Toros

Apoteósica tarde de El Cid, que indulta un toro, en actuación rotunda

  • El diestro sevillano corta cuatro orejas y rabo, simbólicos · Luis Bolívar consigue un trofeo y Víctor Puerto, ovacionado

GANADERÍA: Se lidiaron seis toros de Ernesto Gutiérrez Arango, bien presentados. Bravo y de extraordinaria calidad el quinto, de nombre Talabartero, número 94, de 472 kilos, que fue indultado. Al sexto, codicioso, le dieron la vuelta al ruedo. De gran pitón izquierdo, el segundo. El tercero se apagó pronto. El primero salió suelto y distraído. El cuarto, manso. TOREROS: Víctor Puerto, silencio y saludos, tras petición de oreja. Manuel Jesús 'El Cid', dos orejas y dos orejas y rabo, simbólicos. Luis Bolívar, palmas y oreja. Incidencias: Plaza de toros de Medellín. Media entrada. Se despidió de los ruedos Jairo Gómez, de la saga de los Dinastía. Bien El Boni en la brega y las banderillas.

El matador de toros español Manuel Jesús El Cid fue el gran triunfador de la última corrida de la Feria de Medellín, Colombia, y se aseguró el trofeo de la feria, que indultó un toro.

El diestro sevillano cortó dos orejas al segundo y dos orejas y rabo simbólicos del quinto toro, al que indultó. Alternó con el también español Víctor Puerto y el colombiano Luis Bolívar, quien cortó una oreja.

El Cid no olvidará esta temporada colombiana. Había sido contratado sólo para dos tardes en Manizales y Medellín. Y por la vía de la sustitución terminó haciendo todas las ferias colombianas, y de paso saliendo a hombros con rotundidad en casi todas sus tardes.

Ayer, la afición de Medellín comprobó la rotundidad del sevillano. Dos orejas y dos orejas y un rabo, simbólicos, por indultar al quinto, fue el balance numérico.

Pero detrás de la estadística se esconde el sitio de un torero en la miel de su carrera. Ese mismo sitio que lo pone arriba, encumbrado hasta romper el techo, para erigirse como un nombre y un hombre para contar en el escalafón de los privilegiados, donde caben tan pocos y a donde tantos quisieran llegar.

El de Salteras cuajó en Medellín series de categoría. Convenció con un buen pitón izquierdo del primero de sus toros, y fue con ese mismo sitio que sedujo al quinto, el extraordinario Talabartero, al que le dio el pasaporte no sólo de la vida sino de la inmortalidad, porque hay que tallar en mármol ese momento para que perdure en los anales de la Macarena.

Ahí, siempre firme, sin rectificar, no porque no lo quiera sino porque no lo necesita. Manuel le dio una vuelta total en ese turno a la faena a partir de ponerse la muleta en la mano derecha y tras brindarle el toro al subalterno John Jairo Gómez en su última tarde como torero de plata.

Puso el trapo adelante y comenzó a bordar en relieve. De hecho, cada muletazo tuvo su propio sello, pero, a su vez, el conjunto fue uniforme, en profundidad y en emoción.

Hubo muletazos largos para enseñar las bondades del astado. El animal se empleó como si supiera lo que le esperaba al final del camino. Pero luego, todo se hizo tan armonioso que la belleza se apoderó del ruedo para poner a los tendidos en pie, mientras, como ajeno a lo que sucedía a su alrededor, el torero disfrutaba y el toro no cejaba en su empeño de ganarse el perdón.

La corrida de Ernesto Gutiérrez Arango dejó algo más, como el sexto, un toro con codicia que se movió a la par de la voluntad y de la muleta de Luis Bolívar para permitirle al torero caleño tocar en la puerta grande, aunque sólo encontró al final la recompensa de una oreja, mientras el toro se colgaba la medalla de una vuelta al ruedo en el arrastre.

Una faena que pudo terminar más arriba para Bolívar, de no ser por la larga muerte de bravo del toro.

A Víctor Puerto le salió la otra cara. El primero, alto y muy distinto a los demás, al menos en presentación, no se encontró a gusto y anduvo errante, mientras el madrileño, afincado en Sevilla, trataba de atajarlo, sin éxito.

El cuarto fue el manso del encierro, siempre intentando los adentros. Ninguna fórmula funcionó, ni la de darle los terrenos, menos la de algunas expresiones populistas. Hubo petición y todo terminó en cariñoso saludo.

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