Opinión

Tradición, sí; anacronismo, no

La tradición no es, ni debe ser, sinónimo de anacronismo. Hoy en día, los espectadores llegan a la Maestranza en distintos medios de locomoción, como en vehículos a motor. No vienen de los pueblos aledaños en burro, como sucedía cuando se inauguró esta bella y singular plaza a la que actualmente se le retrasa el reloj en algunos aspectos. Y no se entiende. Porque la propia Maestranza, según pasaban los años, se iba poniendo al día. Por ejemplo, ya que hablamos de la hora, en 1939 colocó un reloj, se construyó un corral de reconocimiento acorde con aquellos tiempos. Anteriormente, se instaló luz eléctrica y últimamente se ha cambiado y actualizado la enfermería. Cuando enfilamos la recta final de la primera década del siglo XXI es inaudito y sorprendente que la Real Maestranza no tenga un drenaje en condiciones que evite el encharcamiento del ruedo y las suspensiones y que en otras ocasiones ni siquiera se cuente con una lona u otro simple sistema. La imagen de operarios pintando las rayas de picadores cuando al minuto sale otro para anunciar la suspensión es cuanto menos surrealista. Casi cuatro décadas después de que el hombre pisara la luna y con todo tipo de adelantos tecnológicos chirrían muchas cosas. En un reportaje publicado el pasado 24 de abril en este diario, tras las tres primeras suspensiones de este año, recogíamos alguno de los sistemas empleados en otra plaza y que han dado resultado. Todo es cuestión de un estudio concienzudo y de una inversión apropiada. Tampoco vale de pretexto que se pierda identidad con el amarillo albero alcalaíno cuando en nuesta época se consigue arena del color que se quiera y que permite la filtración del agua; según señalan especialistas. Es cierto que Sevilla no es una ciudad con un alto índice pluviométrico. Pero la naturaleza no entiende de probabilidades y ha demostrado que hay que estar preparado para no pisar en los mismos charcos. Otro de los aspectos que llaman la atención es la inexistencia de un medio de información eficaz al público. Es muy triste comprobar como en los días de suspensión, la mayoría de espectadores, con cara de póquer, se preguntan con la mirada qué está sucediendo... hasta que un caballero con una pizarra pasa por el callejón desvelando la incógnita ¿Y si algún día hay que comunicar algo más importante que una suspensión? ¿Qué sucedería?... No se debe poner como pretexto el que sea un inmueble de interés cultural. Ahí está el coliseo romano de Nimes, una pieza única desde el año 27 a.C., que los franceses adaptan como plaza de toros y donde celebran tres ferias al año y en febrero han llegado a dar novilladas, bajo una cubierta y con calefacción. Hay que poner el reloj en hora. Se deben evitar incomodidades propias de hace siglos a unos espectadores que pagan sus localidades con precios del XXI.

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