Tribuna de opinión

Jerónimo Páez / Abogado y editor

Marruecos y Andalucía Un futuro común

Es hora de que Andalucía, que parece no tener en cuenta a Marruecos, advierta que su vecino es el país que más va a condicionar su futuro

Marruecos y Andalucía Un futuro común

Marruecos y Andalucía Un futuro común

EL próximo 30 de julio hará 20 años desde que Mohamed VI llegó al trono de Marruecos. Aunque con frecuencia algunos medios de comunicación propagan todo tipo de noticias respecto a los males que se ciernen sobre el país, la ineficacia de sus gobernantes y las veleidades de su rey, no parece que se ajusten a la realidad. Desde que se liberó de la tutela colonialista europea a finales de los años 1950, Marruecos se ha convertido en un país moderno, democrático, que ha progresado enormemente. Gobierna hoy día un partido islamista moderado -elegido gracias a las urnas-, con una Monarquía que reina y también gobierna. Y además, el monarca ejerce de Comendador de los Creyentes.

No deja de ser un modelo excepcional. Ha servido para evitar derivas fundamentalistas y ha aportado estabilidad y bastantes avances políticos, económicos y sociales durante los últimos 50 años. Ha sabido conjugar tradición y modernidad mejor que la mayoría de los países musulmanes, que se encontraban en situaciones parecidas. Sin embargo, son también muchas las carencias y los retos, sobre todo en el ámbito socioeconómico, en materias de libertades civiles y de costumbres, de igualdad de sexos, separación de lo sagrado y lo público, y protección de los sectores marginados de la sociedad.

Pero toda nación viene determinada por su pasado y sus tradiciones, máxime si éstas se han mantenido durante cientos de años. Todavía a mediados del siglo XX, Marruecos estaba sometido al Protectorado francés y español que supuso una brusca ruptura con el pasado y trastocó los fundamentos de su gobierno tradicional, basado en una conjunción entre poder central -majzén- y poder tribal -siba-. El primero gobernaba las ciudades y sus áreas de influencia, y el segundo, las zonas rurales y las montañas.Tres monarcas de una misma dinastía, la alauí, y de la misma familia, Mohamed V, Hasan II, y Mohamed VI, han liderado la transformación del país, con el apoyo y el esfuerzo de la mayoría de los ciudadanos marroquíes. Su Monarquía es una más antiguas de la historia. Se instauró y se ha mantenido desde el siglo XI, cuando los almorávides, esa especie de guerreros samuráis del desierto, fundaron Marrakech en 1070, unificaron el Magreb y crearon un imperio -cuesta creerlo-, desde la Curva del Niger hasta el rio Ebro. Andalucía debe a las dinastías almorávides, almohades y meriníes, algunos de sus periodos de mayor esplendor.

Hoy día, que nos preciamos con razón de nuestro impresionante patrimonio arquitectónico, gran parte del mismo hunde sus raíces en las creaciones arquitectónicas almohades -léase Sevilla- y en la influencia de la exquisitez artística meriní en el reino nazarí y, concretamente, en la Alhambra de Granada.Volviendo a la historia moderna, hay que decir que cuando Mohamed V (1957-1961) retomó el poder, no lo tenía nada fácil. Debía crear una nación, un Estado y las instituciones necesarias para dirigir el país y avanzar por la senda del progreso. Consiguió imponer la Monarquía como elemento básico del poder y estabilidad, enfrentándose a los nacionalistas laicos que habían liderado la oposición contra los poderes coloniales. Lo consiguió gracias al apoyo de los notables rurales, de los sectores conservadores y religiosos y de las fuerzas armadas que mandaba el príncipe heredero Hasan. Cuando murió inesperadamente en el año 1961, le sucedió su hijo Hasan II (1961-1999) que gobernó con mano de hierro. Pero puede decirse que fue el artífice de la creación del Estado marroquí. Falleció en 1999 tras 38 años de poder. Amado por muchos y odiado por no pocos, su funeral se convirtió en una impresionante magnificación de su persona y en un reconocimiento de la importancia del Reino de Marruecos, al asistir al mismo numerosos líderes de diferentes países, africanos, árabes y también occidentales.

A pesar de las dudas y vacilaciones que surgen en las sucesiones de aquellas naciones donde el poder político roza la autocracia, Mohamed VI se convirtió en el nuevo rey de Marruecos y "consiguió aportar un aire fresco debido a su juventud y a su estilo abierto". Durante sus años de reinado ha conseguido superar numerosos retos tanto interiores como exteriores, incluso el planteado por la conmoción del 11 de septiembre, los ataques del islamismo radical y los embates de la primavera árabe. Económicamente, el país ha crecido por encima incluso de la tasa demográfica, siguió modernizando sus instituciones, suavizando las rígidas estructuras que había impuesto su padre y, además, ha mantenido una buena relación con la Unión Europea, fundamentalmente con Francia y España. Volvió sus ojos hacia África de tal modo que actualmente se suele hablar de Mohamed VI "el Africano". Ha recuperado, por tanto, las dos grandes raíces, europea y africana, que contribuyeron a darle esplendor al Reino de Marruecos durante siglos.

