CRÍTICA VIDEOJUEGOS

Malditos roedores

G-Force | Disney Interactive | +7 | Wii

G-Force, el nuevo juego de Disney, ha llegado. Es decir, ha llegado el juego basado en G-Force, la nueva película de Disney. Por algún motivo ajeno a la evidencia de los hechos, un acontecimiento como éste tiende a pasar desapercibido o perecer ahogado en la marisma mediática por la lógica preeminencia de la película. Para colmo, está el ámbito de los destinatarios del título; la desatención crítica de cara al videojuego infantil suele ser directamente proporcional al escaso esfuerzo de los desarrolladores a la hora de contentar a aquel target.

Sin embargo Disney, en especial en su colaboración con Nintendo, se está ganando a base de fe y esfuerzo un lugar en el particular Olimpo de los juegos de calidad para el público infantil. Y en esta ocasión ha llegado a hacerlo dando un paso más allá de anteriores títulos, como los estimables Bolt y Up: invirtiendo el supuesto orden de calidad película-videojuego. Porque, acaso debido a los mecanismos plásticos de la acción en los que se agota la premisa dramática del filme (un intrascendente aperitivo de las sorpresas que la Fábrica de Sueños habrá de disponer en estas navidades), el título que nos ocupa viene a ser un fenomenal juegazo, capaz de abanderar en toda su pureza la épica fabulesca tan cara a la mitología Disney, e incluso de amplificarla a los controles de nuestra consola. Mucho más de lo que se puede decir del título cinematográfico, desde luego.

No resuenan muy distantes los sabios consejos del maestro sir Alfred Hitchcock, que prefería adaptar al cine pequeñas obritas pulp, alegando que las grandes obras literarias ya habían llegado a su más excelente forma estética sobre el papel. De la misma forma, en esta ocasión el lenguaje de la película se revela más cercano al del videojuego de lo que cabría esperar, por lo que el trasvase al nuevo lenguaje ha suscitado la adecuada excusa para el provecho estilístico pleno. Debemos agradecer este perfecto entretenimiento a un diseño de juego plural y sólido, que despliega una variedad de géneros con una vocación arácnida, a la vez que fielmente ceñida a las necesidades de la acción. Así los personajes, pequeñas cobayas-espía cerebralmente mejoradas y equipadas con la más alta tecnología para sus misiones, han de encadenar situaciones de sigilo, acción y puzzle con una gran rapidez y a contrarreloj, para resolver los problemas tácticos que se van sucediendo en su aventura. En el primer caso juegan a nuestro favor las habilidades para la invisibilidad de los roedores y su reducido tamaño; en el segundo una pistola de escasa potencia y un látigo energético capaz de desmantelar los terroríficos (y delirantes, y cómicos) ingenios mecánicos a que habremos de enfrentarnos; y en el tercero la ayuda de una mosca capaz de colarse por cualquier rendija y recorrer cuantos respiraderos sean necesarios para sondear habitaciones inaccesibles.

A pesar de la salida comercial del juego en multiplataforma (algo que viene siendo la norma en cada lanzamiento de Disney), son precisamente los recursos de Wii los que mejor se adaptan a la condición fluida de esta sucesión de géneros, tan frenética que prácticamente acaba disolviéndose en un todo compacto y resistente a la disección. Tras un tutorial estructurado en un breve proceso de entrenamiento, el careo de los evolucionados roedores, capitaneados por el agente todoterreno Darwin, con las fuerzas malignas de Aberling, es un hecho inmediato. También lo es nuestra inmersión en una aventura que, en el caso de los adultos, hará eco en las distantes paredes de la infancia, y en el de los niños forjará la suya 

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