri Gagarin.

La razón es la caída de la calidad del trabajo en la industria aeroespacial de Rusia, heredada de la desaparecida Unión Soviética y en aquel entonces prácticamente impecable.

En los últimos meses los reveses en el espacio se han venido sucediendo para Rusia en una alarmante secuencia.

En diciembre pasado un fallo del cohete portador condujo a la pérdida de tres satélites de la red orbital rusa Glonass, llamada a competir con la estadounidense GPS.

La pérdida de esos satélites supuso un golpe más al proyecto Glonass, cuyo estancamiento ya costó el cargo al anterior jefe de la agencia espacial rusa Roscosmos, Nikolai Perminov.

Con este proyecto no sólo se trata de que Rusia obtenga su propio sistema de navegación con fines civiles, sino también un sistema de orientación militar, imprescindible para Moscú, sin el que gran parte de las armas rusas podrían quedar ciegas.

De los más recientes, la semana pasada Rusia sufrió otro serio revés en el espacio, al perder el Express-AM4, satélite en el que Moscú depositaba grandes esperanzas.

El aparato no sólo debía proporcionar todo un paquete de servicios de comunicación, desde televisión digital, telefonía y hasta internet. También estaba llamado a garantizar la comunicación gubernamental y presidencial, que igual que en tiempos soviéticos sigue contando con máxima prioridad.

Otra vaca sagrada, la industria militar rusa, tampoco sale de un revés tras otro. El pasado sábado fracasó otro lanzamiento de prueba de un cohete balístico intercontinental Bulava desde el submarino Yuri Dolgoruki, construido especialmente para estos misiles.

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