soltando grillos

No se mueren, las matan

  • Cuarenta y cuatro mujeres fueron asesinadas en 2016 en España: estranguladas, emparedadas, acuchilladas, quemadas o golpeadas… Todas estaban vivas antes de que las mataran

No se mueren, las matan

No se mueren, las matan

La primera víctima de la violencia de género del año pasado en España era una mujer rumana que se llamaba Mariana y que fue asesinada por su pareja el 4 de enero en el barrio madrileño de Hortaleza. En 2017, los asesinatos machistas madrugaron. El día 1 de enero ya se contabilizaron las dos primeras víctimas.

Mariana tenía 43 años y fue estrangulada en su domicilio. Morir estrangulado es tremendo. El primer efecto de la estrangulación es la comprensión de las arterias carótidas. Como la función de estas arterias es abastecer el cerebro de sangre. El cuerpo, una vez privado de oxígeno, sufre un desmayo y después la muerte. Las manos de un estrangulador alrededor del cuello de su víctima provocan la hipoxia, que es la falta del suministro necesario de oxígeno a los tejidos y al cerebro. Las células sanguíneas pierden su color rojizo y adquieren un tono morado que se refleja en la piel. La víctima pierde la conciencia en pocos minutos y la muerte le viene de un paro cardiaco. Así debió morir Mariana.

El sábado 9 de abril fue hallada muerta Tatiana, de 24, años, en el interior de un coche en el barrio de Sanfiz, en Lugo, tras ser cosida a puñaladas. En el cuerpo tenemos cinco litros de sangre; perderla toda pueda llevar desde unos minutos hasta horas, según la herida. Leo en un viejo reportaje de la revista QUO que podemos perder hasta el 15% de la sangre sin sentir más que un mareo, pero conforme aumenta la hemorragia sufrimos una grave hipotermia, hasta que, tras perder dos litros y medio, entramos directamente en coma. 50 puñaladas es una muerte segura y cargada de dolor. Tatiana recibió medio centenar de navajazos.

Rosario tenía 72 años cuando falleció este pasado mes de abril en un hospital de Zaragoza. Entró muy grave aquejada de múltiples traumatismos. Su marido la machacó a golpes con una maza de albañil. La mayoría de ellos, se los pegó en la cabeza. El cerebro está compuesto por tejido blando rodeado de líquido cefalorraquídeo, que actúa a modo de amortiguación. Está dentro del cráneo, que es duro y lo protege. Pero cuando una persona sufre un traumatismo craneoencefálico, el cerebro puede moverse dentro del cráneo e incluso golpearse contra sus paredes. Esto puede provocar hematomas cerebrales, rotura de vasos sanguíneos y lesiones neuronales. Y también, la muerte. A Rosario, su marido le reventó la cabeza con un martillo.

El 4 de agosto falleció en el municipio mallorquín de Alcúdia una mujer de 48 años de edad que había sido quemada viva por su pareja. Xue llevaba desde junio en un hospital, con el 80% del cuerpo afectado por quemaduras. Cuando a uno lo queman, el fuego prende primero los cabellos y luego se consume, en este orden, manos, hombros, pecho y rostro; aunque, al parecer, no veremos nada ya que los glóbulos oculares estallan al contacto con el fuego. En diez minutos, se achicharran los nervios. Xue aguantó dos meses de dolor en un hospital. Falleció por las secuelas de las quemaduras.

El cadáver de una mujer cuya desaparición se denunció en junio fue localizado a mediados de agosto emparedada en un cuarto de contadores de un edificio de Torrevieja, localidad alicantina donde fue detenido su pareja. Esta última confesó haber cometido el asesinato. Al acceder al cuarto de contadores, los agentes de la Policía que entraron al inmueble descubrieron que había una "especie de sarcófago, o algo construido en la pared" y, al derribarlo, encontraron el cadáver. La mujer fue asesinada y luego emparedada. Johana murió dos veces.

El número de mujeres asesinadas por la violencia machista en España durante este pasado año se eleva a 44, aunque hay ocho casos todavía en investigación. Todas las historias son tremendas y los asesinatos brutales. Lo que sigue es una enumeración real. A unas mujeres las degollaron; otras murieron a golpes; varias por golpes con un palo en la cabeza; otra, por golpes con una tetera en la cabeza; muchas molidas a golpes en el cuerpo; una fue asfixiada con el cable del cargador de un teléfono móvil; otras estranguladas con las propias manos de su pareja, o por una explosión de gas intencionada, o tras ser quemada viva; algunas otras por varios disparos de escopeta; otra cosida a hachazos; a una de ellas, la mataron propinándole más de 50 puñaladas; a otra después de recibir una treintena de puñaladas; otra más, después de recibir 14 puñaladas; hubo una estrangulada que luego fue emparedada. 44, unas tras otras. Por estrangulamiento, por golpes, por traumatismos, por quemaduras, por disparos… Por pura mala leche.

Ninguna de las mujeres asesinadas se murió, sino que a todas las mataron. Todas las mujeres fallecidas el año pasado por violencia machista estaban vivas antes de morir a manos de sus parejas. Eso era, esencialmente, lo que les molestaba a sus verdugos: el hecho de que pudieran tener vida lejos de ellos. La brutalidad y la saña con la que fueron asesinadas muestran a las claras el grave problema al que nos enfrentamos, el de un tipo de hombre que es un lobo para la mujer. Asesinos responsables de crímenes atroces en una sociedad que sigue mostrándose incapaz de frenar esta barbarie. El año ha comenzado con dos nuevos asesinatos. Einstein decía que la vida es muy peligrosa. Y no por las personas que hacen el mal, sino, desgraciadamente, por las personas que se sientan a ver lo que pasa.

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