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Andalucía

Indecisos

  • El verbo de moda en la campaña de las elecciones del 22-M es movilizar; el PSOE cree que así podrá salvar las ciudades donde los resultados son más ajustados, pero lo 'nacional' va a contar

FRUTO de un país ayuno de cultura científica donde uno de sus filósofos consagrados hizo objeción pública de la invención técnica, en España nos creímos a pies juntillas eso de que es imposible sumar peras y manzanas. Claro, dos peras y tres manzanas nunca serán ni cinco peras ni cinco manzanas, pero sí son cinco piezas de frutas. Más que de leyes, la ciencia se construye de matices.

Viene esto a resultas de quienes han hecho un axioma sobre la imposibilidad de relacionar unas elecciones municipales con las generales y autonómicas. Los resultados no son extrapolables, pero es que el verbo extrapolar es distinto al de relacionar. Por ejemplo: sería un error extrapolar los datos electorales de las municipales del próximo 22 de mayo para averiguar qué ocurrirá en las elecciones autonómicas del año 2012. Sería un mamarracho, por tanto, sumar el número de votos de cada partido en todos los municipios de una provincia, aplicarles la ley de D'Hondt y averiguar, así, el reparto de parlamentarios. Una estupidez, vamos, porque en las elecciones del 22-M se eligen alcaldes y concejales, y las preferencias del elector varían. Hay ciudades como Córdoba que votaba a alcaldes comunistas y, cuando llegaban las generales, lo hacía por Aznar.

Vale, no se deben sumar peras y manzanas, pero ambas son frutas, y lo que está ocurriendo respecto a las próximas elecciones municipales del 22-M es que el factor nacional -es decir, los recortes, la crisis y su peor consecuencia, el desempleo millonario- influye. Explican los sociólogos que su peso es mayor en las grandes ciudades que en los pueblos.

En los sondeos que Commentia está publicando para el Grupo Joly -hoy, los de Sevilla, Algeciras y tres poblaciones de la Bahía de Cádiz- hay un mismo patrón: el electorado del PP agrupa con la magia del mercurio a un amplio espectro político que va desde la derecha extrema al centro o al centro izquierda. Gotitas fusionadas que se dirigen siempre en el mismo sentido: aprecian a su candidato, van a votarlo y castigan sin piedad al contrario a la hora de puntuarlo.

Los socialistas -o mejor dicho, el votante del PSOE de las pasadas elecciones- está mayoritariamente en la indecisión. Hay una derecha mercurial y una izquierda líquida que se escurre por los resquicios del indeciso, del voto en blanco y del recurrido no sabe / no contesta. Hay casos de libro: en Chiclana, hay casi un 55% de antiguos votantes socialistas que aún no saben qué hacer, no contestan o se van al blanco. En Córdoba, la fidelidad de voto del PP es del 71%, mientras que la del PSOE baja hasta el 40%. No es que se vayan al PP (algunos sí), sino a la indecisión. Algo parecido ocurre en Almería. Y en Sevilla es palmario.

Ello le vale al PSOE para albergar la duda razonable de que si es posible movilizar -el verbo de moda en las cocinas del 22-M- a su antiguo electorado, pueden ganar las encuestas al PP en aquellos lugares donde, como en Sevilla o en Huelva, el PP mantiene una mayoría absoluta demoscópica ajustada. Pero como mantiene un dirigente socialista andaluz, "el problema es que nuestra gente está en el paro". Es decir, que el eco general, el de la crisis, el del enfado, también se nota en las locales.

Sí, el PSOE puede movilizar, pero tampoco habría que olvidar que la abstención en las municipales de los últimos años iba del 40% al 45% en términos generales: es decir, que se quedaron en casa. No sumen peras y manzanas, pero téngalas en cuenta.

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