Andalucía

Marbella a pesar de todo

  • Michelle Obama y el regreso de los árabes del Golfo Pérsico devuelven el optimismo a un municipio que lucha por sacudirse los lodos del 'gilismo'

El empresario Ricardo Arranz es ahora mismo el anfitrión más envidiado de Europa. El próximo miércoles Michelle Obama y su hija Sasha se alojarán en el hotel Villa Padierna, un establecimiento de su propiedad de aires toscanos en el que mandó colocar cipreses "cansado de las palmeras" de la Costa. "Y me decían que parecía un cementerio", se regocija ahora el promotor, que, no obstante, se apresta a redistribuir el éxito: "Si la familia Obama viene a la Costa del Sol es porque un loco como yo hizo un hotel como el Villa Padierna, pero también por el esfuerzo colectivo que empresarios y trabajadores han realizado en Marbella y la Costa del Sol durante 50 años". Y hasta aquí llega su reparto de las mieles. Ni una gota para las administraciones públicas, a las que sin distinción de colores y tendencias carga la responsabilidad de la falta de infraestructuras de la Costa del Sol y del pesimismo generalizado "porque lo peor no es la crisis ni la ruina general, sino la falta de moral. Un país desmoralizado no sale adelante". Ahí es donde cree que la visita de la primera dama estadounidense jugará un papel fabuloso. "Será un golpe de aire fresco, un marketing que si todos explotamos con responsabilidad será el acicate definitivo para salir adelante".

Paloma Notario, directora de la oficina de Turespaña en Nueva York, subraya que Michelle Obama es "un importante prescriptor en este país y su elección de Marbella como lugar de vacaciones este verano puede tener un impacto muy positivo, ayudando a posicionar la marca Marbella y a situar la Costa del Sol dentro del mapa de España"; incluso cree que podrá estimular las reservas este mismo verano, gracias a la creciente costumbre de reservar en el último momento. De hecho, los agentes de viajes esperan ya la inminente confirmación de congresos y viajes de incentivos en Marbella en detrimento de destinos competidores como Grecia e Italia.

La responsable del turismo español en Nueva York cree que la suma de "calidad de destino, sofisticación europea, proximidad a centros históricos y culturales y la práctica de deportes, especialmente el golf" compone una carta con capacidad de enganchar a los baby boomers, o sea, la generación nacida después de la Segunda Guerra Mundial que ahora tiene entre 55 y 65 años y un poder adquisitivo medio y medio alto.

La noticia de la llegada de Michelle Obama y su hija Sasha ha llegado cuando los ánimos colectivos estaban más bajos. La crisis atizada por la inseguridad urbanística generada por miles de viviendas fuera de ordenación se desató en Marbella antes que en cualquier otro punto del país. La marca quedó unida a un régimen, el gilismo, de fronteras difusas con la delincuencia organizada, en el que se hizo adulta la generación que ahora roza los 30 años.

El cocinero Dani García, de 34 años, es estrella Michelin, ha revolucionado la cocina andaluza, está en el podio de la gastronomía nacional y goza del reconocimiento internacional, pero también pertenece a esa generación forjada en la era GIL y no esconde que está enfurecido por la "imagen casposa" que extendieron sobre Marbella aquellos gobiernos y sus secuelas. "Hemos sido el hazmerreír, esto parecía la cueva de Alí Babá y los 40 ladrones, todo el día saliendo en determinados programas de televisión. Ahora tenemos que olvidarnos de Julián Muñoz, Isabel Pantoja y toda la caspa porque lo más importante no se roba: el clima, el carácter acogedor, el pueblo de pescadores o el poderío de Puerto Banús".

Arranz coincide en que "Marbella es Marbella" a pesar de muchos: "Por eso vino Gil aquí y no se quedó en su pueblo, Burgo de Osma, y por eso ocurrió lo que ocurrió". Pero ahora, después de un invierno con un comportamiento turístico y económico malo, "se ve luz al final del túnel", afirma Dani García. En su restaurante con estrella Michelin, Calima, el precio medio por persona alcanza los 150 euros y "cada noche tengo 150 personas en lista de espera". Sus locales de tapas de alta cocina, La Moraga, también están repletos. "Hay un punto intermedio que sí se ha resentido, son los restaurantes de entre 50 y 70 euros en los que antes se hacían almuerzos de negocios, pero creo que estamos en el buen camino. Viene Michelle Obama, han vuelto los árabes... Marbella no deja de ser lo que era a pesar de muchos".

El rey es el Ferrari. Se cuentan por decenas. Muchos con extras de discutible gusto, otros de cristales tintados y muchísimos con matrícula árabe. Los hay rojos, negros, amarillos y hasta de color rosa. Atraviesan lentos el denso gentío de Puerto Banús. La ceremonia siempre es nocturna. Pero no son los únicos. Los Lamborghini, Bentley y Rolls Royce también son comunes en este paseo de las vanidades.

