Dos años del Gobierno del cambio en Andalucía | La oposición de izquierdas

  • Susana Díaz aspira a volver a la Junta, pero sus críticos velan armas a la espera de otras primarias fratricidas, mientras que las fuerzas a la izquierda del PSOE implosionan tras la pugna de Teresa Rodríguez contra Podemos e IU

Andreotti podría ser andaluz

Pedro Sánchez y Susana Díaz, en un acto de campaña en 2019, en Torremolinos Pedro Sánchez y Susana Díaz, en un acto de campaña en 2019, en Torremolinos

Pedro Sánchez y Susana Díaz, en un acto de campaña en 2019, en Torremolinos / Efe

Escrito por

· Carlos Rocha

Citar a Giulio Andreotti en una crónica sobre las divisiones de la izquierda en Andalucía es casi una perogrullada. La sentencia más célebre de este romano, que lo fue todo en la política italiana de la segunda mitad del siglo XX, recuerda que el poder desgasta “sobre todo cuando no se tiene”. Pero la larga carrera del dirigente de la democracia cristiana dio para otra enseñanza perfectamente aplicable al caminar de las fuerzas que hoy son la oposición en la comunidad. “Hay amigos íntimos, amigos, conocidos, adversarios, enemigos, enemigos mortales y... compañeros de partido”. La izquierda andaluza, sus dirigentes y las propias formaciones que la integran han pasado en los últimos dos años por toda la gradación de relaciones sociales desgranada por el político italiano, pero para entender su momento actual hay que combinar las dos sentencias mencionadas.

El PSOE andaluz no era consciente de hasta qué punto desgastaba la pérdida del poder. Nadie en San Vicente se lo podía imaginar hasta la semana previa al 2 de diciembre de 2018. Un par de décadas antes, el desembarco del PP en las ciudades de la comunidad a mediados de los 90 erosionó el poder municipal de los socialistas al mismo tiempo que la pinza de Luis Carlos Rejón y Javier Arenas casi asfixia a Manuel Chaves. Aquello fue un estornudo comparado con el catarrazo que le provocó la crisis económica y financiera de 2008 y la gestión que de ella hizo el Gobierno de José Luis Rodríguez Zapatero. José Antonio Griñán fue capaz de encontrar el antigripal necesario. Estiró la legislatura que heredó de Manuel Chaves y colocó las elecciones autonómicas en marzo de 2012. Evitó así la mayoría absoluta de Javier Arenas y buscó en la IU de Diego Valderas el apoyo necesario para alargar la hegemonía del puño y la rosa en Andalucía.

Aquel pacto suscrito entre dos políticos que ya están retirados de la vida pública es el origen de muchas de las situaciones por las que hoy pasa la izquierda andaluza. Susana Díaz y Antonio Maíllo recibieron de sus predecesores un acuerdo que se acabó malogrando y esa ruptura determina todavía hoy las relaciones entre PSOE e IU en Andalucía. Por el camino apareció Podemos, también como consecuencia de la Gran Recesión y la oleada de desconfianza en la clase política que provocó. El éxito morado en Andalucía –15 escaños en su primera convocatoria electoral en la que partía de cero– no se entiende sin Teresa Rodríguez, una figura que despierta tantas filias como fobias y que ha influido mucho en el abismo que separa –o separaba– a los socialistas del resto de corrientes de izquierdas que pueblan Andalucía.

El PSOE busca su sitio en la oposición

El camino que llevó a Susana Díaz a perder la Junta tras cinco años de Gobierno está más que documentado. Sus aspiraciones en política nacional y la durísima derrota en las primarias frente a Pedro Sánchez la debilitaron enormemente. La condena de la opinión pública a sus predecesores en la Junta por presidir los gobiernos de los ERE fue un lastre imposible de levantar. Y al factor corrupción hay que sumar los estragos de la gestión de la crisis de 2008 y su escuálida recuperación, que ahora está en solfa por culpa de una variable imposible de predecir: una pandemia como no se ha visto en 100 años. El Covid-19 ha hecho evidente que la sanidad pública andaluza –y estatal– seguía en una situación precaria a pesar de que los Presupuestos andaluces son expansivos desde hace ya más de un lustro. Lo preocupante es que las costuras empezaron a saltar en hospitales y centros de salud cuando las muertes provocadas por un virus respiratorio eran sólo el argumento de una película de Steven Soderbergh. Y el problema para Susana Díaz es que se lo recuerdan cada vez que Jesús María Ruiz, portavoz sanitario socialista, levanta la voz para criticar al Gobierno de Juanma Moreno por la pandemia. Le ocurre lo mismo cuando Javier Carnero, que fue consejero de Empleo, critica las políticas de formación para parados; o cuando Francisco Conejo atiza a Elías Bendodo porque considera que el consejero malagueño controla Canal Sur con mano de hierro.

