La aldaba

Carlos Navarro Antolín

cnavarro@diariodesevilla.es

El ridículo de las últimas tomas de posesión

Hemos sufrido las oleadas de fotos de barandas de niveles medio y bajo jurando los cargos como si estuvieran en el Capitolio

Jura de cargo.

Jura de cargo.

El ejercicio del poder suele ser ingrato. La alegrías en política son breves. Pero a la hora de la verdad nadie quiere bajarse del machito porque las satisfacciones personales que debe producir un cargo e incluso un carguillo compensan las críticas y los sufrimientos tanto reales como magnificados. Una de esas compensaciones que nadie confiesa es que los cargos públicos trabajan poco y figuran mucho. El currelar es cosa de las cuadrillas de asesores en el mejor de los casos. Se debe decir claro, sin circunloquios. Una cosa es trabajar y otra enredar, aunque haya quienes interesadamente confundan lo uno con lo otro. Una cosa es estar disponible para asistir a muchos actos y otra es gestionar y obtener resultados. Muchos consumen muchas horas (y sobremesas) en el enredo. ¿Por qué se resisten a volver a sus empleos si cobran tan poco en la vida pública? Porque saben que en ellos trabajan más, pierden capacidad de culebrear, coche oficial y secretaria. “Mi secretaria”, te repiten ellos en una cena con una frecuencia tan ridícula como la de esas señoras que te pegan la paliza hablando del servicio doméstico, sus tatas y otras  asistencias.

Asistimos a una cantidad de barandas de nivel medio y bajo que nos castigan en las redes con sus fotos de toma de posesión de cargos de pitiminí. Aquí hay tontucios que se creen presidentes de los Estados Unidos jurando la Constitución en el Capitolio por asumir la parcelita de una delegación del Gobierno de la Junta o la baldosa de una delegación territorial. ¡Vengan fotos de rebuscada solemnidad, vengan referencias a la familia por la “meta” alcanzada! ¿A quién queréis estafar, almas mías? ¿Pero no os da vergüenza exagerar tanto? Prefiero las imágenes de paellas de los domingos, la de corredores junto al río o la del libro de lectura recomendado del que solo se han leído la solapa.

Tras la toma de posesión de los consejeros, sufrimos la segunda oleada: el tuit de los viceconsejeros, que nunca han sido nada en la administración autonómica, salvo unos señores sacrificados para firmar papeles. Pero es que la tercera ha sido ya insufrible: los susodichos delegados de tres al cuarto en sus diferentes variantes. Hay algunos a los que se les ha subido el carbónico de marca blanca. La discreción y el recato no tienen cabida en la política de hoy. Debe ser que los muchachos se cobran en microvanidad lo que no pueden en dinero porque sus sueldos son ínfimos. Algún buenista dice que la cosa no es tan grave, que la vanidad es cosa humana. Y tanto, tan humana como el hacer el ridículo. Con el tiempo hay hasta fotos de risa, sobre todo esas con las camisas remangadas como si fueran Kennedy en la crisis de Bahía Cochinos. Superan a las de los trajeados que portan mochilita de gimnasio al hombro. Tequiyá.

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