Toros

López Simón pone el broche triunfal a la Feria de la Magdalena de Castellón

  • El diestro madrileño sale a hombros, Varea corta una oreja y Enrique Ponce se marcha de vacío

Simón, a hombros en Castellón.

Simón, a hombros en Castellón. / domenech castelló / efe

El diestro Alberto López Simón fue el encargado de poner el broche triunfal a la Feria de la Magdalena de Castellón merced a las dos orejas que cortó, una de cada astado de su lote, lo que le permitió salir a hombros en una tarde en la que el local Varea paseó también un apéndice del sexto astado. Con casi lleno, se lidiaron cinco toros de Juan Pedro Domecq y uno -el sexto- de Parladé, desiguales de presentación y de juego también variado. Destacaron segundo y, sobre todo, sexto, aplaudidos ambos en el arrastre. Flojo y sin raza, el primero; manejable sin más, el tercero; bronco y deslucido, el cuarto; y aplomado, el quinto. Enrique Ponce, ovación y ovación. Alberto López Simón, oreja y oreja. Varea, ovación y oreja.

López Simón puso la plaza en ebullición en su primera faena ante un buen toro de Juan Pedro Domecq, que, al no ser prácticamente picado, duró mucho en la muleta. El joven madrileño desplegó todo su repertorio para el deleite de unos tendidos muy entregados con él. Hubo de todo: variedad con el capote, pendulazos y rodillazos en la apertura, un grueso de faena en la que intercaló momentos desmayados con otros de mayor largura y sometimiento, y un final de obra en la distancia corta. La mala colocación de la espada propició que cortara solo una oreja.

El quinto fue un juanpedro sin tanto recorrido como el anterior; todo lo contrario, fue más bien un animal aplomado, con el depósito de gasolina en la reserva prácticamente de salida. Pero López Simón no se amilanó y, entre los pitones, se inventó una faena muy comunicativa con la gente, que lo premió con otra oreja para lograr así la salida a hombros por la Puerta Grande.

El local Varea, que hacia su presentación como matador de toros en su tierra, anduvo también a muy buen nivel. Cortó una oreja del buen sexto, al que toreó francamente bien por los dos pitones merced a una faena en la que aunó sitio, temple, mando. Sólo el pinchazo previo a la estocada final le impidió pasear el doble trofeo. Y pudo haber logrado otra de su anterior antagonista, tercer toro de corrida, si la espada llega a serle fiel, pues en la muerte suprema echó a perder una faena de alta nota artística.

A Ponce le tocó bailar con la más fea, pues a sus manos fueron a parar un primero que se sujetaba con alfileres y un cuarto que respondió con aspereza. Fue ovacionado al término de sus dos faenas.

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