Andalucía

"Llevaban bates, cadenas y pinchos largos. Realmente he vuelto a nacer"

  • La vigilante del Hospital Clínico que fue agredida continúa ingresada y a lo mejor tiene que ser intervenida · La Policía tuvo que utilizar material antidisturbios

La mano derecha escayolada, múltiples moretones en el cuerpo y un collarín que puede ser el paso previo a su entrada en quirófano. Emilia Hurtado es vigilante de seguridad en el Hospital Clínico Universitario. Ayer permanecía tendida en la cama de la clínica en la que ingresó la mañana del domingo tras recibir una brutal paliza en las Urgencias del hospital malagueño cuando intervino en una auténtica batalla campal que se declaró dentro y a las puertas del citado centro hospitalario. Arropada por sus seres queridos se recupera de las lesiones, pero un torbellino de imágenes y una sensación de impotencia se apoderan de ella cuando recuerda lo ocurrido. "Mis compañeros y yo hemos vuelto a nacer", sentencia.

Emilia, de 39 años de edad, recuerda que todo comenzó sobre las 6.40, cuando al hospital llegaron tres ambulancias que trasladaban a los participantes en una pelea multitudinaria en la discoteca Palladium de Torremolinos. "Uno de los heridos tenía la cabeza abierta y otro un gran corte en la cara, como si le hubieran golpeado con una botella o un vaso de cristal", rememora. "Todos ingresaron en Urgencias para ser curados, pero el problema es que metieron en una misma sala a los miembros de las dos bandas que se habían peleado".

Lo acontecido después es el relato de lo que vienen padeciendo el personal de seguridad y los facultativos de los centros hospitalarios de Málaga los fines de semana. Trato despectivo, insultos y agresiones. Pero el domingo se dio un paso más hacia la barbarie. Bates de béisbol, cadenas, porras y objetos punzantes se esgrimieron para causar dolor en un lugar concebido para sanarlo. Entre 25 y 30 jóvenes con edades comprendidas entre los 17 y los 25 años se enzarzaron en una multitudinaria pelea que se saldó con siete heridos: Elena y dos de sus compañeros y cuatro de los participantes en la reyerta.

Las agresiones se produjeron tanto en la sala de Urgencias como a las puertas del recinto médico. En el interior se enzarzaron las víctimas de la pelea de Torremolinos, mientras que en el exterior lo hicieron los componentes de ambas bandas.

"Llevaban bates, cadenas y pinchos largos", recuerda Emilia, que no dudó en afirmar con rotundidad que "mis compañeros y yo realmente hemos vuelto a nacer".

Ésta actuó dentro del hospital, donde rápidamente acudieron los otros tres vigilantes. Llamaron a los distintos cuerpos policiales hasta en cinco ocasiones, pero en el tiempo en el que acudían en su auxilio, se vieron rodeados por una auténtica turba. "A un compañero le dieron dos patadas en las costillas y a otro un fuerte golpe en el pecho. Yo me vi acorralada por cuatro jóvenes que comenzaron a golpearme cuando estaba tirada en el suelo. Afortunadamente, me ayudó una celadora que le quito un bate a uno de ellos y con el que me iba a golpear y que me arrastró hasta quitármelos de encima. Siempre le estaré agradecida", manifiesta, al mismo tiempo que recrimina que el resto "nos dejaron solos".

La situación comenzó a controlarse gracias a la intervención de otro vigilante, cuyo turno comenzaba poco después, y cuya corpulencia intimidó a los agresores. Aproximadamente 15 minutos después llegaron cinco dotaciones de la Policía Local y de la Nacional equipadas con material antidisturbios.

Fuentes consultadas señalaron que las sirenas de los coches patrullas pusieron en fuga a los contendientes y que incluso hubo una persecución de un turismo rojo que finalmente logró huir.

Emilia fue asistida en el propio hospital, e incluso estuvieron a punto de darle el alta, pero comenzó a sentirse mal y decidió que la trasladasen, en una ambulancia que tuvo que pagar de su bolsillo, a la clínica donde se encuentra ingresada. Tiene una fisura en la mano derecha, contusiones por todo el cuerpo y una lesión en las cervicales que podría desencadenar en una intervención quirúrgica. Está previsto que mañana le comuniquen si debe pasar por el quirófano.

Otro de los vigilantes, que sufrió fisuras en las costillas, acudió ayer a su mutua.

La guardia de seguridad, que ha sido condecorada por detener en Puerto Marina a un delincuente reclamado, señaló que en cinco años ha sufrido tres fracturas en los brazos en intervenciones relacionadas con su trabajo. Aunque su ánimo se encuentra mermado, no duda en afirmar que este grave incidente "no me quita las ganas, porque mi trabajo me gusta y lo hago en condiciones". No obstante, se quejó del escaso número de vigilantes que trabajan en el hospital y que deben asumir competencias que no les corresponden, "como aplicar sujeción mecánica a los enfermos psiquiátricos o apoyar a la Guardia Civil cuando traslada a un preso de la cárcel. Estamos para todo".

Emilia, que paradójicamente se incorporó la semana anterior de una baja, se recupera de sus heridas, mientras los agresores ya han abandonado el centro hospitalario. "Alguno pidió el alta voluntaria", recuerda.

Está previsto que la Policía acuda a tomarle declaración. Esto podría suponer un cambio en la calificación de los hechos, que inicialmente fueron considerados una falta de lesiones.

Con el apoyo de su marido, su madre y el resto de sus seres queridos, Emilia saca fuerzas de su debilidad actual para superarse.

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