"En tiempos de crisis, más si cabe, el sistema sanitario público tiene que favorecer a los más eficientes. Está demostrado que los médicos de Familia somos los más eficientes en la gestión de los recursos asignados. Hay que meter dinero ahí. La Atención Primaria necesita, como mínimo, que su peso sea del 20% del presupuesto sanitario; incluso más, el 25%. En Andalucía, y eso que la comunidad está por encima de la media nacional, estamos en el 16,4%". Manuel Lubián, médico del centro de salud Rodríguez Arias de San Fernando (Cádiz) y presidente de la Sociedad Andaluza de Medicina Familiar y Comunitaria (Samfyc), entra de esta manera en lo que entiende como elemento esencial del fondo de la cuestión. Pero no sólo es un asunto de dinero. "Manejamos una cartera de servicios que está llamada a ampliarse. Somos una especialidad reconocida, pero necesitamos que se nos dé nuestro espacio natural en los estudios de Medicina. Necesitamos cátedras de Medicina de Familia, áreas específicas de formación en la Universidad. Entre otras razones, porque el 70% de los estudiantes que se forman en las facultades van a ser médicos de Familia".

Pero las reflexiones de fondo no impiden el posicionamiento de Lubián sobre la realidad asistencial cotidiana: "Es cierto que la ratio de pacientes por médico de Familia en Andalucía está más o menos en el estándar nacional. Pero hay mucha heterogeneidad detrás de las medias. Por ejemplo, se dan situaciones, especialmente en las provincias de Málaga y Sevilla, donde la sobrecarga es evidente. Existe un compromiso de la Administración para mejorar la situación de los cupos superiores a 1.600 pacientes. Esperemos que se cumpla".

Para el presidente de la Samfyc, el exponente más preocupante de los problemas de la Atención Primaria andaluza es la elevada frecuentación de los centros de salud por parte de los ciudadanos. "Estamos medicalizando en exceso a la sociedad. Entre todos: médicos, Administración, medios de comunicación, industria farmacéutica... Se ha instalado en el modelo de creencias de la gente que todo tiene una respuesta desde el sistema sanitario. Y no es así. Hemos convertido en enfermedades -explica Lubián- lo que en realidad son desasosiegos de la existencia cotidiana. Hemos caído en nuestra propia trampa y ahora hay que lanzar mensajes coherentes sobre la necesidad de usar con raciocinio el sistema. Y es la Administración la primera que debe asumir esa responsabilidad".