Andalucía

Guía para los no iniciados

  • Si quieren sacarse la espina del resultado de la Capitalidad de 2016 dediquen un fin de semana o un puente a esta hermosa ciudad; se sorprenderán y volverán, seguro

Córdoba sorprende. Deslumbra. El viajero debe llegar prevenido. La primera sorpresa son los cordobeses, que dicen de sí mismos que son reservados. No me atrevo a desmentirles, pero un servidor los ha encontrado muy cordiales. Es difícil explicar la ciudad sin ser un experto, pero el director de El Día de Córdoba me pide que les cuente lo que he visto en mis visitas de los últimos meses. Una especie de guía para no iniciados, como yo.

Me llevó a la calle Judíos la escritora Matilde Cabello. Entramos por la Puerta de Almodóvar, la única que se conserva de la época califal. En la esquina de Judíos está Casa Rubio. Córdoba es un paraíso para la gastronomía. Este establecimiento, cuando fue regentado por la familia Rubio entre los 40 y los 90 era un clásico. Sigue siendo sitio muy recomendable.

A mano izquierda está la Taberna Guzmán, en donde hay que pedir fino de la Sierra de Montilla y embutidos de los Pedroches. Más abajo nos encontramos la Casa Andalusí, y en el número 20, la Sinagoga de 1315, transformada en ermita tras la expulsión de los judíos en 1492. En 1884, al desprenderse los enfoscados, quedaron al descubierto parte de las yeserías primitivas y fue declarada monumento nacional.

Más adelante está el Zoco municipal, construido en el tercero de los patios de una casa solariega conocida como de Las Bulas. Allí hay artesanía típica local, plata, cerámica, cuero y madera. Se pasa luego por la plazuela Tiberiades, donde está la estatua de Maimónides, a cuya babucha atribuyen los turistas una suerte de buena fortuna si la tocan. Y la tienen brillantísima. Se acaba la calle en la Plaza de Las Bulas junto a la casa en donde dicen que nació Góngora.

De ahí al Alcázar de los Reyes Cristianos hay un breve trecho. Esta residencia real la mandó construir Fernando III tras la conquista de la ciudad en 1236, a tiro de piedra de la Mezquita, junto a la antigua muralla, dando al río. Ha tenido varias ampliaciones. Fue residencia de los monarcas castellanos hasta 1482, pasó a manos de la Inquisición. Ha sido también cárcel de la ciudad. Desde los años 50 es propiedad municipal. Tiene unos preciosos jardines renacentistas con albercas.

Junto al Alcázar están las Caballerizas Reales. Fundadas en 1570 por Felipe II, y reconstruidas en el siglo XVIII tras un incendio. La Córdoba vienesa. Han sido sede del depósito de sementales del Ejército y protagonizan en la actualidad una curiosa polémica entre vecinos que no quieren que se dedique más al caballo y una sociedad ecuestre que la utiliza para tal fin. De las caballerizas se desemboca en el barrio de San Basilio. Una delicia de tranquilidad y armonía, casas tradicionales, calles empedradas, flores en ventanas y balcones. En su extremo, en la Puerta de Sevilla, el restaurante del mismo nombre también es muy recomendable.

El visitante puede llegar en tren de alta velocidad desde Sevilla, Málaga o Madrid. Lamentablemente, Renfe no está a la altura de la importancia de la ciudad y de su estación de ferrocarril, y no tiene consigna. Aunque sí la hay en la cercana estación de autobuses. Si se viene en coche y se entra por el puente de San Rafael, inmediatamente hay un parking a izquierda. El visitante puede volver a cruzar ese puente a pie y pasear por la margen izquierda del río y contemplar al otro lado los jardines del Alcázar, y acercarse al puente romano hasta llegar a su vértice, la Torre de la Calahorra, fortaleza de origen árabe construida en la embocadura del puente romano, para controlar el acceso y defensa de la ciudad por el flanco sur.

El puente, recientemente restaurado ha quedado espectacular. Las primeras referencias a este antiguo puente romano datan de la época de Julio César, aunque es en tiempos de Augusto, en el siglo I, cuando se construye en piedra conjuntamente con la Vía Augusta. Entonces Córdoba era la capital de la Bética. Ha sufrido muchas modificaciones. Sólo el último arco, junto a la torre, conserva los sillares romanos. No obstante, algunos signos de su fisonomía, tajamares aguas arriba, arcos de medio punto o la calzada horizontal siguen siendo típicamente romanos.

La Puerta del Puente era una entrada desde finales del siglo I en la antigua la ciudad amurallada. Los árabes la almenaron y Felipe II la manda reconstruir en su visita en 1565. Se hace del lado exterior, el que da al río, y en el escudo figura su nombre. A finales del XIX y principios del XX, se hace una réplica igual en el lado de la Mezquita.

La Mezquita es una de las joyas de la arquitectura andaluza y su patio de los naranjos, en épocas frescas y días poco concurridos, un lugar ideal para descansar. Desde allí, por el Paseo de la Ribera se puede buscar en el número 1 el Sojo Café Ribera, un bar de copas, con cocina, que tiene unas vistas de los meandros del río, el puente romano y el campo al sur de Córdoba extraordinarias. Al lado, en Lineros 32, está Bodegas Campos, gran restaurante en el que está ahora Celia Jiménez, la chef que consiguió una estrella Michelín en el restaurante El Lago de Marbella.

Por la plaza del Potro se puede subir hasta La Corredera, construida en el XVII en la parte oriental de la ciudad, denominada con el modismo local ajerquía, de la misma raíz que el malagueño axarquía. Es una plaza barroca rectangular al estilo de las plazas castellanas.

Subiendo hacia el norte, se llega al Templo romano del siglo I, junto al ayuntamiento. Ahí cerca está la Taberna Salinas, que merece capítulo aparte. Hay mil cosas más. Las iglesias fernandinas, la Cuesta del Bailío, las Tendillas. Y, desde luego, Medina Azahara, que desgraciadamente no tiene una línea regular de autobuses. Es imposible ver Córdoba en un sólo día. O explicarla en una sola página. Si quieren sacarse la espina de la Capitalidad y darse un festín, dediquen un puente o un fin de semana a esta hermosa ciudad. Se sorprenderán. Y volverán, como un servidor. Seguro.

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