La Voz Invitada

Aepla: Proteger los cultivos es nuestra forma de proteger la agricultura

  • El autor subraya que la industria fitosanitaria va a seguir investigando e innovando cada día

Agricultores sembrando.

Agricultores sembrando.

Este año, al que le quedan solo unos pocos días para su finalización y que desgraciadamente será recordado por todos por la pandemia generada por la Covid-19 y sus trágicos efectos, tanto a nivel sanitario como económico y social, nos ha servido también para darnos cuenta, quizás de la forma más indeseable de todas, del protagonismo esencial que sigue teniendo la agricultura para nuestro bienestar y calidad de vida.

Aunque nos encontramos en plena “era tecnológica” y las telecomunicaciones son una parte indispensable para el desarrollo de nuestro día a día, una actividad milenaria y en la que la tradición y el conocimiento heredado de padres a hijos es una de sus señas de identidad, ha vuelto a emerger de esa posición secundaria en la que, de una forma casi inconsciente, se le había situado durante estas últimas décadas, para demostrar su implicación con la sociedad de la que forma parte, así como su capacidad para que el resto de la población podamos disfrutar diariamente de alimentos básicos en cualquier punto de venta de nuestro territorio, incluso en los peores momentos.

Aunque parezca que es volver la vista a algo que ocurrió hace demasiado tiempo, a causa de todo lo ocurrido durante este 2020, el año comenzó con la protesta del sector agrícola para que fueran escuchadas sus reivindicaciones.

Aun así, nuestro sector agrícola puso de manifiesto su madurez y responsabilidad al dejar a un lado sus movilizaciones para aunar esfuerzos en la lucha que todos estamos librando contra los efectos de esta maldita pandemia, asumiendo en primera persona los riesgos asociados a seguir trabajando, día tras día, mientras el resto de la sociedad nos veíamos obligados a confinarnos para garantizar nuestra protección y reducir el riesgo de contagio.

Esta actitud no hace más que reafirmarnos en lo tremendamente orgullosos que nos sentimos de todas y cada una de las personas y entidades que conforman nuestro sector agrícola, y en la necesidad de hacer todo lo posible para potenciar y defender nuestra agricultura con todos los medios que tenemos a nuestro alcance.

Es aquí donde desde la industria fitosanitaria consideramos que la forma más adecuada de proteger el futuro de nuestra agricultura es mediante aquello que mejor sabemos hacer, como es seguir investigando e innovando cada día para dotarla de soluciones efectivas, seguras y sostenibles para la protección de sus cultivos.

Por esa razón resultó sorprendente la presentación el pasado mes de mayo de las Estrategias comunitarias “De la Granja a la Mesa” y “Biodiversidad 2030”, con las que la Comisión Europea pretende mejorar el sistema alimentario de la UE haciéndolo más sostenible y respetuoso con el medio ambiente.

Del texto llama la atención la exposición de exigencias para el replanteamiento casi integral de un sector primario que, podemos afirmar sin temor a equivocarnos, goza de un extraordinario reconocimiento fuera de las fronteras comunitarias.

Nuevos horizontes

Objetivos planteados como el de reducir un 50% el uso de productos fitosanitarios y exigir que un 30% de la agricultura sea ecológica en el horizonte de tiempo planteado, resultan cuando menos irrealistas, si al mismo tiempo se quiere mantener la productividad y competitividad agrícola europea.

Desde nuestro punto de vista, esta nueva estrategia agroalimentaria se asienta sobre un error de concepto que afecta al resto de su planteamiento, y no que no es otro que el hecho de considerar que la única forma de actuar contra los efectos del cambio climático reside en redefinir radicalmente el futuro del sector agrícola tal y como lo conocemos hasta hoy, hasta el punto de llegar a comprometer su viabilidad real.

Se echa en falta un sólido estudio de impacto sobre los principales objetivos y las medidas incorporadas en las mismas, de manera que se puedan entender las consecuencias ambientales, las implicaciones socioeconómicas y los beneficios potenciales que representan. Dicha evaluación de impacto debería basarse en datos transparentes y tener en cuenta los últimos conocimientos científicos, lo que permitiría establecer unos objetivos realistas que respondan a criterios racionales y sustentados en el mejor conocimiento científico.

”Los nuevos objetivos de la CE son irrealistas para mantener la productividad”

Precisamente, viene a remarcar estos aspectos el reciente informe de impacto de las mencionadas Estrategias, realizado por el Departamento de Agricultura de los EE.UU. (USDA), cuyos alarmantes resultados reflejan una caída del 12% de la producción agrícola y un descenso del 16% de los ingresos brutos de las explotaciones agropecuarias, además de un aumento del 2% de las importaciones y una disminución del 20% en las exportaciones de alimentos.

Difícilmente es posible reducir en un 10% la superficie de cultivo o limitar drásticamente el uso de aquellos productos, previamente homologados, dirigidos a garantizar la adecuada protección y crecimiento de las cosechas, sin que esto repercuta peligrosamente sobre la accesibilidad de la población a unos alimentos que, si se ve afectado su volumen de producción, incrementarán su precio por el simple efecto del desequilibrio entre oferta y demanda.

El futuro del sector agroalimentario europeo requiere de un desarrollo acelerado de nuevas soluciones tecnológicas, en todos los ámbitos, no de detenernos para plantear la demolición de sus cimientos, mediante un recorte caprichoso de las pocas soluciones de que se dispone, que funcionan, y son seguras, según la propia firma de la Comisión Europea.

Por todo ello, desde Aepla, como ocurre desde muchos otros ámbitos representativos del sector agrícola en nuestro país, solicitamos a las autoridades europeas que consideren al sector fitosanitario como un socio necesario para implementar la nueva estrategia agrosanitaria en el conjunto de la Unión Europea, siempre tomando como referencia únicamente criterios racionales y basados en la ciencia, ajenos a posicionamientos subjetivos y sustentados únicamente sobre planteamientos políticos, sin ningún tipo de rigor o apoyo de la evidencia científica.

La innovación agrícola y la sanidad vegetal no pueden ser consideradas nunca como un problema, sino más bien como una parte fundamental de la solución para garantizar la satisfacción de las necesidades de alimentos de la población con un consumo de recursos mucho más eficiente y sostenible.

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