Andalucía

Una lección del terremoto de Chile

  • Un profesor de Salud Pública de Granada, testigo de las consecuencias del desastre

Más de 800 muertos y subiendo. El terremoto de Chile está ya en la lista universal de tragedias televisadas y, de nuevo, bajo los escombros están los de siempre. Hubiera podido ser peor, mucho peor. Pero, afortunadamente, Chile no es Haití. El país suramericano le saca muchos puntos al caribeño en la escala de la prosperidad y su índice de desarrollo humano, aunque por debajo del español, está entre el de estados europeos como Hungría o Croacia. Ello explica en buena medida que un terremoto como el del sábado pasado no haya devenido en hecatombe. Chile ha sufrido, sufre, pero el país no ha quedado devastado. Sin embargo, una vez más, un desastre natural pone en evidencia las desigualdades sociales. Un experto en Salud Pública de Granada ha sido testigo de ello.

Luis Andrés López, profesor de la Escuela Andaluza de Salud Pública (EASP), estaba ya en la cama de la habitación de su hotel, ubicada en la planta 17 de un edificio de Santiago, cuando las sacudidas lo sacaron de un duermevela que en seguida se transformó en miedo. "Aquello vibraba mucho y estaba muy alto. Me asusté bastante". López estaba en Chile (ya ha vuelto a Granada) evaluando un programa de formación para médicos de la Consejería de Salud de Andalucía, la EASP y el Ministerio de Salud del país andino . 67 sanitarios han hecho una rotación de tres semanas por Andalucía y luego, de regreso a Chile, han sido, a su vez, formadores de unos 800 compañeros. López había ido a Santiago a la evaluación final del proceso y, además de sus impresiones académicas, en la mochila de vuelta se trae la constatación, una vez más, de que la gestión del acceso de la gente a los sistemas de protección social puede marcar la diferencia entre la salud y la enfermedad. Entre la vida y la muerte.

"Los edificios modernos han resistido bien, pero los más antiguos y deteriorados, habitados por las personas menos pudientes, se han venido abajo. Ésas son las víctimas". López explica que esa misma diferenciación social es la que marca la existencia o no de motines en según qué barrios y núcleos urbanos: "Los estallidos de violencia se han dado en las zonas pobres del área afectada. En los barrios residenciales de la clase alta, no han surgido disturbios y todas las casas están intactas. Es cierto que Chile tiene un elevado índice de desarrollo humano -explica este experto en Salud Pública- pero también es verdad que es un país muy desigual".

Lección aprendida: un país puede estar técnicamente preparado para una catástrofe natural, pero sus consecuencias se van a hacer notar de todas formas en la población más vulnerable. La lógica de ese razonamiento, perfectamente aplicable a España, dice que la única forma de prevenir ese impacto es garantizar la equidad social en el acceso a los sistemas de protección. Especialmente, el relacionado con la asistencia sanitaria. "Chile viene de un proceso de privatización de la sanidad pública aplicado en la era de Pinochet que, como consecuencia -precisa López-, ha derivado en una gran fragmentación del sistema sanitario, que ahora se agrupa en torno a Fonasa, un fondo heredero de la sanidad pública de etapas anteriores, e Isapres, de las aseguradoras privadas". Hay opción si hay dinero; si no, no.

Ante la castástrofe, la demanda de asistencia inmediata se ha focalizado en los hospitales de campaña levantados por el propio Gobierno chileno y la ayuda internacional. "Ahí no hay problema", dice López. Son los cortes de carreteras el gran obstáculo de la población para acceder a la asistencia inmediata. "Y el derrumbe de algunos hospitales viejos, que no han aguantado". Donde van los pobres, claro.

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