Sanidad animal

La tuberculosis, una espada de Damocles para el sector del vacuno

  • Con el índice de prevalencia más alto de España, cunde la desconfianza sobre la validez del programa. Los ganaderos reclaman medidas para que la enfermedad no los arruine.

Pese a la defensa acérrima que las administraciones -Junta, Ministerio y UE- hacen de la validez de las pruebas de diagnóstico y del Programa Nacional de Erradicación de la Tuberculosis Bóvina, entre los ganaderos empieza a cundir la desconfianza, sobre todo ahora cuando, tras años -40 en concreto- luchando contra la enfermedad, esta ha vuelto a repuntar en Andalucía y afecta ya a un 12% de las explotaciones, con comarcas que tienen hasta un 25% y un 30% de explotaciones contaminadas, según se puso de manifiesto en la reciente jornada sobre la tuberculosis bovina organizada por Asaja Sevilla.

Lo cierto es que la tuberculosis y las medidas que conlleva el programa de erradicación, con "saneamientos" periódicos -prueba de la tuberculina y de gamma interferón- a cada uno de los animales de cada explotación, cada pocos meses, tienen a los ganaderos en un sinvivir. Como dice José Manuel Roca, técnico de Asaja Sevilla, "el que pasa el saneamiento sin que le dé positivo ninguna vaca es como si hubiera sacado unas oposiciones". Y cuando dan positivo uno o varios animales "pues ya sabe que tiene una ruina".

Estos saneamientos, aunque tengan financiación para las pruebas, suponen un enorme coste para los ganaderos, pues implican un manejo continuo de ganado que se cría en extensivo y que por tanto está disperso en las dehesas. Hay que meterlos en una mangá -especie de pasillo que se va estrechando y acaba en una casilla de operaciones en la que el veterinario puede inmovilizar al animal- para hacerles la prueba de la intradermotuberculina y a las 72 horas volverlos a meter para ver si ha habido reacción, y posteriormente otra vez para la prueba complementaria del gamma interferón. Son manejos complicados y costosos y más cuando se trata de ganado no manso como es el toro de lidia. Estas operaciones -con el problema de la tuberculosis- se han vuelto el pan nuestro de cada día, hasta el punto de que hay quien se queja de tener que construir mangás nuevas "porque las vacas ya saben que en la antigua les pinchan y no hay quien las meta". Y es que estas pruebas se suman a las demás que hay que hacerle al ganado por otras cuestiones sanitarias.

Sobre la ruina que se cierne sobre el ganadero con animales positivos hay que tener en cuenta además que una vaca de carne vale entre 1.000 y 1.500 euros, y cuando da positivo en una de estas pruebas hay que mandarla inmediatamente a matar. El ganadero cobra una indemnización que depende de la edad de la res, pero que de media es -según el también técnico de Asaja, Arturo Hidalgo- de unos 400 euros. Pero esta pérdida económica no es lo que más duele a los ganaderos -pese a que a veces los animales que se detectan como enfermos son el 30 o el 40% de la explotación- sino la espiral en que entran y que un ganadero comparó a "estar apestado o como si tuvieras la lepra".

De hecho, después de que algún animal haya dado positivo en una explotación y de que se hayan sacrificado todos los contaminados, la explotación queda con una calificación que no podrá remontar hasta haber pasado a los cuatro meses un nuevo "saneamiento" y mientras tanto tiene restringida la entrada y salida de reses, aún cuando estas no hayan dado positivo en las pruebas. Y los terneros no pueden ser mandados a cebaderos convencionales sino que han de ser cebados en la misma explotación -que no suele estar preparada para ello- o mandados a unos especiales -"calificados"- en los que, según se quejan los ganaderos, no les pagan por los terneros "ni la mitad de lo que valen aunque luego ellos los revendan al precio normal".

Sixto Martínez, ganadero sevillano de la Puebla de los Infantes, se lamentaba en la citada reunión de Asaja de que "te quedas atado de pies y manos". Y entre esas limitaciones de las que se quejaba la mayoría de los afectados destacaban las dificultades para lograr una autorización para poder comprar un toro para cubrir las vacas, que un ganadero decía que había tardado cuatro meses , hasta las limitaciones para reponer el ganado sacrificado. Y estas limitaciones se agravan según las distintas calificaciones que puede tener una explotación, según la incidencia que haya tenido históricamente la enfermedad en ella y también por la prevalencia que haya en su comarca y su entorno.

Antonio Pérez, otro ganadero, relataba con gran desesperanza su experiencia, ya que hace cuatro años tuvo una incidencia tan alta de la tuberculosis en su explotación que le autorizaron a hacer un "vaciado sanitario", es decir a matar a todas sus vacas con la indemnización correspondiente, algo que -según se quejan- "ya se autoriza poco porque no hay dinero para indemnizar". Pérez, tras un tiempo, ha vuelto a comenzar con ganado nuevo y sano y poco después ha vuelto a tener positivos de tuberculosis. Evidentemente, una experiencia como esta le lleva a preguntar a expertos y administración "si de verdad creen que esto funciona, si no habría que hacer algo más".

Y con todos estos inconvenientes, lo que causa más pesimismo en el sector es una cierta desconfianza en que todo esto les lleve a la erradicación de la tuberculosis. Entre los ganaderos se habla mucho de los errores de las pruebas, de los falsos positivos y hasta de la "falsa tuberculosis", términos que salen en prensa y a los que se agarran muchas veces para denostar el programa de erradicación que los trae a maltraer.

Pero la ciencia y las autoridades son radicales: afirman que el programa funciona si se hace bien. De lo cual se desprende que en Andalucía no se ha hecho bien. Y así lo reconoció el jefe del servicio de Sanidad Animal de la Consejería, Manuel Fernández Morente, quien dijo taxativamente "el programa no se hecho bien siempre y todos lo sabemos".

Fernández Morente reconoció que no sólo el 12% de prevalencia que tiene de media Andalucía "es altísimo" sino que lo peor es que "hay comarcas en las que la prevalencia llega al 30%". No dijo cuales son, pero es de suponer que sean de Córdoba ya que es la provincia con peor tasa, superior al 15%. Respecto a quien lo ha hecho mal, si los ganaderos, los veterinarios o la administración, repartió las culpas entre todos. En este sentido, tanto Fernández Morente como el representante del Ministerio, José Luis Sáez Llorente, aseguraron que precisamente el gran aumento de la prevalencia en Andalucía es "porque ahora se están haciendo las cosas mejor". Citaron los cursos de formación que se han impartido a los veterinarios para que las pruebas--"que son complicadas"- se hagan "exactamente como se tienen que hacer", y se ha añadido la prueba complementaria del gamma interferón para tratar de que se escape de la detección un mínimo de animales infectados, pues todos están de acuerdo en que aunque las pruebas tengan un alto nivel de fiabilidad, no son 100% ciertas y puede haber falsos positivos falsos negativos.

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