Dicen que la esquina que conforman los pubs Salduba y Sinatra es la más famosa de Europa. A la una de la madrugada del jueves pasado el jeque qatarí Abdullah Bin Nasser Al-Thani compartía mesa con Fernando Sanz y el sirio Taysir Al Sahoud en la terraza del Salduba. Hacía sólo unas horas que había formalizado la compra del Málaga C. F.

Miembro del consejo de administración del Banco de Doha, Al-Thani ha sido el protagonista de la primera oleada de optimismo de la Costa malagueña. Ha pagado 36 millones por el club y en apenas un mes ha invertido 8,6 millones de euros en cuatro fichajes para un equipo que el año pasado logró a duras penas mantenerse en la Primera División y que resolvió la liga con unos costes de personal de 12 millones.

Tamaña gesta le ha puesto en una mano el corazón de los malaguistas y en la otra las expectativas de las administraciones. En un puñado de días ha logrado reunirse con la alcaldesa de Marbella, Ángeles Muñoz; con el alcalde de Málaga, Francisco de la Torre; con el presidente de la Junta de Andalucía, José Antonio Griñán; y hasta con el lehendakari Patxi López. Se espera que sus petrodólares no sólo lleven la gloria al fútbol, sino que saquen adelante el puerto de La Bajadilla de Marbella y hasta las torres previstas en la antigua parcela de Repsol. En tiempos de inversiones raquíticas su figura cobra el porte de un rey Midas.

Unos metros al suroeste de la mesa en la que el jeque Al-Thani, Taysir Al Sahoud y Fernando Sanz beben agua está atracado el yate Shaf of London. Es el más grande, el más excepcional y fabuloso de todos y son muchos los barcos de recreo de proporciones descomunales amarrados en el muelle de Benabola, el dique de honor de Puerto Banús. Su propietario es el príncipe Salman de Arabia Saudí, que este verano, como los 30 anteriores, también veranea en Marbella.

A pesar de la crisis y de los estados de ánimo, el complejo náutico sigue manteniendo lista de espera para conseguir uno de sus 915 puntos de amarre y aunque el declive económico ha frenado las operaciones de compraventa, un empresario de la zona afirma que ha visto vender por 12 millones de euros un espejo de agua.

Al este de la terraza donde el jeque qatarí y sus compañeros de mesa apaciguan los calores del verano, el personal de Louis Vuitton vende bolsos como si el mundo estuviera apunto de acabarse. Se da por hecho que Puerto Banús contiene la mayor concentración de tiendas de moda de Europa. Queda la duda de si el dato, en el que coinciden Ricardo Arranz y la empresaria Kristina Szekely, tiene apoyo estadístico, pero en cualquier caso en apenas unos metros cuadrados se alinean todas las grandes firmas de moda. No sólo ha resistido el embate del temporal económico, sino que han sumado nuevas marcas. En 2008 Tom Ford inauguró en este complejo náutico su primera tienda de España y Cartier abrió la tercera de Marbella.

En los 300 locales entre tiendas, bares y restaurantes la actividad discurre al margen del resto del universo. La frenética actividad de Louis Vuitton tiene lugar pasada la media noche. Los empresarios, con escasas excepciones, se muestran muy conformes con el ambiente que se vive este verano en el puerto. Les gusta especialmente que hayan sido espantados los vendedores ambulantes que ofrecían réplicas burdas ante las mismas cristaleras de las firmas y la seguridad que ha desplegado esta temporada el Ayuntamiento. El mayor secreto del puerto, la prostitución, también ha sido casi erradicado. Apenas queda algún viso para entendidos en calles posteriores.

El frenesí nocturno contrasta con el tardío amanecer portuario y un público que mira mucho pero compra poco. No hay paseo de las vanidades bajo el sol del mediodía, pero sí experiencias inéditas como los menús populares. En el restaurante Azul Marino ofrecen almuerzos a 15 euros. Su gerente, Tomás Vallejo, es un veterano con 36 años de trabajo en Puerto Banús. Reconoce que a un invierno malo siguió una Semana Santa regular, "pero mayo ha sido bueno y julio quedará más o menos como el año pasado". Tomás ha vivido todas las crisis: la de los 70, después la de los 80 y la última en los 90, "pero ésta es la peor porque es la más larga. Llevamos dos años malos, pero tenemos razones para el optimismo". La principal, que no hay sobresaltos políticos después del GIL "que hizo tanto daño a la imagen de Marbella".

El chef Dani García, que también forma parte de los empresarios que han apostado por negocios en tiempos revueltos, subraya el encanto de un centro histórico que ha mantenido una arquitectura popular exquisita a pesar de las amenazas del anterior régimen. El GIL nada más llegar dejó su impronta cuando echó abajo el antiguo teatro de Marbella para levantar un edificio cuyos bajos se han convertido en un restaurante de la cadena La Pesquera. Tardó muchos años en haber otro teatro y, cuando lo hubo, lo inauguró el actor Arturo Fernández fuera del casco antiguo.