La izquierda sumaba 59 escaños en 2012, 67 en 2015 y sólo 50 desde diciembre de 2018

Es muy difícil hacer oposición cuando el recuerdo más reciente que hay es el de tu Gobierno. Tampoco ayuda que, siempre que tienen ocasión, los portavoces de Juanma Moreno le recuerdan su debilidad orgánica y que un viraje de Pedro Sánchez puede poner a toda la maquinaria del PSOE en su contra. Dos años después, Díaz ya se ha dado cuenta y ha elevado su desempeño. Trufa sus intervenciones en el Parlamento, más sosegadas que antes, con datos y reclamaciones concretas. El pasado mayo, cuando la actividad de la Cámara se reactivó tras los meses mas duros de la primera ola, la líder socialista tendió la mano a Juanma Moreno para adaptar los presupuestos al Covid. Desde entonces el intercambio de ofertas al diálogo ha sido constante, pero infructuoso. Ni en el PSOE se creen al Ejecutivo ni en San Telmo han visto nunca un posible aliado en San Vicente. “Habría sido una jugada maestra”, asegura en una conversación privada un alto cargo del gabinete del presidente. Esta fuente cercana a Moreno reconoce que la maniobra habría puesto en un aprieto a Pablo Casado, que tampoco se ha acercado a Pedro Sánchez, pero también habría servido para orillar a Vox, que es el único apoyo posible que tiene ahora el Gobierno autonómico.

Alfonso Gómez de Celis conversa con Felipe Sicilia, hace unos meses en sevilla. Alfonso Gómez de Celis conversa con Felipe Sicilia, hace unos meses en sevilla.

Alfonso Gómez de Celis conversa con Felipe Sicilia, hace unos meses en sevilla. / Julio Muñoz/EFE

Los críticos con San Vicente velan armas

“El partido está en encefalograma plano”. El entrecomillado data del pasado mes de junio y pertenece a uno de los críticos con la dirección del PSOE andaluz. “Parece que estamos encantados de estar en la oposición”, continúa. Los cronistas que llevan décadas siguiendo los avatares del socialismo andaluz estiman que hay un 30% de la militancia que, casi de forma endémica, tiene posiciones opuestas a quien, en cada momento, dirige el partido. A veces hacen más ruido y a veces menos, sobre todo si se tiene en cuenta que siempre ha sido el partido del poder en Andalucía. Díaz logró apaciguar a la mayoría de familias, pero la perdida de poder orgánico e institucional –de nuevo, Andreotti– ha puesto en ebullición al rosario de críticos que hay hoy en el partido del puño y la rosa.

Algunos están ahí desde que Pedro Sánchez doblegó la voluntad de los cuadros del partido en las primarias de 2017 y se hizo un PSOE a su medida. Ahí están los primeros pedristas Alfonso Rodríguez Gómez de Celis, contrincante histórico de Díaz, Francisco Toscano, alcalde de Dos Hermanas, los hermanos Román, en Cádiz, y María Luisa Faneca, en Huelva. El caso de la diputada onubense sirve para explicar dónde está ahora mismo el socialismo andaluz, aunque no permite todavía vislumbrar hacia dónde se dirige. Es quien controla –aunque no preside– la gestora del PSOE de Huelva tras la marcha de Ignacio Caraballo, que ha dejado el partido y la Presidencia de la Diputación de forma precipitada por una denuncia de violencia de género, aunque tenía asuntos de corrupción nublando su futuro político desde hace tiempo. Lo llamativo es que a Caraballo lo ha sucedido en la institución provincial quien él quería, pero con el aval de Ferraz. Los primeros pedristas y los críticos con la dirección de Susana Díaz han unido fuerzas contra la voluntad de la líder socialista.

Entre estos críticos está Mario Jiménez, que fue escudero de Díaz en la gestora federal que dirigió al PSOE en el interregno de Pedro Sánchez y ha sido su portavoz parlamentario hasta que, hace ahora un año, comenzó a poner en duda el liderazgo de la ex presidenta de la Junta. En posiciones similares a Jiménez están otros rebotados –Ángeles Férriz, María Márquez, Miguel Ángel Vázquez– y, junto con los pedristas de la primera ola, velan armas a la espera de que la pandemia comience a remitir, el Gobierno central blinde sus primeros Presupuestos y el presidente Pedro Sánchez gire su atención hacia lo orgánico. Entonces se verá hacia dónde se mueven las mayorías, con todas las miradas puestas en Jaén, donde Francisco Reyes dirige una provincia que todo el mundo considera el pequeño engranaje del mecanismo del socialismo andaluz. Cuando Jaén se mueva, temblará el PSOE. De Jaén es también Felipe Sicilia, el joven diputado promocionado por Adriana Lastra que ha sido el primero en postularse de forma pública para plantar cara a Susana Díaz cuando se coloquen las urnas.

