Nuevo gobierno en Andalucía

Moreno se libra de la presión de Génova y disfruta de su fiesta

  • Las tres señales que revelan que el nuevo presidente se siente ya más libre del marcaje de la dirección nacional

Juan Manuel Moreno con su esposa, en un despacho del Parlamento de Andalucía

Juan Manuel Moreno con su esposa, en un despacho del Parlamento de Andalucía / M. G. (Sevilla)

HUBO un día en el que Moreno tuvo que enseñar músculo y exhibir su poder en el PP andaluz, como el torero enrabietado que sale del burladero a replicar con un quite el éxito de un compañero de terna. Dijo ante los micrófonos que en la sede de la calle San Fernando mandaba él y no Javier Arenas. Es sabido que la sombra del ciprés es alargada, que el lince de Olvera es una especie protegida y que su influencia moral no se discute. El icono es el icono con independencia de los cargos. Moreno quiso, en el fondo, proclamar su mayoría de edad de forma directa a falta de avales indirectos. Lo hizo en unos momentos en los que pocos creían en sus posibilidades, ¿verdad Toni Martín? ¿Verdad Sol Cruz?

Santiago Abascal y Francisco Serrano Santiago Abascal y Francisco Serrano

Santiago Abascal y Francisco Serrano / Antonio Pizarro (Sevilla)

Nadie reforzaba desde fuera a Moreno en sus peores horas, con media Sevilla poniéndole palos en la rueda del viejo carro del PP andaluz. No tuvo su particular Fraga. Recuerden a don Manuel cuando –precisamente en Sevilla– rompió el documento de dimisión sin fecha que Aznar le había entregado en privado: “¡Ni tutelas, ni tutías!”. Todos nos enteramos en ese momento de que el tío del bigote mandaba ya y por muchos años en el gran partido del centro derecha español. Y que el origen de su poder era nada menos que el gigante de la derecha española: el patrón, el gallego, el hombre que siempre devolvía las llamadas fueran de quien fueran.

Todos vimos ayer, por segunda vez, cómo Moreno se revistió con la muceta del poder. Desde el presbiterio de la antigua iglesia del Hospital de las Cinco Llagas proclamó como un cardenal en jornada de cónclave recién acabado: “¡El que manda en el PP andaluz soy yo!”. Cáspita, ¡otra vez! ¡Ya van dos! Así lo hizo, como un reproche a una desdibujada Susana Díaz. Fue el minuto de oro de la segunda y definitiva sesión del debate de investidura. Presumir de poder tiene sus riesgos. En la Cámara Andaluza hay una diputada, Verónica Pérez, que dijo un día que ella era la “máxima autoridad del PSOE” y salió escaldada de la sede de Ferraz, donde bastó un segurata para no dejarla llegar ni al escáner.

Moreno pisó fuerte. Si se veía fuerte en la travesía del desierto de sus años de oposición, es lógico que ahora se vea como el gran Míster Proper andaluz. Quizás el mal candidato sea un buen gobernante. Casos hay en el PP de candidatos inmejorables que han arrasado en las urnas, pero que han sido desalojados del poder a la primera ocasión. De la elegancia del primer día, cuando Moreno reconoció hasta la “buena fe” del PSOE en la gestión de casi cuarenta años al frente de Andalucía, pasó a meterle el dedo en el ojo a Susana con el sujeto que más escozor provoca en la trianera: Pedro Sánchez. Moreno, con la cara de anuncio de loción para después del afeitado, sacó el aguijón y le refirió a su “íntimo enemigo”. Lo hizo a esa hora en la que los diputados que no han tomado café sufren el síndrome de la boa: bocas abiertas. El café del Parlamento, por cierto, se paga a un euro.

Quien no necesitó café fue el socialista Mario Jiménez, que no paró de removerse en el escaño ni de reaccionar a las intervenciones. Alguien dijo que deberían haberle dado un lexatin. O una tila Alpina. El combativo Francisco Serrano (Vox) y el serio José Manuel Villegas (Ciudadanos) se saludaron y charlaron en los pasillos. No hay cordón sanitario de puertas hacia fuera. Serrano, por cierto, comenzó el día quitándose presión de forma inteligente ante los micrófonos de Carlos Herrera: “Yo soy pardillo en esto”, dijo sobre su primer día con turno de palabra en el Parlamento.

Sí, Moreno le mentó la bicha a Susana Díaz. Le refirió a Pedro Sánchez, pero se guardó el dato clave: el nuevo presidente de la Junta y el actual inquilino de la Moncloa mantienen una relación fluida desde finales de los años noventa, cuando eran jóvenes diputados libres de carga por Madrid. Conversan por teléfono periódicamente. La triple alianza contra Susana está formada (¡Cosas veredes, Sancho!) por el socialista Alfonso Rodríguez Gómez de Celis, delegado del Gobierno en Andalucía; el presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, y el ahora presidente de la Junta de Andalucía, Juan Manuel Moreno. Por eso Susana se enroca, cada día más, en la sede de la calle San Vicente. Es su futuro el que está en juego. Su carrera política. Ella se envuelve en la bandera del PSOE andaluz aun a riesgo de llevarse por delante al partido.

Moreno, sin dejar de ser templado, se vino arriba. La fiesta era suya. Y quedó claro para quien quiso verlo. Se trataba de interpretar los hechos. El primer dato era la alusión al mando. No se olvide que en la tribuna de invitados estaba Teodoro García Egea, el secretario general omnipresente en las negociaciones con Ciudadanos y Vox. El segundo dato, su salida del edificio junto a su mujer, como novios recién casados. Única y exclusivamente salió con su cónyuge. No hubo escolta simbólica de otras referencias de peso del partido en un día histórico para la derecha andaluza. Y el tercero, la libertad que ha ejercido al invitar a su toma de posesión al ex presidente Rajoy y, sobre todo, a Soraya Sáenz de Santamaría, la rival directa de Pablo Casado en las primarias del Hotel Marriot del pasado julio. El viernes volverán a coincidir Casado y Soraya después de que la Ayuso, candidata del PP a la Presidencia de la Comunidad de Madrid, se haya jactado –¿era necesario?– de que ella no seguiría en el partido si la ex vicepresidenta del Gobierno hubiera ganado las primarias.

Al templado Moreno (azúcar) le faltó decir lo que muchos veíamos que estaba pensando: “La fiesta ya es mía y yo elijo a los invitados”. Si hay algún momento en política en el que los aparatos pierden poder es cuando se cierran las listas o se confirman los nombramientos. Entonces los sufridos aspirantes de cargos gozan ya de un período de cuatro años. Moreno ya está más libre de cara a Génova, que le ha ejercido una presión agobiante en muchos momentos de las negociaciones. El marcaje de los chicos de Madrid ha sido asfixiante, sobre todo por la notoriedad de la que han gozado el murciano García Egea y el vasco Maroto.Cuando varios diputados salieron de las Cinco Llagas, un viandante que paseaba un perro preguntó a sus señorías: “¿Quedan muchos chorizos ahí dentro?”. Por fortuna, los parlamentarios se lo tomaron con humor: “Pues muchísimos, porque fíjese que aquí vamos una ristra muy pequeña”.

Y todos se rieron, como aquel día célebre de la legislatura de la pinza en la que el Parlamento de Andalucía, presidido por Diego Valderas, fue noticia en todo el mundo por el ataque repentino de risa que le entró a todos los diputados. Está claro que con humor es todo más digerible. Y el paseo es más agradable. Hasta para el impertinente señor del can. Guau.

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