Desafección ciudadana

La 'peleíta' (segundo y ¿último? acto)

  • Un año después de la polémica, los políticos reciben con frialdad al interino Chamizo, que les advierte: "Este ciclo de hacer política está terminado".

Cada año la comparecencia se desarrolla en términos similares: el Defensor del Pueblo andaluz resume un año de funestos acontecimientos llevados a su Oficina por las capas más vulnerables de la sociedad y los representantes de los grupos políticos en comisión parlamentaria agachan la cabeza, prometen que prestarán más atención y agradecen que la institución les suministre una dosis de la realidad más desapacible.

Pero hace justo un año, en la presentación del informe de 2011, todo cambió. José Chamizo, el sacerdote que repartía jeringuillas a drogodependientes en el Campo de Gibraltar antes de 1996, se despojó de su vestimenta de hábil emisario y tiró de las orejas a los políticos: "La gente está hasta el gorro de ustedes, porque le ven todos los días en la peleíta... por favor, por favor, un ejercicio de buena voluntad y en resolver los problemas que tiene el personal", les dijo. Y los políticos, poco acostumbrados a la autocrítica, se sintieron ofendidos, tanto, que las pequeñas dudas sobre la continuidad del ex sacerdote se agigantaron: hoy Chamizo lleva un año en funciones y está con pie y medio fuera del cargo, sin aliados, a la espera de que los políticos a los que enojó le busquen un sustituto.

Por eso la tensión se cortó con un cuchillo es un manido recurso ante el regreso ayer, cara a cara, de Chamizo al mismo escenario, donde presentó un informe anual que es, ni más ni menos, el retrato descriptivo elaborado por los profesionales de la institución (con la participación de los adjuntos políticos) de lo que está pasando más allá del muro parlamentario y que cada año suena en su voz más alarmante.

Chamizo habló de su "sano escepticismo" sobre las nuevas medidas de vivienda atendiendo a los antecedentes, de las demoras en las sustituciones del profesorado, de las citas que se datan para 2016 en los juzgados, de la "defunción" de la ley de dependencia si las administraciones no viran el rumbo, del mal estado de las carreteras por la falta de inversiones, de la tragedia de las participaciones preferentes, de la desprotección de los niños y, sin querer molestar, de la "falta de cauces de expresión que tiene la ciudadanía", la misma que encuentra "poca receptividad" y la "puerta cerrada" al acudir a las administraciones.

Como no quería molestar, Chamizo les dijo que él sigue a lo suyo, creando una red con más de 300 ONG y, sin querer queriendo, les recordó su interinidad. Chamizo, que ha manifestado públicamente su voluntad de continuar, pero conoce que PSOE y PP quieren desalojarle (aunque sea el único acuerdo que logren en este país), despachó el desaire que le están haciendo: "Estar en funciones significa funcionar y en ello estoy hasta que se me diga lo contrario. Sigo devolviendo la mirada a quien más lo necesita: a la gente sin recursos".

La pelota la despejó en primer término el portavoz parlamentario de IU, José Antonio Castro, que en menos de un minuto concluyó que IU considera que la Oficina "funciona, y también que funciona bien". Castro tenía el gesto torcido, bien en el papel de Iscariote porque sabe que su formación ha abandonado a Chamizo, o bien porque esa postura le provoca un desagrado personal.

Soledad Pérez, del PSOE, admitió que lo más preocupante es la falta de cauces de expresión y deseó "ánimo, mucho trabajo y seguir adelante", quizá ajena a lo que se cuece en San Vicente.

Le tocó turno a Rosalía Espinosa, del PP, quien originó el incidente de la peleíta hace un año al criticar el supuesto maltrato al adjunto popular, Carlos del Barco, ex periodista ex consejero del Audiovisual. Espinosa, como todos y como siempre, agradeció el trabajo del Defensor. También lamentó los cinco años de crisis, elogió las políticas de su partido y preguntó por los ERE, asunto en el que a su juicio el Defensor ha pasado de puntillas. Y llegó el momento cumbre, porque Espinosa dijo que "efectivamente, funcionar está funcionando", así que "sólo le pediría que no vuelvan a repetirse capítulos como el de la peleíta de hace un año, que el propio presidente (Manuel Gracia) le llamó la atención".

Chamizo tenía la última palabra (o eso creyó) y a Castro le describió "lo duro que es este cargo, cada día más". Con Pérez comenzó a soltarse y, como si caminara sobre brasas, dijo: "Sin molestaros a ninguna fuerza, sólo para que los partidos reflexionen, os digo que la gente está enloquecida, que no saben dónde ir, y antes les decían vuelva usted mañana y hoy les dicen que aquí no es. Y este comportamiento es a veces psicótico. Sin crear conflicto, os ruego que lo penséis. Este ciclo de hacer política está terminado, hay que empezar a hacer las cosas de otra manera". Luego minimizó las medidas de participación del presidente del Parlamento. "Es un camino, pero hay otros", remató.

Estaba todo dicho, aunque contestó a una petición de Espinosa sobre las medidas más urgentes que reclamaría a la Junta: una ley de Inclusión Social y la Renta Básica, "que no se va a gastar más" .

Quedaba el recado de Gracia, que agradeció el trabajo a los componentes de la Oficina y, con la voz muy baja, casi en la intimidad, miró a Chamizo y le recordó que son "nominados" y "delegados" del Parlamento, para que no se olvidaran, en una de las despedidas más frías que se recuerdan.

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