'Caso Mari Luz'

La policía confidente de Rosa la define como una mujer "inteligente y fría"

  • La testigo asegura que se negó a cuidar de su hermano Juan, enfermo de cáncer, aunque llevara días sin comer o beber · El día que apareció el cuerpo de Mari Luz, "se cerró en banda".

En la tercera jornada del juicio del caso Mari Luz, el quinto testigo de la sesión de tarde cobró especial relevancia. Se trató de la agente del Cuerpo Nacional de Policía que prácticamente desde el inicio de la investigación de la desaparición de la pequeña de El Torrejón actuó como confidente de la mitad femenina del dúo procesado: Rosa del Valle. La policía explicó que la imputada, la menor de nueve hermanos, es "una persona muy fría e inteligente". Aseguró que requiere que "estén pendientes de ella" y que le encanta "observar en silencio desde un rincón que te maneja de alguna manera".

Para evidenciar su frialdad, indicó al tribunal que en una ocasión acompañó a Rosa del Valle a un juicio. Su hermano José, toxicómano y ya fallecido, le había partido la nariz después de una acalorada discusión que se produjo en el domicilio familiar de la Avenida de las Flores. Éste alegaba como motivo de la disputa que "ella se negaba a cuidar de su hermano Juan", que vivía bajo el mismo techo y estaba enfermo de cáncer. En plena agonía, ella se negó a cuidarlo. Hasta tal punto que había veces en que José del Valle visitaba el piso "y Juan llevaba dos días sin beber o sin comer" porque ella no lo atendía. "Era capaz de ver sufrir a su hermano y me dijo que no lo cuidaba porque no le daba la gana".

La testigo añadió que Rosa hacía "cosas extrañas". En una ocasión, recordó, llegó a acompañarla a misa. Tiene mucha devoción por una Virgen de Ayamonte, herencia de su estancia cuando niña en la Casa Cuna local. "Dijo que quería ir a la iglesia porque la Virgen le iba a decir el lugar donde estaba la niña". Más adelante, la imputada señaló que "la Virgen no le había dicho dónde estaba Mari Luz porque no le había llevado rosas blancas".

Durante el tiempo en que la menor estuvo desaparecida, Rosa del Valle permaneció en su domicilio de El Torrejón. Llegó a visitar la comisaría en más de cinco ocasiones. Siempre mostró una actitud colaboradora, pese a que sus testimonios eran a menudo contradictorios. "Una veces decía que había llevado a Santiago en coche hasta Carrefour el día de autos y otras que no, que se había quedado en casa", por ejemplo.

También narraba a su confidente que el 13 de enero de 2008, la tarde en que desapareció Mari Luz Cortés, le extrañó que "Santiago llevara los zapatos llenos de barro". Al tiempo, los zapatos se transformaron en botas. Estas botas fueron entregadas por la propia Rosa al abuelo de la niña, Juan Cortés, que se encargó de llevarlas a comisaría. La testigo las recepcionó. Rememoró ayer que "venían metidas en una bolsa de plástico y que eran de trabajo, desgastadas de haber sido muy usadas". Sin embargo, la agente observó que estaban "anormalmente limpias, no tenían ni un guijarro clavado en la suela, nada".

La funcionaria de la Policía Nacional nunca sospechó que Rosa del Valle iba a marcharse de Huelva. Eso sí, reconoció que conforme avanzaban los días se incrementaba su nerviosismo, "sobre todo por la familia de la niña, que vivía al lado y se la cruzaba todos los días". El pánico le entró cuando algunos vecinos del barrio llegaron a agredir a José del Valle cuando dijo a unos periodistas que "haga lo que haga, Santiago es mi hermano".

El 7 de marzo apareció el cuerpo sin vida de Mari Luz Cortés. "Nosotros estábamos con ella. No comentó nada. Se cerró en banda". Otro detalle de su frialdad.

Finalmente, huyó. Rosa del Valle acabó pidiendo refugio a su hermana Catalina en su casa de Cartaya, pero ésta no aceptó. De allí se trasladó a Valencia, a casa de otra de sus hermanas, pero acabó reuniéndose con Santiago del Valle e Isabel García en la localidad conquense de Pajaroncillo. El 26 de marzo fueron detenidos en Cuenca.

Para profundizar más en su personalidad es fundamental el informe que realizaron los forenses sobre ella cuando fue encarcelada en Albolote (Granada). Estos explican que los recuerdos que tiene de su infancia son desagradables. En las entrevistas refiere constantes peleas y discusiones en la casa, episodios en la guardería (asegura que le hacían comer lo que vomitaba) y, cuando tuvo su primer trabajo, la madre la obligaba a entregarle parte del dinero para costear el consumo de drogas de dos de sus hermanos. Además, afirmó haber sido agredida por uno de sus hermanos.

En el test de inteligencia que se le practicó, dio resultados inferiores a la media. Tiene una discapacidad reconocida del 65%. En este barómetro se le contempla una limitación de un miembro inferior, pérdida del oído, además de problemas de estómago, astigmatismo y un trastorno de la afectividad, entre otros. Los expertos la definen por su mínimo nivel de instrucción, por el entorno familiar y social en el que se desarrolló, y con suficiente competencia para afrontar la vida diaria.

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