HAY quien no cree en las encuestas como hay quien no cree en las vacunas. Es lo que le sucede a Moreno Bonilla, llamadme Juanma. Paradójicamente también le sucede al director del CIS, Tezanos, que equiparó las encuestas a la "brujería". Aunque Aldous Huxley creía que la ciencia había acabado en el siglo XX con las supersticiones, se equivocaba. Claro que Huxley no conocía ni a Tezanos ni a Moreno Bonilla, llamadme Juanma, con su temor cerval a los hechiceros de la demoscopia. Un día antes del CIS, él ya había denunciado las demás encuestas, que denomina fakencuestas, cocinadas ad hoc para desmoralizar a su electorado contra el cambio. Parece que Moreno Bonilla solo confiaría, como Churchill, en aquellas encuestas que pueda manipular él personalmente. En esas sí está cerca de la mayoría absoluta. Lo malo de cualquier Teoría de la Conspiración es que siempre desprenden un aire ridículo.

Moreno Bonilla, llamadme Juanma, podía haber dicho, sin más, que no le preocupan los sondeos sino las urnas. Pero optó por acusar a las empresas de encuestas de manipular, y por tanto a los medios de cómplices. La idea de que alguien desde la sombra mueve los hilos contra Moreno Bonilla es delirante. Pero la fuerza de las supersticiones es grande. Claro que Moreno Bonilla no debe creer que todo está perdido. Eso sí, debe evitar el color amarillo en la campaña, cuidarse de no derramar sal y evitar los gatos negros; a cambio, debe llevar una pieza de madera en el bolsillo, incluso una herradura como recomendaba San Dunstan de Canterbury, y además cruzar permanentemente los dedos índice y corazón, para neutralizar a los nigromantes del CIS y de otras empresas de encuestas. Con eso tal vez pueda vencer a las fuerzas oscuras de la sociometría de aquí al 2-D.

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