Andalucía

Los centros de salud atienden 58,5 millones de consultas médicas al año

  • La valoración de la sanidad pública está ligada a su utilización · Hoy, la satisfacción de quienes la usan es muy alta, pero la crisis y el cambio demográfico pueden poner en cuestión esa percepción social

Benjamin Disraeli atribuía a Mark Twain un dicho malicioso: hay mentiras, grandes mentiras y estadísticas. Pero el premier victoriano y el escritor de Misuri estarían de acuerdo en que, sin datos, es imposible gestionar el bien público. La asistencia sanitaria no es una excepción; de hecho, suele atribuirse a ello, al reduccionismo obligado de cifras y datos, su deshumanización. Los médicos de Primaria del SAS atendieron 58,5 millones de consultas en 2009. Eso significa que cada habitante de la comunidad se da una vuelta por el médico del primer nivel de la sanidad pública andaluza una vez cada dos meses.

Si ese dato tuviese una trasposición ajustada a la realidad de las personas concretas, no de las estadísticas, los médicos de Primaria del SAS vivirían en una especie de Día de la Marmota perpetuo: cada siete u ocho semanas verían pasar una y otra vez por la consulta al mismo paciente. De hecho, algunos profesionales perciben así su día a día. Otros, no; otros entienden que están para eso y aceptan que los patrones objetivos no sirven para filtrar la demanda en ese nivel asistencial. Basta la necesidad sentida como credencial para recibir asistencia. Unos prefieren poner el acento en la modulación del acceso a los servicios mediante la disuasión y otros en adaptarse a la demanda, sin más peros que un discreto fomento de la cultura del autocuidado.

Si a los números de las consultas de Medicina se suman los del trabajo de otros profesionales de los centros de salud (enfermeros, odontólogos, fisioterapeutas, trabajadores sociales, entre otros), más el mundo hospitalario, emerge de entre los datos una organización gigantesta. El SAS. Un artefacto con las dimensiones de una gran multinacional (más de 7.560 millones de euros de presupuesto anual) pero sin su flexibilidad ni sus objetivos. Esto es, tanto quienes quieren disuadir explícitamente a los pacientes de un abuso de los recursos (reconocido por el Consejo Interterritorial de Salud pero por ningún consejero autonómico) como quienes se niegan a hacerlo lo tienen difícil, muy difícil, para garantizar la viabilidad del sistema con sus fronteras actuales. Un sistema que partía de una infrafinanciación palmaria cuando, en 1984, Andalucía recibió las transferencias sanitarias y que, hasta que España no asuma el incremento estratégico del gasto sanitario público (se habla de un punto más del PIB), no va a recibir muchos más recursos adicionales. El PP pide a la Junta una "reforma de la reforma" de la Primaria, porque entiende que aquella se quedó a medias. La Administración estima que no hace falta eso, aunque sí adaptarse a las expectativas de la sociedad: en ello dice estar el SAS, con iniciativas diversas, algunas ya aplicadas y conocidas de sobra y otras en estudio.

Las estadísticas dicen que Andalucía está, en Atención Primaria, más o menos en la media estatal. El 74% de las infraestructuras son consultorios, no centros de salud; la ratio asistencial médica está en 1.442 usuarios por especialista en Medicina de Familia; la población, todavía joven. Aunque la deriva hacia el envejecimiento eleva año a año la presión asistencial. Los mayores seguirán siendo los grandes usuarios del sistema. Pero el relevo generacional traerá otros valores, que asoman ya. Cambiarán el concepto de calidad y el grado de satisfacción (hoy altísimo) de quienes acuden a los centros de salud. El riesgo, entonces, ya no estará en las historias de miedo sobre el recalentamiento del sistema, sino en que los propios usuarios que lo financian cuestionen un día su utilidad y busquen respuestas en otra parte.

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