defensa

Postales de la tierra extraña

  • Infantes de la Marina española experimentan con un nuevo postulado táctico y se ejercitan en operaciones para intervenir en un conflicto dentro de un Estado fallido

"El clima nunca es neutral", sostiene el viejo aserto. Es verdad. Un calor sofocante asola ahora una tierra extraña, donde grandes tiendas campañas mimetizadas se alzan bajo un sol impío. Andalucía vive hoy una meteorología netamente africana, idónea a los fines de las maniobras Flotex-17 de la Armada Española. La fase final de estos ejercicios recrea una intervención terrestre, bajo mandato ONU, en un país africano en situación de Estado fallido. Una tarea que implica a 2.000 uniformados de la Brigada de Infantería de Marina (Brimar) española.

Lo de africano no es inferencia. Las tres naciones en inminente riesgo de absoluto caos por marasmo social, están en ese continente: Sudán del Sur, Somalia y República Centroafricana. El territorio de esta intervención abarca varios espacios terrestres, así como las costas de Almería, Granada, Málaga, Cádiz y Huelva. Sobre ese teatro estratégico, la Brimar está calibrando un postulado táctico sólo probado hasta ahora experimentalmente por fuerzas militares de EEUU, el Reino Unido y Canadá. La Infantería de Marina española se encuentra en disposición de experimentar con ese nuevo método. El actual jefe de la Brigada, general Antonio Planells Palau, estuvo destinado en Quantico (Virginia), sede del cuartel general de los marines de EEUU.

El capitán Fernando Herraiz precisa que "los preparativos de esta fase de la maniobra comenzaron a mediados de junio, con adiestramientos en varias zonas del campo de maniobras Álvarez de Sotomayor". Este polígono abarca parte de los municipios de Almería, Pechina, Tabernas y Viator; aunque también hubo operaciones de incursión y asalto (raids) en el término de Turre. Seguidamente, una fuerza naval integrada por 29 buques de superficie y 1 submarino, ejecutó la fase marítima de las Flotex en aguas de Almería, Granada, Málaga, Huelva y Mar de Alborán.

El primer indicio claro de este innovador planteamiento táctico lo depara el Núcleo de Comunicaciones, levantado dentro de la base aeronaval de Rota. Hasta seis antenas parabólicas de transmisión por satélite, modelo Indra TLB-50, se alzan allí, a resguardo de miradas indiscretas, protegidas por dos perímetros de alambradas de concertina. Tamaña concentración instrumental delata una enorme capacidad de transmisiones y que los 2.000 infantes de Marina deben hallarse repartidos sobre un espacio más extenso que en los ejercicios convencionales.

El teniente coronel Fernando Guerrero, jefe del campamento avanzado, aclara: "Tenemos aquí un escenario que simula una ciudad con población equivalente a las de Rota, El Puerto de Santa María y el poblado de la Base aeronaval [128.000 personas]". Pero enseguida se revela que el espacio físico cubierto por el contingente desembarcado es bastante más amplio, pues el siguiente escalón del despliegue se ubica a 70 kilómetros de distancia en la Sierra del Retín, en Barbate.

Este teatro operativo atraviesa una "crisis de intensidad media" que no se complica conforme pasan las horas. Las diferentes compañías y secciones de la IM afrontan misiones de muy variada índole, en algunas de las cuales reciben fuego directo. Junto a esos combates, los infantes de Marina deben realizar operaciones de mantenimiento de paz en las que tienen que obrar de forma totalmente distinta, pues interactúan con una población civil desarmada.

Los mapas de operaciones sugieren que los cometidos están siendo tan arduos como diversos. Por ejemplo, hay que mantener operativo el aeropuerto principal del país, cercano a un barrio bastante conflictivo. Al mismo tiempo, los militares ayudan a las fuerzas policiales locales en el asalto y registro a la base de un peligroso señor de la guerra y narcotraficante.

El teniente coronel Domingo García aclara que sus tropas se distribuyen en dos sectores "uno al norte de las pistas del aeropuerto y otro al sur. Debemos apoyar a las distintas compañías y secciones desplegadas, sin obviar nuestro cometido esencial: evitar ataques contra el aeropuerto y su entorno inmediato, o cualquier intento de interrumpir su tráfico aéreo y bloquear la llegada de ayuda internacional". Su jefe de operaciones, el comandante Ignacio Martínez de Galinsoga, detalla que "anoche recibimos información sobre un grupo de personas, cavando junto a una carretera. Sospechamos que hayan colocado un artefacto explosivo y ahora tenemos artificieros en esa zona y un control de seguridad sobre la ruta en cuestión".

La compañía mandada por el capitán José María Guerrero se despliega sobre unos 300 metros de ruta con Hummer y Pirañas, disponiendo las "zonas de embudo", registro de vehículos y "grupo de caza" (encargado de reaccionar ante posibles vehículos en fuga).

Tras media hora, el contingente recibe orden de regreso a la base, pero en el camino la columna es hostigada y los blindados maniobran para repeler la agresión. Dos "Pirañas" cubren a los vehículos menores del convoy, mientras un pelotón de fusileros y granaderos salta por el portalón trasero de los dos blindados restantes, apoyados por su escuadra de armas con ametralladoras Minimi 5,56. Los infantes se lanzan cuerpo a tierra sobre un auténtico mar de abrojos resecos y hacen fuego hasta que las hostilidades cesan.

Lo habitual en una crisis de intensidad media.

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