En las noches de julio las terrazas de la Marbella histórica rebosan de público. No tanto a mediodía. "Hay crisis para todos y la gente se ahorra el almuerzo para costearse de noche la cena en la calle" deduce Antonio López, que también es pintor (de brocha gorda), mientras arregla una fachada frente al tablao Ana María en la plaza del Santo Cristo, por la que han pasado la flor y nata de la política, farándula y la jet set de los últimos 39 años. Hasta Ben Laden, cuando sólo era un adolescente hijo de un magnate saudí. López no se queja. Las lluvias del invierno han descascarillado la cal de las casas "y el Ayuntamiento multa a quienes no lo arreglen, así que hay trabajo y el pueblo está que da gusto". Enfrente, en la plaza, tres abuelas toman el fresco en sillas de anea. Delante, la vespa rosa de El Perche, anciano ya, que aún recorre Marbella vestido de torero. A pocos metros, Isabel La Chata prepara la velada en el tablao. Es la otra esencia de Marbella, la que no conduce ferraris pero tampoco ha podido ser desplazada del centro histórico.

Kristina Szekely, húngara de nacimiento y marbellí por decisión, es optimista. "Yo miro el mundo con blinker". Habla siete idiomas y en este momento aunque rebusca en su cabeza no halla el término anteojeras para explicar que nunca pierde el tiempo mirando hacia los lados. Siempre hacia adelante. Famosa por vender villas tan lujosas como caras, también trabaja el segmento medio y está razonablemente satisfecha. "Tenemos unos adosados por 265.000 euros con dos dormitorios y piscina climatizada en Nueva Andalucía. La semana pasada vendí cinco en un día". Cree que sólo se puede ir a mejor después de cerca de ocho años en los que los obstáculos se solapaban: ausencia de un plan general que diera seguridad a los inversores, procedimientos judiciales por corrupción contra decenas de cargos públicos, inestabilidad política y, finalmente, crisis generalizada. "El PGOU está aprobado, ya no tenemos dificultades jurídicas, la marca Marbella sigue siendo muy valorada y el negocio se está levantando. Mantiene el mismo ritmo que la Bolsa, que ya ha vuelto a pasar de los 10.000 puntos". Está animada porque tiene clientes que vienen de la Costa Azul para instalarse en Marbella y porque observa que se reactiva el turismo de Dubai.

Ricardo Arranz también ve luz al final del túnel. "Acabo de llegar de Ibiza y no hay ni punto de comparación. Marbella está llena de gente guapa, de coches, de lujos, de tiendas fantásticas, hay un ambiente fabuloso, mucho mejor que en muchos sitios de la Costa Azul". En Marbella, entendiendo como tal el conjunto de la Costa del Sol, no en vano el hotel Villa Padierna no está en Marbella, sino en Benahavís, hay "30.000 casas de más de un millón de euros: tenemos gente con mucho poder económico. Pero también hay otras 30.000 viviendas a precios de entre 300.000 y 400.000 euros. Hay 10.000 niños que acuden a colegios por los que pagan mil y pico euros al mes y este Corte Inglés sigue siendo el más rentable de España. A lo tonto hemos conseguido una marca con prestigio en todo el mundo". Pero, a su entender, los únicos protagonistas de ese activo son "los empresarios y los trabajadores" del último medio siglo a los que, en su opinión, no se ha hecho justicia. Pero también teme que la llama que brilla al final del túnel se apague.

El dueño del hotel en el que se alojarán Michelle Obama y su hija Sasha no entiende cómo el saneamiento de las aguas residuales sigue siendo una asignatura pendiente en la Costa del Sol. "¡En qué cabeza cabe que toda la porquería se siga echando al mar!". Critica sin piedad a los ayuntamientos: al de Estepona (PSOE) porque la "playa está sucísima", al de Marbella (PP) porque "el Plan General es imposible de gestionar. Es un cuento como la copa de un pino que sólo logrará que eternicen los contenciosos" y a la Junta y al Gobierno central por todas las infraestructuras que faltan. En su opinión es un escándalo que las obras del soterramiento de San Pedro Alcántara, que pondrán fin a los atascos en la A-7, todavía estén empantanadas, "cuando deberían haber acabado antes del verano" y cree imprescindible que el AVE llegue hasta Marbella para facilitar los traslados desde el aeropuerto.

Mientras Marbella trata de echar tierra sobre el pasado, algunos vestigios asoman: los rechonchos arcos de bienvenida que mandó instalar Gil sobre la autovía. La Victoria, la estatua que el escultor ruso Zurab Tsereteli supuestamente regaló al pueblo marbellí pero que después se supo que costó al menos 141 millones de pesetas, sigue presidiendo la entrada a Puerto Banús. El edificio siempre en reparación mandado hacer por el gilismo para albergar la biblioteca y el mercado municipal sigue sufriendo goteras implacables, mientras que los estantes con los libros aguardan bajo plásticos. Y, finalmente, una tibia sensación de que Jesús Gil "se llevó de Marbella, pero también hizo cosas por Marbella. Ahí está la desaladora y, ojo, que yo nunca voté al GIL", dice Antonio López, el pintor de brocha gorda.

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