La aldaba

Carlos Navarro Antolín

cnavarro@diariodesevilla.es

Joaquín, la alegría de vivir

Me gusta la gente que maneja bien algo tan tremendamente serio como es el buen humor, el mejor lubricante de la existencia

Joaquín, futbolista del Betis

Joaquín, futbolista del Betis / Joaquín Corchero (Sevilla)

El futbolista Joaquín es un derroche de alegría y buen humor en una sociedad crispada y en un mundo del fútbol que hace años perdió la poca inocencia que le quedaba, de la que fue despojado cuando los clubes pasaron a ser sociedades anónimas. La gracia es un don que Joaquín atesora. Conviene tener una mínima inteligencia emocional para saber si uno tiene la virtud de contar un chiste o de hacer una gracieta, al igual que se ha de saber cuándo hay que ducharse por la vía de la urgencia porque uno apesta y cualquiera que se acerque a su jurisdicción sufre una tortura. Otros que no son Joaquín también tienen gracia, sin duda, pero en el mismo sitio que las avispas. Joaquín es alguien. Se lo ha currelado. No he hablado con él en mi vida, pero sí hemos compartido localidad en los toros en un par de ocasiones por pura casualidad. Durante las dos horas y media que suele durar un festejo comprobé que este hombre se comporta en privado exactamente igual que en público. Es un polvorilla. Es tal como se ve en la televisión.

Es un tipo que maneja con soltura algo muy serio, tremendamente serio, y que resulta ser el mejor lubricante de la existencia: el buen humor. Joaquín es importante porque no se da importancia. Y encima ha ganado títulos deportivos. Ha triunfado en lo suyo y se puede permitir el lujo, por personalidad y arrojo personal, de ser como es. Sin más tacticismos, ni postureos. La sociedad de la crispación pública y de la envidia privada –la que termina saliendo como espumarajos por la boca cuando no cabe más bilis en la barriga– está deseando un tropiezo de Joaquín para recordarle, precisamente, su mejor virtud: el buen humor. ¿Paradójico, verdad? Es un ejemplo de alegría, de ese humor que en ocasiones torna en guasa, de reírse de sí mismo, de vivir con el blindaje de la sonrisa y de parecer un niño grande (¡bendito parecido!), pero con el currículum de un adulto.

Hace bien Joaquín en tener las espaldas anchas como un armario de sacristía a la hora de soportar algunas chanzas y ciertos despropósitos, el corazón como el de un rey mago a la hora de generar instantes de felicidad a niños o enfermos, la inocencia de un crío el día de su primera comunión, el sarcasmo andaluz del que busca al compañero de oficina los lunes para refregarle un resultado deportivo, la capacidad de arraigo de un portuense de Cádiz que ha recibido la medalla de Sevilla, la superación personal para seguir en activo a una edad en la que otros tienen el vientre como el maletero de un 600... Y la oportunidad de protagonizar programas de televisión al mismo tiempo que jugar al balompié. Tiene gracia... y un estilo personal definido. Se trata de cualidades propias de los verdaderos inteligentes.

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