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Madre de Pablo, el niño trasladado con un corazón artificial

“Si tuviera 50 vidas, no me alcanzarían para agradecer que salvaran a mi hijo”

Los padres con Pablo y sanitarios del Hospital Doce de Octubre tras recibir el alta.

Los padres con Pablo y sanitarios del Hospital Doce de Octubre tras recibir el alta. / M. H.

Pablo ya está en casa y pide chuches. Llevaba cerca dos meses hospitalizado por una neumonía que casi le cuesta la vida. De hecho, ha estado 24 días conectado a un corazón y pulmón artificiales. Pero ya come, empieza a beber líquidos, a andar y el 29 de noviembre recibió el alta.

Es el niño por el que un equipo del Materno de Málaga hizo unos 800 kilómetros para conectarlo a ese aparato, que no muriera y llevarlo del Hospital Universitario de Burgos en el que estaba ingresado al Doce de Octubre, en Madrid.

Decenas de profesionales de los tres centros sanitarios se coordinaron contrarreloj gracias a incontables WhatsApp y mucho compromiso para darle la oportunidad de que sobreviviera. Y Pablo la ha aprovechado. Mientras sus padres lo acompañaban en el hospital, las abuelas limpiaban la casa para recibirlo.

Sanitarios del Doce de Octubre se despiden de Pablo. Sanitarios del Doce de Octubre se despiden de Pablo.

Sanitarios del Doce de Octubre se despiden de Pablo. / M. H.

Por eso Cristina Dúcar se echa a llorar cuatro veces a lo largo de la entrevista en la que relata los días más difíciles de sus vidas. Cuando los médicos del Doce de Octubre le dijeron que el alta era inminente se emocionó hasta las lágrimas. 

“Aunque tuviera 50 vidas, no me alcanzarían para agradecer a todos los que han salvado a mi hijo. Si no fuera por ellos, yo hace un mes lo habría enterrado. Son héroes que han devuelto la vida a Pablo. Quiero reconocer a los cuatro vientos su implicación porque pelearon por un niño que no conocían de nada. No tengo palabras para agradecerles. Quiero reconocer a la sanidad pública y a esos profesionales porque su calidad humana ha sido brutal”, señala la madre entre sollozos.

24 días conectado al aparato de ECMO

El pequeño ya come purés y yogures. Incluso el lunes de la semana pasada bebió agua y tomó un biberón por primera vez en estos casi dos meses. “Ya casi anda solo, pero aún le cuesta porque ha estado 24 días en ECMO [el aparato que hace de pulmón y corazón artificiales ] y tiene que reaprender todo. Ahora es como si tuviera 1,5 año. Pablo está recuperando su capacidad neurológica”, se emociona Cristina. Explica que tras salir de la ECMO (siglas en inglés de oxigenación por membrana extracorpórea) era como un recién nacido, “pero de 2,5 años”. Ya va recuperándose .

La pesadilla para esta familia de Briviesca (Burgos) empezó a principios de octubre, cuando Pablo comenzó con catarro y fiebre. Después de tres visitas al ambulatorio del pueblo, Cristina y su pareja, Rubén García, decidieron llevarlo al Hospital de Burgos. Primero dio positivo en virus respiratorio sincitial (VRS) y luego en adenovirus. La bronquiolitis derivó en neumonía.

Pese a estar hospitalizado, empeoraba. Así que ingresó en la UCI y lo intubaron. Y empeoraba. La única opción era llevarlo al hospital madrileño. Pero estaba tan grave que debía ser trasladado en ECMO. De los tres equipos que hacen este tipo de transporte sanitario en España –el del Vall d’Hebron, el del Doce de Octubre y el del Materno– sólo podían los profesionales de Málaga. Así que contrarreloj recorrieron media España para llegar al hospital burgalés, conectar a Pablo al corazón y pulmón artificiales y llevarlo a Madrid. Allí, en la UCI del Doce de Octubre, ha estado 24 días viviendo gracias al aparato de ECMO sin el que habría muerto.

Parte del equipo que hizo el traslado, con los reponsables de la UCI del Materno. Parte del equipo que hizo el traslado, con los reponsables de la UCI del Materno.

Parte del equipo que hizo el traslado, con los reponsables de la UCI del Materno. / M. H.

“Ha sido descender al infierno y ahora estoy tocando el cielo”, resume la madre. Cristina destaca cómo todos se han volcado con su hijo, desde los médicos hasta el administrativo que hacía el papeleo. Y cuenta que los profesionales de los hospitales de Burgos y Málaga se han interesado a diario por la evolución de su hijo durante su ingreso en el centro sanitario madrileño. Dice que le han dado ánimo cuando el niño iba mal y que han compartido la alegría cada vez que había alguna mejoría.

"Pablo nos ha dado una lección de vida"

“De Burgos nos vinimos a Madrid llorando a mares”, recuerda. Eran los días en los que el pequeño luchaba por su vida. “Pablo nos ha dado una lección de vida. Yo pensaba, si el lucha, ¿Cómo no voy a pelear yo?”, afirma. Por eso dice que ahora, tiene ganas de estrechar a los profesionales. “Para llorar de la alegría”, comenta con la voz esta vez quebrada de la emoción de ver a su hijo recuperándose; siendo, poco a poco, “el Pablo de siempre”.

Momento en el que el equipo del Materno conectó al niño a ECMO para su traslado a Madrid. Momento en el que el equipo del Materno conectó al niño a ECMO para su traslado a Madrid.

Momento en el que el equipo del Materno conectó al niño a ECMO para su traslado a Madrid. / M. H.

En cuanto el niño esté mejor, ella y su pareja tienen pensado ir a Burgos para que vean cómo se ha recuperado. A Málaga, por la distancia, tardarán un poco más. Cristina cuenta que los compañeros de trabajo de Rubén les han regalado los billetes para que los tres puedan venir al Materno, a saludar al equipo que lo trasladó en ECMO a fin de que tuviera la oportunidad de seguir luchando por su vida.

La madre agradece a Sylvia Belda, la pediatra del Doce de Octubre que dio la alerta después de que sus compañeros del hospital burgalés le plantearan la situación crítica de Pablo, el 18 de octubre bien entrada la tarde. Y a Antonio Morales, el pediatra del Materno que participó en el traslado. Y a los fisioterapeutas del Doce de Octubre. Y al conductor de la ambulancia de Valladolid... Y “a todos los tíos”, como ella llama a los que pusieron su granito de arena en un dispositivo que movilizó hasta la Guardia Civil para garantizar la seguridad del transporte.

Ella es segunda encargada en un supermercado y su pareja trabaja como mecánico en una fábrica de galletas. “Somos gente humilde, pero en Briviesca estos profesionales tienen su casa, porque yo siento a todos como mi familia”, concluye. Y vuelve a llorar, por fin, dando rienda suelta a su alegría...

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