Toros

Decepcionan los 'victorinos' en Las Ventas ante 17.000 espectadores

Los toros de Victorino Martín, el gran reclamo con que la nueva empresa se estrenaba en festejo mayor en Las Ventas, decepcionaron finalmente por su falta de raza y entrega en una tarde en la que lo más positivo fue la excelente entrada, con más de 17.000 espectadores en los tendidos.

Ya en cuanto a presentación, la corrida dejó que desear, no tanto por su mayor o menor seriedad, sino porque los seis toros compusieron un lote demasiado desigual. Y si el continente no fue bueno, menos aún lo fue el contenido, pues el juego de la corrida estuvo marcado, en distintas versiones, por la falta de raza y entrega. Fallaron, pues, los victorinos, y más aún un sexto que fue devuelto a corrales no tanto por falta de fuerzas como por afligirse en el caballo, aunque, eso sí, hubo un segundo que, en otras circunstancias, hubiera servido para defender el honor de la divisa. Tuvo ese toro una profunda embestida por el pitón izquierdo, la única humillada y entregada de los seis hermanos, para ofrecer con ella a Iván Fandiño una clara opción de triunfo que, en cambio, éste nunca llegó a aprovechar.

Fadiño, Alberto Aguilar y Gómez del Pilar se marchan de vacío de la plaza madrileña

El diestro vasco dejó ver en ocasiones, apenas muletazos aislados, la gran calidad del toro, pero por falta de convicción o por desaciertos técnicos no consiguió apurarla en una faena ayuna de mando y firmeza.

Con dos de los otros cuatro victorinos se estrelló la permanente voluntad de Gómez del Pilar, quien confirmó alternativa con un toro que ya se le frenó en el saludo a portagayola y que, encogido de riñones, apenas tuvo un mínimo recorrido en sus ásperas arrancadas, lo mismo que su segundo, que, aun sin brusquedad, tampoco tuvo fuerzas para emplearse mínimamente.

Fandiño tampoco estuvo lúcido ni lucido con un cuarto muy descastado, mientras que Alberto Aguilar bastante logró con salir ileso ante las violentas coladas, con un creciente sentido y peligro, con que le amenazó el tercero.

Como pasó a la enfermería para que le infiltraran los médicos, se corrió el turno para que Aguilar lidiara el sexto, finalmente un sobrero de San Martín que tuvo las fuerzas muy medidas pero con la virtud de su gran clase en las embestidas.

El torero madrileño ayudó con temple y paciencia a que se asentara el animal hasta que de mitad de trasteo en adelante logró, uno a uno, una docena de muletazos por ambas manos en el que el ritmo del toro y el de la muleta fueron a templado compás, componiendo los momentos de más brillo de la tarde, antes de que los fallos con la espada de Aguilar sumaran otra carga al contenedor de la decepción.

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