Andalucía

El alcalde de Málaga y el trono de Isabel II

  • La operación con más moral que el Alcoyano de Moreno Bonilla partió de una premisa errónea. Hay que conocer poco a De la Torre para intentar quitarlo sin que él quiera irse.

El alcalde de Estepona, José María García Urbano, encabezó la lista del PP en las pasadas elecciones al Congreso de los Diputados por Málaga convencido de que esta formación política volvería a gobernar y que, como mínimo, le iba a caer una secretaría de Estado. Los más pelotas le susurraron durante muchos meses al oído que iba incluso para ministro y él, según comentan fuentes de su propio partido, se escurría de placer de sólo pensarlo. Cuatro meses después de los comicios, García Urbano ha pegado una espantada que todavía le están buscando en Madrid. Le mentaron la bicha y salió huyendo. La bicha era la incompatibilidad de mantener su escaño y sus ingresos como registrador de la propiedad, de los que llegó a pagar el año pasado más de 160.000 euros de IRPF.

García Urbano llegó a Estepona y lo primero que hizo fue renunciar al sueldo. Al de alcalde. Lo que no contó fue que luego pidió una autorización al Estado para seguir ejerciendo de registrador de la propiedad, cuyos emolumentos han multiplicado hasta por cinco los que hubiera recibido del Consistorio. Con la milonga de no cobrar de él, impidió que pudieran recibir una asignación los ediles de la oposición, lo que les obligaba a dedicarse a menesteres distintos a los de tener dedicación exclusiva en el Ayuntamiento. La artimaña le duró todo el mandato, en el que se negó a hacer pública su declaración de la renta. Su secreto quedó al descubierto nada más alcanzar las puertas del Congreso. Allí tuvo que sacar a la luz lo que hasta entonces había mantenido oculto: sus ingresos y de donde procedían. Para colmo, en su calidad de abogado, notario y registrador, cayó en un error de principiante: no saber que era incompatible ser diputado y mantenerse al frente de un registro de la propiedad. Y ahí acabó su efímera carrera en la política nacional.

La estampida de García Urbano le ha hecho un siete a la lista del PP por la provincia de Málaga. Media vida para quitar a Celia Villalobos del número uno de la candidatura, para pinchar en hueso con el sustituto. La operación política no pudo salir peor: ha dejado al alcalde de Estepona amortizado en su recorrido futuro y al PP sin candidato a las puertas de las elecciones. Desde ese día, en el PP de Málaga todo han sido especulaciones. Y, sobre todo, descartes. Se autodescartó Manuel Barón, alcalde de Antequera; se autodescartó Ángeles Muñoz, senadora y ex alcaldesa de Marbella… y por descartarse, hasta se descartó, Celia Villalobos, quien, con la sabiduría que le dan los años de antigüedad en la política, asumió que más vale un segundo puesto en mano que el primero volando.

Como después de meter la pata con García Urbano siempre te queda una segunda pierna para meter otra vez la pata, al líder del PP en Andalucía, Juan Manuel Moreno Bonilla, no se le ocurrió otra cosa que plantear que hay muchas personas para encabezar la lista por Málaga e incluir entre los posibles aspirantes a Francisco de la Torre. Hay que conocer muy poco a De la Torre para intentar quitarlo de la Alcaldía sin que él quiera irse. O convencerlo de algo de lo que él no esté previamente convencido. Por eso la operación -con más moral que el Alcoyano- de Moreno Bonilla duró lo que dura un caramelo en la puerta de un colegio. Si Elías Bendodo aspira a suceder a De la Torre, escogió el peor de los caminos. Le resultaría mucho más fácil encabezar personalmente la lista al Congreso; que lo hagan luego ministro, secretario de Estado o lo que sea y, dentro de unos años, de vuelta a Málaga, aspirar a encabezar las próximas municipales. Todo ese proceso, aun siendo largo, sería mucho más rápido que convencer a De la Torre para que le ceda el asiento sin acabar su mandato. O sea, para entendernos, que con esa estrategia le espera más sufrimiento a Bendodo en su empeño de heredar el sillón municipal que a la Junta de Andalucía en su intención de llevar el Metro hasta el Hospital Civil en superficie.

El PP en Málaga, a pesar de los pesares, no tiene un problema para encabezar la candidatura del partido a las próximas elecciones generales. Tarde o temprano lo resolverá, con más o menos acierto. Cuentan que igual le envían a un cunero. El problema del PP es quitar, no poner. Exactamente, cómo diseñar un relevo ordenado de Francisco de la Torre, de quien todos, menos él, consideran que se encuentra en su fin de ciclo. Sin un claro número dos en el Consistorio, con Elías Bendodo al frente de la Diputación, y con el primer edil gobernando prácticamente sólo -no se fía ni de la oposición ni de la mitad de su propio Gobierno-, el alcalde está dispuesto a concluir los cuatro años de legislatura y el que venga detrás que achuche. Además, todo el mundo está partiendo de una premisa que está todavía por ver, que De la Torre tenga intención de no repetir. Nadie, de momento, ha escuchado que lo dijera ni en voz alta ni en voz baja. Como él dice, mientras encuentre "el cariño" de la calle seguirá en el cargo. Y ese parámetro debe ser muy medible para él, pero poco tangible para los que quieren que se vaya.

La mejor comparación sobre la sucesión de De la Torre y su posible relevo la ofreció un día el director de Málaga Hoy, Antonio Méndez, en una comida con el propio alcalde y otros informadores. En medio de la charla soltó con ironía que Elías Bendodo es a la sucesión de De la Torre lo que Carlos de Inglaterra al trono de la reina Isabel II, que tiene más posibilidades de heredarlo su nieto que su hijo.

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