Los diez nombres de la semana.

Los diez nombres de la semana. / M. G.

"Salimos como entramos", sentenció Juanma Moreno en la Conferencia de Presidentes, donde reivindicó la igualdad entre territorios. Pedro Sánchez ya sabe que además de gestionar la crisis sanitaria, que repunta alarmantemente, y la crisis económica, que se derrumba catastróficamente con números nunca vistos desde la Guerra Civil, tendrá que afrontar el descontento beligerante de las comunidades mientras él trata de contentar a sus socios de la mayoría Frankenstein. El próximo curso será duro. El modo vergonzante en que compró la presencia de Urkullu, aunque se trate de un procedimiento constitucional, ya dio para abrir las heridas del agravio. Y Moreno sabe que esa es una fuerza poderosa; de hecho, el PSOE se impulsó con el agravio en Andalucía durante décadas, siempre que gobernaba el PP.

El presidente volvió a usar ayer una frase que Susana Díaz usó decenas de veces: Andalucía no reclama más que nadie, pero no menos que nadie. Eso está en el imaginario colectivo. Moreno Bonilla se puso al frente para advertir que no permitirá ningún maltrato. Cuando uno lee "no vamos a permitir un trato desigual en función de las componendas, las negociaciones bilaterales o los apoyos en el Congreso" lo mismo podría servir para Moreno Bonilla 2020 que para Díaz Pacheco 2016. Es un plus. Y que sea otra socialista andaluza, la ministra María Jesús Montero, quien presida la comisión que evaluará la distribución de los fondos de la UE entre comunidades, puede ser otra oportunidad. En la política, como en la guerra y en el amor, no se renuncia a ningún arma.

El agravio resulta tan tentador que a menudo lleva a sobreactuar. No es el caso de la financiación, pero sí con los corredores turísticos seguros a Baleares y Canarias, que se basaban en un vacío en el pronunciamiento británico. Elías Bendodo, con su vitola de Rasputín de San Telmo, nunca va a perder una oportunidad de usar no ya el efecto psicosocial del agravio sino la contradicción en que está atrapado el PSOE. Susana Díaz siempre defendió los criterios de la UE que ahora reclama Juanma Moreno a Moncloa: población, PIB per cápita y tasa de desempleo. Es demasiado estruendoso el silencio actual de Díaz por no indisponerse con Sánchez.

El PSOE, en todo caso, ha optado desde hace semanas por el cuerpo a cuerpo con el Gobierno andaluz. Nada de placebo. Más que un juego de estrategias en el tablero, esto ha derivado a un puro intercambio de golpes. Como esa clase de peleas, alejadas de las normas del Marqués de Queensberry para el ring, que consistían en golpearse mutuamente hasta que el otro cayese derrotado. Golpe tras golpe. Pero el sonrojante episodio para el PP del informe pagado ahora por un trabajo de asesoría de cinco años atrás es poco contundente frente al informe de la Cámara de Cuentas destapando 1.500 millones de facturas negras que el susanismo en el poder dejó sin pagar. Ahí, en fin, se andan a porrazos. Todavía el PSOE, aunque no pueda más que resistir y perseverar en la pelea, tiene demasiado que perder.

Incluso cuando desde los socialistas plantean asuntos corrosivos como las contrataciones exprés, que pueden entenderse en casos excepcionales pero no como práctica habitual, siempre hay contragolpes. Y la respuesta canónica de San Telmo es que desde ahora ya no será necesario "tener el carné del PSOE" para acceder a un trabajo en la Junta porque se seleccionará al personal "sin privilegios" bajo criterios de "igualdad, mérito y capacidad"… El mensaje sin duda encaja con esa debilidad del PSOE, atrapado en las redes del pasado. Eso sí, el Gobierno andaluz haría bien en responder sobre su gestión con transparencia, un requisito democrático elemental, sin acostumbrarse a contragolpear con estratagemas retóricas porque en algún punto se acaba perdiendo la confianza. Y el PSOE no va a dejar de percutir buscando ese punto.

La realidad andaluza, por supuesto, va más allá del pulso del PSOE con el Gobierno de PP y Cs. Hay episodios que no debieran quedar solapados tras los titulares, como el incidente de Monedero en Sanlúcar, evidenciando que la normalización de las prácticas antidemocráticas, como el escrache, siempre se acaba volviendo contra sus promotores. Martina Velarde, por cierto, ha perdido una buena ocasión de elevarse sobre el ruido del sectarismo; aunque en Adelante Andalucía anden en un clima de alta tensión. Pocas horas después, amaneció quemada la autocaravana a Juan Cassá, al que se había declarado tránsfuga en el Ayuntamiento de Málaga. Hay señales de que el clima se deteriora, y no es un asunto menor. La imagen de los partidos enredados en pleitos más o menos estériles, mientras la crisis se agudiza dejando estadísticas volcánicas ante el futuro, es pólvora para la desafección de la política.

Claro que en términos escénicos, el choque de PSOE y San Telmo es la referencia mediática. Y ahí, por cierto, el Gobierno andaluz se ha anotado un éxito esta semana después de que los dos sindicatos mayoritarios (UGT y CCOO) y la patronal (CEA) suscribieran un pacto por la recuperación en un acto solemne. Eso aísla más a los socialistas en su estrategia de Oposición Total, tras borrarse de la Comisión de Reconstrucción; y probablemente debilita sus expectativas de que los sindicatos actúen como punta de lanza para desestabilizar a San Telmo, aunque sí se hayan volcado en el frente sanitario, con los cierres siempre polémicos del verano, y el frente escolar, con el incierto regreso a las aulas. En estas circunstancias, la labor necesaria de oposición se expone al riesgo de aparecer como saboteadores que tratan de rentabilizar el desastre. Le ha sucedido a Pablo Casado en Madrid, y puede sucederle al PSOE en Andalucía. A veces, la debilidad lleva a cometer errores por tratar de aparentar fortaleza.

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