Juicio 'caso mari luz'

Del Valle desafía al tribunal: "El que diga que estuve con Mari Luz, que lo demuestre"

  • El pederasta se retracta de sus declaraciones autoinculpatorias y las atribuye a "coacciones" de la Policía · Su mujer le cubre las espaldas y le da una coartada.

Los flashes rompían el silencio para prolongarse durante más de diez minutos: Santiago del Valle y su hermana Rosa se encontraban frente al tribunal que tendrá que decidir sobre su culpabilidad o inocencia por el asesinato y abuso sexual de la pequeña Mari Luz Cortes (13 de enero de 2008).

La puesta en escena que hace tan sólo dos días esbozaba -en una entrevista con este diario- la principal testigo de cargo para mantener la acusación contra el presunto asesino, su esposa, Isabel García, se materializaba ayer en la sala de vistas.

El triángulo que forman el matrimonio Del Valle y la hermana del pederasta, que hace tres años compartían la casa familiar en el número 1 de la avenida de las Flores de la barriada de El Torrejón (a la vuelta de la esquina del domicilio de la familia Cortés), se resquebrajaba definitivamente y a la vista de todos. En un lado, el presunto asesino de Mari Luz con el apoyo incondicional de su mujer. En el frente opuesto, sola, Rosa del Valle. Así se dibuja el escenario de la primera sesión de un juicio que se prolongará, al menos, hasta el próximo 25 de febrero.

Del Valle se acogió a su derecho a no declarar, con la salvedad de su defensa, y únicamente respondió a su abogado, Juan López Rueda. Consciente de la importancia de su testimonio, se retractaba de las declaraciones autoinculpatorias que realizó durante la instrucción para negar los hechos y situar a su mujer como principal coartada (mantiene que ese día no se separó de su lado y fue a dar un paseo con su esposa y que a la vuelta supo de la desaparición de la niña). "No estoy de acuerdo con mis anteriores declaraciones", dijo, provocando la petición de la Fiscalía de que, ante las contradicciones de sus testimonios, se le refrescara la memoria con la lectura de la declaración que realizó en sede judicial. Apenas sin pestañear ni tragar saliva y sin mover un sólo músculo del rostro, escuchó la versión que dio a la instructora el 27 de marzo de 2008, cuando se aferró a la muerte accidental de la niña en las escaleras de la casa, después de que entrara en el portal porque le mostró un oso de peluche. "Lo hice por eso que me pasa con las niñas y no puedo evitar" dijo en aquel momento a la juez.

En aquella declaración (que hizo de forma voluntaria) cargó con toda la responsabilidad, dejando fuera a las dos mujeres, y relató que metió a la niña en un carrito de la compra, la sacó de la casa y se deshizo de ella arrojándola a una alcantarilla que ubicó a unos 300 metros de la avenida de las Flores. No sabía si vivía o no. Tres años después, el pederasta sólo bajó la mirada en el momento en el que escuchó la última parte de su relato en boca del secretario de la Sección Tercera.

Estas contradicciones motivaron además la intervención de los magistrados en demanda de una explicación al cambio de testimonio. El presunto asesino atribuyó sus declaraciones autoinculpatorias a la presión policial. "Me coaccionaron...me dijeron que contara algo creíble", dijo para añadir. "No tengo ni idea de lo que le pasó a la niña, no estuve en ningún momento con ella...El que diga que he estado con Mari Luz, que lo demuestre", dijo al presidente del tribunal.

El pederasta titubeó cuando se le plantearon las razones de su silencio en aquel momento ante las supuestas presiones de la Policía Nacional que llevaba la investigación. "Se lo dije al letrado que tenía en Cuenca... en la Comisaría me subían y bajaban, rompieron algunas declaraciones, tenía un cacao en la cabeza...si me ponen delante que también cogí a la Madeleine (McCann), lo hubiera firmado", señaló.

Los hermanos del Valle, separados apenas por medio metro, no llegaron a cruzar las miradas. Una línea invisible parecía mantenerlos en espacios apartados. A Rosa apenas se le escuchó un hilo de voz. Estrategia o iniciativa propia (fue trasladada a la prisión de Huelva dos días antes del comienzo del juicio y apenas ha tenido una jornada para preparar la vista con su letrado), la hermana del pederasta se acogió también a su derecho a no declarar y ni siquiera quiso responder a las preguntas de su abogado, Manuel Domínguez Salcedo.

Horas después de estas primeras declaraciones, hacía su entrada en la sala la mujer de Santiago del Valle, Isabel García, a paso lento y girada en todo momento hacia su marido, casi dando la espalda al tribunal. Ahí llegaba la primera llamada de atención del presidente, José María Méndez Burguillos.

"No voy a declarar en contra de mi marido". Sí lo iba a hacer en contra de su cuñada, como avanzó a este diario, a la que en todo momento durante su extensa declaración se refiere como "la monstruo" , mientras la inculpada se limita a mover la cabeza.

En un interrogatorio hilado de principio a fin, el fiscal, Alfredo Flores, fue apretando con sutileza las tuercas a la mujer, testigo fundamental en el proceso, sin que García pudiera darse cuenta. De la toma de contacto entró en aspectos personales, con la máxima delicadeza, para ganarse la confianza de la mujer.

El guión estaba escrito mucho antes del juicio, después de varias conversaciones telefónicas con su marido y algún vis a vis (se vieron en la cárcel de Granada en octubre de 2010). No hubo sorpresas: García dio la coartada que esperaba el pederasta y afirmó en la sala que en la tarde del 13 de enero de 2008, cuando Mari Luz desapareció a pocos metros de su casa, estuvo en todo momento con Santiago y que sus anteriores declaraciones (delató a su marido cuando los detuvieron en Cuenca el 25 de marzo de aquel año) fueron producto de su invención. "Mentí a la Policía y a la juez. Estábamos los dos de acuerdo en mentir a la Policía", dijo para tratar de excusar las acusaciones contra su marido y las manifestaciones autoinculpatorias de éste.

La declaración de García se movió entre las contradicciones y los episodios constantes de amnesia, a relatos detallados que requieren de una gran memoria y mucho de puesta en escena. Pasó de la suavidad en las contestaciones al fiscal, a elevar el tono de su voz y agitarse -entre sollozos y quejas- hasta el punto de provocar un receso en la vista (en su primera declaración en 2008 salió en ambulancia del Palacio de justicia). La agitación se producía cada vez que Flores la acorralaba en sus propias palabras.

Ayer, la mujer mantuvo que su cuñada le confesó el crimen en Pajaroncillo (Cuenca), donde se fueron a vivir tras el crimen. Según esta versión, Rosa llamó la atención de la niña (le ofreció unas chucherías) cuando pasó por delante del edificio y trató de meterla en la casa. Sin embargo, se le escapó de la mano -relató- y se cayó por las escaleras, momento en el que subió a por un carrito de la compra para meterle. Isabel García tuvo un desliz en este relato. "Yo le dije: ¿cómo vas a meter ahí a la niña?. Cuántos años tiene?". En un enunciado que no queda claro que contara en primera persona.

Ahora, dice que no lo contó antes, ni a la Policía ni a la instructora porque "se me quedaba la mente en blanco" (habla de su supuesta enfermedad mental), repitió hasta cansar y porque además "me quedé traumatizada".

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