La aldaba

Carlos Navarro Antolín

cnavarro@diariodesevilla.es

Irene, ministra del silencio

Tragar con la humillación de que respondan en tu nombre y en tu presencia es un síntoma entre la cobardía y la sumisión

Irene Montero

Irene Montero / M. G. (Madrid)

Qué ternura despiertan con sus explicaciones de cordero para maquillar el lobo que llevan dentro. Que viene el coco, que viene el coco. Y el coco se llama hoy la OTAN, mañana Vox y pasado el calor. Es entrañable ver que se encuentra en perfecto estado de forma el adolescente que llevan dentro. Rescatemos las cintas de VHS de aquellas manifestaciones. ¿Cómo era? “¡OTAN no, bases fuera!”. Y te pedían la firma contra el opresor capitalista y, por supuesto, imperialista. Qué sumisa es una de ellas, ministra del reino de España, para quedarse callada en toda una rueda de prensa posterior al consejo de ministros en la Moncloa. Ni mú. Y no le importó ser humillada, porque a la hora de la verdad, como ocurre en todos los órdenes de la vida, te mandan a callar cuando toca... Y te tienes que callar. La disneylización de la vida cotidiana y de la comunicación política, las manifestaciones con botecitos, la tartita cumpleañera en el ministerio, el lenguaje inclusivo llevado a un ridículo absurdo, los perros como seres sintientes en procesos de divorcio y otras proclamas están muy bien siempre que la gente llegue a fin de mes y no se despierte la bestia rusa, pero cuando no se cumplen esas dos premisas, ay amiga, te tienes que quedar callada porque eres humo. Y en la calle están pasando cosas muy serias que no se arreglan con políticas de rotuladores Carioca.

Cuando las circunstancias te obligan a promover una cultura de defensa por pura responsabilidad, cuando hay seres humanos que pierden la vida en avalanchas junto a una valla que se quedan sin saltar a la búsqueda de un mundo mejor, cuanto todo eso ocurre se cae la política tuitera, fatua, líquida y de escaparate. La del apoyo a Rocío Carrasco desde el sofá de casa, la de tantos silencios vergonzosos ante casos de mujeres, la de meterte a contramano en un concurso de canciones para elegir a la representante de Eurovisión, la de tanta estupidez gratuita. Cuanto todo eso se conjuga y el momento, de pronto, es más que delicado, te tienes que aguantar cuando te advierten en la antesala de la rueda de prensa:“Tú limítate a hablar de lo tuyo que de los muertos de Melilla me encargo yo”. ¡Menos mal que era mujer la que respondía por ella!. Y te quedas con esa cara de palo que sabes poner perfectamente porque, eso sí, la disciplina de partido (sumisión) la traes aprendida de fábrica y hasta sientes orgullo de quedarte callada, de cumplir tu papel y de saber estar a la altura de las circunstancias. ¡Eso es política, Irene! Y no te preocupes, ministra, que algunas de derechas como tú también las hemos sufrido. Pero lo tuyo, ese silencio tan clamoroso y vergonzoso, no lo habíamos visto nunca tan palmario.

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