La ex presidenta de la Junta tiene claro que se va a presentar y confía en que el tratado de no agresión con Pedro Sánchez se pueda extender hasta los comicios. En su entorno esperan además que Ferraz no quiera quemar a ningún candidato de futuro –María Jesús Montero está en la mente de todos, pero ella no tiene, de momento, ninguna intención de volver– . En San Vicente creen que Díaz tendrá su oportunidad de hacer sonar la campana en 2022, cuando el Gobierno andaluz quiere colocar las elecciones. Pero lo que es seguro, sea quien sea el candidato del PSOE, es que tendrá que pasar mucho tiempo para que un partido pueda dirigir San Telmo sin apoyarse en otras fuerzas. Juan Marín cimentó su buen resultado de 2018 en el buen momento de Ciudadanos a nivel estatal, pero también en la garantía de que no volvería a aliarse con Susana Díaz. La líder socialista tendrá, en el mejor de los casos, un solo camino: el de su izquierda. La diferencia es que la vida interna de la izquierda andaluza provoca que los números de 2012 –59 escaños– son casi una quimera. No digamos ya los 67 que sumaban PSOE, Podemos e IU en 2015.

Teresa Rodríguez y Antonio Maíllo, en una comparecencia posterior al 2-D Teresa Rodríguez y Antonio Maíllo, en una comparecencia posterior al 2-D

Teresa Rodríguez y Antonio Maíllo, en una comparecencia posterior al 2-D / Efe

La pugna de Teresa Rodríguez y sus socios estalla en Adelante

El 22 de noviembre de 2018 Teresa Rodríguez y Antonio Maíllo afrontaban el primer domingo de la campaña de las autonómicas en un autobús con sus dos caras impresas en la carrocería, al lado del logo de Adelante Andalucía. Justo dos años después, el Parlamento expulsó, sin votos en contra, a Teresa Rodríguez y ocho de sus afines del grupo parlamentario que resultó de aquella confluencia. Podemos, un partido en el que Teresa Rodríguez ha sido siempre dirigente, expulsó a su ex líder en Andalucía tras acusarla de tránsfuga por seguir en su escaño tras abandonar el partido. Los morados aseguran que Rodríguez les hace oposición con los medios y la relevancia pública que le otorga Adelante Andalucía, coalición que ella fundó como jefa andaluza de Podemos junto con su homólogo en IU y dos partidos andalucistas minoritarios. Ella acusa a Podemos e IU de maniobrar para echarla con medios arteros porque no encuentran otra forma de confrontarla.

Éste es el último capítulo de un divorcio que tiene sus orígenes casi al inicio de la legislatura y que tiene su raíz más profunda en la relación entre la izquierda radical y el PSOE. Rodríguez y sus Anticapitalistas han tenido siempre claro que con los socialistas “ni muerta”, como dijo ella misma en un debate en el Parlamento. Cuando en IUse fue cerrando la cicatriz del Gobierno de 2012 la distancia con sus socios comenzó a agrandarse. La federación de izquierdas pasó del “quien no la conozca, que la compre” de Maíllo a comenzar a reivindicar los logros de aquella coalición, en privado y en público. Ésa, y no otra, ha sido la razón que ha llevado a Adelante a convertirse en una especie de IU-Los Verdes-Convocatoria por Andalucía vitaminada por las trizas de un Podemos que en la región era sólo Teresa Rodríguez hasta hace no tanto. Pablo Iglesias nunca ha tenido demasiado predicamento en Andalucía y los errejonistas fueron abandonando el partido morado gota a gota hasta que la creación de Más País acabó por desconectarlos del todo de la matriz.

De por medio, una escalada de varios meses con acusaciones de apropiarse del dinero de las cuentas comunes, bloqueo de las redes sociales de Adelante, convocatorias de prensa que se cruzaban en las agendas de medios y mensajes epistolares entre los portavoces de una facción y la otra. Teresa Rodríguez tiene por delante dos años como diputada no adscrita, con la pérdida de derechos políticos y relevancia que esto supone. Cuando abandonó Podemos, en febrero, anunció que su intención era hacer de Adelante una fuerza andalucista que le permita llevar la voz de la región a Madrid, algo que, según Rodríguez, no hacen los 61 diputados andaluces que pueblan los pasillos del Congreso. Para lograrlo todavía tiene un as en la manga, el partido instrumental registrado por sus afines con el nombre de Adelante Andalucía al que no tienen acceso el resto de miembros de la coalición. Es más que probable que, si Rodríguez reactiva esa vía, tenga contestación de IU y Podemos en los tribunales, ya que la federación de izquierdas y los morados son tan fundadores de la confluencia como Rodríguez. En las salas judiciales también se abordará la expulsión de la gaditana del grupo parlamentario, por la que pedirá amparo al Constitucional. Serán los magistrados los que diluciden, con casi toda probabilidad la penúltima lucha visceral de las izquierdas andaluzas, algo que no debe ser muy beneficioso en una encuesta electoral. Hay que volver, casi de forma obligada, a Giulio Andreotti, a quien preguntaron una vez por su opinión sobre la vida política española y respondió: “Manca finezza”. Falta finura. Y es probable que il divo, como se titula el biopic que Sorrentino le dedicó al político romano, no tuviera ni idea de cómo estaba –y sigue– el patio andaluz de la izquierda.

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