Hoy día se enfrenta a los problemas que sufren aquellas naciones que han experimentado un rápido proceso de cambio en las últimas décadas del siglo XX, sobre todo, la brecha entre el campo y la ciudad y la explosión demográfica -diez millones a principios de 1960 y treinta y seis en la actualidad-, crecimiento económico desordenado y desigual, además de una excesiva burocratización y una mala planificación urbanística. Ahora, a los de la globalización y las nuevas tecnologías de siglo XXI, entre ellas, la dificultad de generar empleo, sobre todo en los sectores jóvenes, y las desigualdades que genera la fractura territorial que potencia algunas regiones en perjuicio de otras, sin olvidar la necesidad de contar con un fuerte Estado de bienestar que permita financiar las pensiones, la sanidad pública y la educación. En gran medida, son problemas que afectan también a las sociedades más avanzadas, pero éstas tienen más capacidad económica para resolverlas.

Son muchas las voces que reclaman en estos momentos un nuevo modelo económico, incluida la del propio rey. Así podemos leer en una de las mejores revistas marroquíes, Economie Entreprises "Ante las dificultades, los problemas y las perspectivas económicas del año en curso, Marruecos se aferra a la esperanza de un nuevo modelo de desarrollo". Pero el problema radica en que nadie sabe bien cuál es ese modelo, y en el caso de que se conozca y se ponga en marcha, cuántos años tardará en producir efectos positivos. En todo, caso hay que pensar que Marruecos tiene también la capacidad, la gente y los medios para resolverlo. Ha superado situaciones más difíciles que las actuales.

No estaría de más que Andalucía, que a veces no parece tener en cuenta a su vecino del Sur, empiece a pensar que Marruecos es el país que va a condicionar, más que ningún otro, su futuro. Por ello, debería reforzar cada día más sus mutuas relaciones culturales, políticas y económicas, y también los temas sociales, como el de la emigración. Endiablado problema que afecta por igual y con la misma intensidad a nuestros dos países. Puede llegar a condicionar nuestros gobiernos y nuestro futuro, con el agravante de que respecto a las soluciones, la cabeza parece aconsejarnos lo contrario que el corazón.

Dos grandes andaluces -León el Africano, musulmán, y Mármol de Carvajal, cristiano- ya pronosticaron la importancia de África y su impacto en el devenir de nuestras naciones. Escribieron en el siglo XVI las dos mejores obras que se publicaron sobre este continente.

El primero, la Descripción de África y de las cosas notables que ahí hay, en 1526, y el segundo, Descripción general de África, sus guerras y vicisitudes", en 1573-1599. León el Africano nació en Granada, vivió en Fez y luego, capturado por un pirata español, acabó en Roma preso en el Castillo de Sant´Angelo. Liberado poco después, entró al servicio del Papa León X y de la comunidad intelectual vaticana. Forjó su vida y su obra a caballo entre las dos orillas. Fue uno de los personajes más fascinantes de aquella época.

Mármol de Carvajal nació también en Granada, vivió cautivo unos siete años en Marruecos y posteriormente pasó otros tantos recorriendo Marruecos, el Sahara, Argelia, Túnez, Libia y parte de Egipto. Regresó a la Península y escribió en La Rebelión de los Moriscos: "Que los granadinos hicieron y acabaron esa fortaleza -la Alhambra- fuera de los muros de la ciudad y cerca de ella, a imitación de los reyes de Fez, que hicieron otro tanto pocos años antes; los cuales, dejando los palacios que tenían en la alcazaba de Fez Viejo, edificaron la fortaleza de Fez Nuevo, que llamaron la Blanca, donde vivían más seguros con sus casas y familias. Porque los Reyes de Granada siempre fueron imitando a los de Fez en las ciudades, en sitio, aires, edificios y gobierno, y en todo lo demás fueron muy semejantes." Por aquel entonces, Fez nada tenía que envidar a las grandes urbes europeas. A muchas incluso las superaba.

Ambos pueden servimos hoy día como referentes y validar la sorprenderte afirmación, que no puede ser más oportuna y premonitoria, del gran historiador francés Fernando Braudel, especialista en el mundo mediterráneo: "Las dos orillas se enfrentan, se siguen y se unen. España está menos separada de África que de Europa y es menos independiente de aquella que de ésta".

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